La Promesa: Beltrán arruina la boda y acusa a Leocadia de asesinato

Beltrán arruina la boda y acusa a Leocadia de asesinato

El día que Leocadia había planeado para consolidar su poder y controlar a su hija Ángela, se convirtió en el mayor escándalo que La Promesa había presenciado. Con la capilla llena de invitados y Ángela avanzando como una novia atrapada en su propio destino, Beltrán hizo lo impensable: interrumpió la ceremonia en pleno altar y señaló directamente a su madre. No solo reveló que Ángela no lo amaba y que la boda era forzada, sino que también sacó pruebas de un asesinato que había marcado la casa durante años: la muerte de Doña Eugenia no había sido un accidente, sino una maniobra calculada.

Leocadia trató de negar, chantajear y escapar por los pasillos del palacio, pero su destino la alcanzó en las escaleras, donde Petra, la misma mujer a la que había intentado destruir, la esperaba. La boda de conveniencia se transformó en un juicio público, donde la verdad se impuso y Beltrán decidió proteger a Ángela, la mujer que no lo amaba. El palacio entero fue testigo de cómo la ambición y la crueldad de Leocadia quedaban expuestas frente a todos.

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Horas antes de la ceremonia, Ángela se encontraba sola, sentada en un diván, con el vestido de novia que debía embellecerla, pero que en realidad la hacía lucir fantasmal. Su mirada estaba perdida, absorbida por pensamientos sobre un futuro que no deseaba. Beltrán, consciente del sufrimiento de Ángela, intentó consolarla y ofrecerle protección, reconociendo que, aunque su corazón no podía darle amor correspondido, siempre cumpliría su promesa de cuidarla. Ángela, con lágrimas en los ojos, le confesó que su amor verdadero pertenecía a Curro, dejando a Beltrán atrapado entre la gratitud de la joven y el deber de impedir que Leocadia la arruinara.

 

Con una decisión férrea, Beltrán enfrentó a Leocadia, anunciándole que no se casaría con Ángela y denunciando su tiranía y manipulación. La marquesa reaccionó con furia, intentando intimidarlo y recordándole su deuda, pero Beltrán permaneció firme, declarando que la boda no podía celebrarse bajo la sombra de un crimen. Al revelar los documentos secretos de pagos a médicos y venenos para Eugenia, la verdad golpeó como un rayo: Leocadia había planeado la muerte de su propia amiga para proteger su ambición y manipular el destino de su hija.

El caos se desató en la capilla. Invitados, sirvientes y familiares quedaron paralizados al escuchar la confesión de Leocadia, que, finalmente acorralada y sin aliados, admitió el asesinato. Ángela cayó de rodillas, horrorizada y traicionada, mientras Curro lloraba por la pérdida de su madre. Beltrán dejó caer las pruebas sobre el altar y proclamó que no habría boda; la verdad manchaba de sangre aquel lugar que había sido escenario de mentiras y manipulaciones.

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Leocadia, desesperada, intentó huir por los pasillos de servicio, pero Petra, con calma y determinación, se interpuso en su camino. En un enfrentamiento breve pero decisivo, Petra usó la fuerza de la marquesa contra ella misma, provocando que Leocadia cayera por las escaleras de servicio de manera mortal. Su caída finalizó la farsa, sellando su destino y dejando un silencio mortal en el palacio. La justicia, inesperada y brutal, había triunfado, y Beltrán se mantuvo firme como protector de Ángela, eligiendo la verdad y la honestidad sobre las cadenas de un matrimonio impuesto.

El escándalo conmocionó La Promesa y marcó un antes y un después: el poder de Leocadia se derrumbó, la libertad de Ángela se aseguró y la lealtad de Beltrán quedó grabada como un acto heroico que nadie podría olvidar.