La profezia di Ramona su Jana (e Curro) | LA PROMESSA ANTICIPAZIONI 6-10 NOVEMBRE
🔥 La Promesa entra en su punto sin retorno 🔥
El drama en el palacio de La Promesa alcanza un punto de ebullición donde cada decisión, cada mentira y cada silencio empiezan a cobrar un precio imposible de pagar. Alonso, derrotado por el rechazo de Catalina, Manuel y Martina, se ve acorralado por la ruina y toma una decisión desesperada: vender los objetos más valiosos de la casa para salvar la finca. Pero cuando Cruz descubre su plan, su furia es devastadora. Para ella, vender el legado de los Luján equivale a enterrar su linaje. El orgullo y la humillación la consumen, y lo que comienza como una discusión se transforma en una guerra sin retorno entre esposo y esposa: Alonso, con los pies en la tierra y el alma herida; Cruz, cegada por la soberbia y por el miedo a perder su poder.
Mientras la tensión crece en los salones nobles, en los pasillos de servicio el aire se vuelve denso. Una vela que se apaga sola, un suspiro que parece venir de ninguna parte y el eco de pasos invisibles hacen que María Fernández empiece a creer que algo maligno ronda por la casa. Desde que el padre Samuel anunció que se quedaría en La Promesa, la joven vive atrapada entre el deseo y el pecado. Su pasión prohibida la atormenta tanto, que empieza a pensar que el demonio ha puesto su mirada en ella. La culpa se transforma en miedo, y el miedo en obsesión.
Mientras tanto, Curro no puede ignorar la llamada del pasado. Las sombras de la habitación secreta lo persiguen, y la única que puede darle respuestas es Ramona. Sin avisar a nadie, parte en su busca, dejando a Ana encargada de justificar su ausencia. Pero Cruz, siempre vigilante, percibe la extraña complicidad entre su sobrino y su nuera. Cada gesto, cada palabra entre ellos la irrita. Empieza a sospechar que ese vínculo es más profundo de lo que aparenta, y la semilla de la desconfianza florece con un veneno silencioso.
En el corazón del caos, Ángela decide enfrentarse al dolor que la divide. Pide perdón al padre Samuel por haberlo involucrado en el problema de la harina desaparecida, pero pronto un golpe de realidad la sacude: descubre que su madre, Leocadia, manipuló a Curro para convencerla de retomar sus estudios en Suiza. Sintiéndose traicionada, Ángela le lanza un ultimátum a su madre: solo se marchará si le revela quién es su verdadero padre. Un desafío lleno de rabia y desesperación que deja a Leocadia sin palabras. La joven está dispuesta a romper todos los lazos con tal de conocer la verdad sobre su origen.
En otro rincón del palacio, Ricardo Pellicer se enfrenta a su propio drama. Su esposa le suplica que oculte la verdad de su separación a Santos, pero él ya no puede soportar tanta hipocresía. Decide hablar con sinceridad, aunque duela. La verdad, dice, es lo único que puede liberarlos del pasado, aunque destruya las apariencias.
Mientras el orgullo de Cruz y el pragmatismo de Alonso chocan, ella urde un nuevo plan. Si no logra convencer a Martina para que firme la venta de las tierras, se lo arrancará con engaños. Fingirá un acuerdo beneficioso, apelará a su buena fe, y con su astucia de serpiente conseguirá lo que desea. Alonso duda, pero la marquesa ya ha puesto su mente en marcha: el juego de la manipulación ha comenzado.
En las cocinas, el ambiente es más gélido que el mármol. Lope, Vera, Santos, Marcelo y María tratan de entrar en calor con un pan escaso y una conversación amarga. Entre bromas resignadas sobre el hambre y el frío, algo rompe la rutina: la vela del centro se apaga sola. Un silencio helado recorre la mesa. Marcelo intenta restarle importancia, pero cuando la llama se enciende otra vez sin que nadie la toque, el miedo se apodera de todos. María palidece, convencida de que lo que Candela contó sobre espíritus y maldiciones podría ser cierto.
La mañana siguiente, Jana baja a la zona de servicio. Está pálida, sin energía, cansada de la monotonía. María le ofrece una infusión, pero ella la rechaza: no quiere ver a nadie, especialmente a su suegra. Conversan sobre la pobreza que afecta tanto a señores como a sirvientes, y Jana confiesa que la situación económica de los marqueses es insostenible. Nadie escucha sus advertencias ni las de Manuel. Cruz la ignora, la desprecia y la reduce al silencio. En tono sombrío, María menciona los demonios del palacio, y ambas coinciden en que, quizá, algo verdaderamente oscuro ronda entre esas paredes.
Simona y Candela, mientras tanto, reciben una carta desde el pueblo: la hija de Simona les escribe sobre el pequeño Adolfito, que ha perdido su primer diente. La ternura de ese gesto choca con la dureza de su vida en el palacio. Pero pronto la conversación se ensombrece al mencionar a la madre de Santos, una mujer en la que no confían, curiosa y manipuladora, siempre buscando meterse donde no la llaman. Petra aparece para romper ese momento, imponiendo orden con su habitual dureza.
Arriba, Ángela se desahoga con Manuel. Le confiesa que se siente culpable por la partida de Curro y teme que su discusión haya sido el motivo. Manuel, comprensivo, intenta tranquilizarla. Le recuerda que su primo es impulsivo, pero no guarda rencor. Ella promete pedirle perdón cuando regrese. Pero la paz dura poco: Santos irrumpe con un telegrama urgente para la marquesa. Ángela se queda sola con el mensaje, observándolo con inquietud, temiendo que esconda malas noticias.
Jana, por su parte, no puede dejar de pensar en la habitación secreta. Sabe que hay algo que todos han pasado por alto, un detalle que podría cambiarlo todo. Está dispuesta a continuar su investigación sola, aun si eso la pone en peligro.
Mientras tanto, Ricardo busca consejo en Pia y Rómulo sobre si decirle toda la verdad a su hijo. Pia, fiel a su rectitud, le aconseja sinceridad: solo la verdad libera. Rómulo, más prudente, le sugiere guardar discreción. Ricardo, dividido entre el deber y el miedo, entiende que ninguna opción lo salvará del dolor.

Ana, en cambio, empieza a sentirse inquieta por la relación entre Petra y su hijo Santos. La mujer percibe en la gobernanta una figura maternal que amenaza con reemplazarla, y la celosía la devora por dentro.
En la cocina, Candela sigue alimentando el fuego del miedo con sus historias de fantasmas. Para María, esas palabras son gasolina sobre un incendio interno. La culpa y la pasión prohibida por el sacerdote la consumen, y cada ruido extraño la empuja más cerca de la locura.
Mientras tanto, lejos de La Promesa, Curro finalmente encuentra a Ramona. Al principio el reencuentro es tierno, pero pronto el aire cambia. Cuando el joven le pregunta por la habitación secreta, el rostro de la mujer se ensombrece. Algo en su interior se quiebra. De repente, lo echa de casa con furia, como si temiera que sus preguntas despertaran viejos fantasmas. Curro, confundido y dolido, comprende que ella oculta una verdad que podría cambiarlo todo.
Ramona, al saber que Jana se ha casado con Manuel, estalla. “Te lo advertí”, le dice. “Los Luján no tienen alma. Solo desean poder.” Le teme al destino que les espera a los hermanos, convencida de que ya es demasiado tarde para salvarlos.
En La Promesa, mientras los secretos hierven bajo el silencio, las mentiras crecen como raíces envenenadas. La verdad se esconde en cada esquina, en cada mirada. María lucha contra el miedo; Ángela exige respuestas; Curro busca lo prohibido; y Cruz teje su red de engaños sobre Martina.
El día termina entre susurros, culpa y sospechas. El palacio entero parece contener la respiración, consciente de que algo oscuro —una verdad, una maldición o quizá ambas— está a punto de salir a la luz.
La calma se rompe, y La Promesa, ahora sí, entra en su punto de no retorno.