La Promesa – Avance del capítulo 714: Ángela y Beltrán: una boda amenazada por el destino

Ángela y Beltrán: una boda amenazada por el destino. En La Promesa, nada es lo que parece… y el amor tampoco está a salvo

La calma aparente que cubre los muros de La Promesa se resquebraja en un solo día. Todo parece preparado para que Ángela y Beltrán sellen su unión, pero una simple invitación —la del duque de Carvajal y Cifuentes— sacude los planes y desata una cadena de sucesos donde el destino juega con las emociones de todos. En medio del protocolo y el perfume de los preparativos, cada habitante del palacio oculta un secreto, una herida o una decisión pendiente que amenaza con cambiarlo todo.

Leocadia, dueña de un control que se alimenta del miedo ajeno, intenta sostener el equilibrio del lugar, pero su poder se resiente. La llegada de la invitación del duque la obliga a improvisar, mientras su enemiga silenciosa, Petra, decide que ha llegado la hora de rebelarse. La antigua ama de llaves, herida en su orgullo y degradada a simple sirvienta, enfrenta a Leocadia con una valentía que destila amenaza: si el palacio quiere ignorar sus grietas, ella será la gotera que derrumbe los cimientos. En esa frase cargada de advertencia, se esconde el primer temblor de una noche que dejará huella.

Mientras tanto, Jacobo sigue las huellas de las misteriosas cartas de Catalina. Sospecha que algo no encaja, que alguien dentro del palacio manipula la verdad. Reproduce cada palabra, cada mancha de tinta, cada pliegue del papel, y lo que descubre es un cansancio extraño, como si los mensajes hubieran sido escritos por alguien demasiado familiarizado con las rutinas de la casa. “Las cartas que vienen de fuera despiertan —dice Jacobo—, no adormecen. Y estas… duermen.” Su sospecha se convierte en obsesión, y decide tender una trampa: redactará una carta falsa, firmada por “Catalina”, para desenmascarar al traidor que esconde entre los suyos.

Avance semanal de 'La Promesa': El secreto de Martina y la boda fallida de  Ángela y Beltrán, del 10 al 14 de noviembre

En el salón principal, el marqués Alonso se debate entre el deber y la prudencia. Adriano le aconseja rechazar la invitación del duque, pero Alonso toma una decisión que retumbará en los pasillos: acudirá acompañado de Leocadia. “La lengua de los salones no se corta evitando los salones”, dice con firmeza. Su presencia junto a la mujer más temida de la casa encenderá los murmullos y marcará un antes y un después en su reputación.

En la capilla, Pía busca al padre Samuel con un peso que no puede compartir con nadie más. María Fernández, su amiga y confidente, está al borde de una decisión que la consume: interrumpir su embarazo. Pía, con voz temblorosa pero firme, le ruega al sacerdote que la ayude, no con juicios, sino con compasión. Samuel escucha, dolido y consciente de que la fe no puede imponer cadenas. “A veces la iglesia protege mejor con el oído que con el dedo”, le responde, prometiendo acompañar a María en el camino que elija. En esa conversación silenciosa, se respira más humanidad que en todos los sermones del año.

Curro, por su parte, camina por los pasillos con el alma en ruinas. Ama a Ángela, pero ella se casará con otro. Entre sus manos, aún siente el eco de una puerta golpeada y las palabras que ella le dejó como una herida: “No vuelvas.” Su amor imposible se convierte en una batalla interna que lo desangra en silencio. En otro rincón del palacio, Ángela dobla su ropa para el gran día, sin poder ocultar la tristeza. Beltrán le ha escrito con ternura, pero ella no puede responder con el mismo fuego. Agradece su nobleza, pero su corazón sigue mirando hacia donde no debe.

Las cocineras Simona y Candela murmuran sobre los rumores de la casa mientras Enora, pálida y resignada, anuncia que su propia boda se pospone. “No se puede levantar una casa cuando los cimientos tiemblan”, dice con una madurez que sorprende. En la cocina, el pan se hornea como símbolo de que incluso lo que no sube del todo, alimenta igual.

Vera, desesperada por limpiar su nombre tras el escándalo de las recetas plagiadas, intenta detener a un mensajero. Lope la observa, sabiendo que sus intenciones no son maldad sino hambre de reconocimiento. Cuando ella confiesa que solo quería ser escuchada, él le ofrece la lección más noble: “Nadie te condena por querer ser vista, sino por robar la voz de otro para lograrlo. Repara, crea algo tuyo, y te aplaudiré el primero.” En ese gesto, Vera empieza su redención.

Cristóbal, en su despacho, analiza el desorden que reina en la casa y toma una decisión que podría restaurar la armonía: ofrece a Teresa el puesto de ama de llaves. No busca autoridad por imposición, sino por ejemplo. “La Promesa necesita a alguien que no confunda mando con castigo”, le dice. Teresa acepta con humildad y temor, consciente de que no quiere ocupar el trono de Petra, sino devolver dignidad al servicio.

Pero las noticias vuelan, y cuando Petra descubre el nombramiento, siente el desafío en la sangre. No planea destruir a Teresa, sino impedir que se consolide. La guerra entre ambas se libra en silencio, con gestos invisibles, como todas las verdaderas batallas en La Promesa.

Al caer la tarde, el palacio se divide en dos escenarios: el lujo del aniversario del duque, donde Alonso y Leocadia serán observados por toda la nobleza, y la intimidad de la capilla, donde Ángela y Beltrán planean unirse en secreto. Entre ambos mundos, el aire se carga de tensión. Nadie imagina que una simple cubeta —mal apoyada o quizás empujada a propósito— derramará agua sobre los documentos que Leocadia había ordenado guardar. Entre los papeles empapados aparece la carta falsa de Jacobo… pero con una posdata añadida por manos ajenas. La prueba definitiva de que el traidor está dentro.

Jacobo no acusa, todavía. Observa, espera, y confirma sus sospechas con el temple de quien sabe que la verdad necesita escenografía.

La Promesa: Avance semanal del 10 al 14 de noviembre

Mientras tanto, Ángela recibe una carta sin firma. Apenas una línea: “No te cases esta noche. No delante de Dios. No conmigo dentro.” Sabe de inmediato que es de Curro. Su corazón late con fuerza. Beltrán entra, amable, sereno, dispuesto a cuidar cada detalle. Ella esconde la carta entre dos libros. Él, sin sospechar nada, le promete calor y ternura. “No me pidas perdón por tu silencio —dice—. Pídemelo solo si algún día me mientes. Y no lo has hecho.” Sus palabras son un golpe de nobleza que ella no puede devolver sin lágrimas.

En la penumbra de un corredor, Samuel se encuentra con María y le ofrece acompañarla sin imponer decisión. “No te haré elegir con los ojos enrojecidos. Elige con luz.” María, agotada pero comprendida, siente por primera vez alivio.

Cuando el reloj marca la hora de la boda, el palacio entero respira con cautela. Jacobo observa desde lejos, sabiendo que la trampa está dando fruto. Petra camina altiva, decidida a demostrar que la casa no se sostiene con miedo. Teresa, frente al espejo, se prepara para asumir el nuevo rol sin rencor. Vera, sin fuego ni mentiras, empieza a cocinar su propio nombre.

Y entonces, como si el destino midiera cada segundo, la campana de la capilla suena una sola vez. Ángela, con un chal sobre los hombros y la duda latiendo en el pecho, avanza hacia su destino. Beltrán la espera con la serenidad del amor que no exige, mientras Curro, lejos, detiene el paso sin poder mirar atrás. Todo se detiene en ese instante suspendido entre el deber y el deseo.

El agua de la cubeta sigue escurriéndose sobre el patio, arrastrando con ella secretos y certezas. Leocadia, camino al carruaje, no se da cuenta de que su imperio de control empieza a resquebrajarse. Jacobo, en cambio, sí lo percibe: el palacio entero está a punto de girar sobre su propio eje.

La Promesa se prepara para un amanecer distinto. La boda, tal vez, no se detenga. O tal vez sí. Pero ya nada volverá a ser igual: las mentiras comienzan a perder su máscara, los corazones suenan más fuerte que el deber y, en medio del temblor, nace una pequeña chispa de esperanza. Porque incluso en las noches más silenciosas, la casa entera late con una verdad que se niega a morir: la posibilidad de elegir el amor por encima del miedo.