LEOCADIA svela il terribile segreto del passato di CRUZ e la fa cacciare dal palazzo | La Promessa

Ciao a tutti, sono Diego: La tormenta que sacude la familia Luyan

En los próximos capítulos de La Promesa, la tensión alcanza niveles insostenibles y los secretos más oscuros de la familia Luyan salen finalmente a la luz. Todo comienza cuando Dolores, a quien todos creían muerta, reaparece repentinamente y lleva consigo verdades que podrían destruirlo todo. Durante años, Cruz había ocultado un hijo secreto, un pequeño que nadie debía conocer, y había hecho todo lo posible para borrar cualquier rastro de esa vida clandestina. Dolores fue la única testigo de aquel parto silencioso y peligroso, y ahora ha regresado para revelar lo que Cruz intentó ocultar a toda costa.

El día parecía transcurrir con normalidad en la mansión Luyan. El sol de la tarde filtraba sus últimos rayos dorados a través de las ventanas polvorientas del estudio donde Leocadia solía refugiarse entre libros. Lo que siempre había sido un rincón de paz se transformó de repente en el epicentro de una tormenta que cambiaría para siempre el destino de todos. Un viento frío se colaba por los pasillos, y el silencio de la casa parecía contener la respiración, presagiando lo que estaba por suceder.

Dolores apareció finalmente. Su cuerpo mostraba las marcas de los años y del sufrimiento, pero sus ojos, a pesar de todo, brillaban con una intensidad que desmentía su apariencia frágil. Leocadia, al verla, sintió que su corazón se detenía; la incredulidad y la esperanza se entremezclaban en su voz cuando pronunció: “Dolores, ¿eres tú de verdad?”. La respuesta de la mujer fue un gesto afirmativo cargado de dolor y fuerza: “He vuelto, Leocadia… He sobrevivido, pero solo Dios sabe cuánto he sufrido”. Cada palabra que pronunció parecía pesar una eternidad mientras relataba su historia.

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Dolores comenzó a narrar los secretos del pasado de Cruz, revelando que antes de casarse con Alonso, había tenido un hijo en secreto. Por miedo a arruinar su reputación y su futuro, Cruz había intentado eliminar a cualquier persona que supiera de este niño, incluso llegando a ordenar la muerte de Dolores, la única que había sido testigo del parto. Milagrosamente, un desconocido salvó a Dolores y la llevó lejos, permitiéndole sobrevivir hasta regresar para revelar la verdad. Cada detalle de su relato golpeaba a Leocadia como un martillo, haciendo que años de comportamientos extraños y explosiones de ira de Cruz cobraran finalmente un significado aterrador y sombrío.

“¿Dónde está el niño?”, preguntó Leocadia con voz temblorosa. Dolores miró al vacío, recordando el dolor de aquel tiempo y susurró: “Cruz lo confió a un desconocido y luego desapareció de su vida… pero creo que sigue vivo. Si es así, Cruz hará todo lo posible para borrar esa verdad”. La magnitud del secreto heló la sangre de Leocadia; si salía a la luz, las bases de la familia Luyan podrían venirse abajo. Sin embargo, mantenerlo en silencio también implicaba convertirse en cómplice de un crimen. Dolores tomó la mano de Leocadia con fuerza y le dijo: “Tú eres la única que puede contárselo a Alonso. Él tiene derecho a conocer la verdad sobre su esposa y sobre un hijo que nunca supo que tenía”.

Esa noche, Leocadia permaneció sola frente a una vela, sumida en sus pensamientos, consciente de que la confesión de Dolores cambiaría para siempre el destino de la familia. La tensión aumentaba mientras Cruz, en su despacho, percibía la incomodidad en la casa: miradas huidizas, gestos nerviosos de Curro y el silencio inusual de Leocadia. Algo estaba cambiando, y la sombra de un pasado enterrado comenzaba a emerger con fuerza.

Al día siguiente, mientras Alonso discutía negocios con Manuel, Cruz irrumpió con paso decidido y tono acusador: “Alonso, he oído que Leocadia está a menudo con Giana y Curro. ¿Saben algo en nuestra contra?”. Alonso, sorprendido por su desconfianza, trató de tranquilizarla, asegurando que no había motivo de alarma. Sin embargo, la paranoia de Cruz crecía; sus instintos le decían que la amenaza no venía del exterior, sino de los secretos que ya empezaban a descubrirse dentro de la mansión.

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Leocadia, con el corazón latiendo aceleradamente, se reunió en el jardín con Alonso, el único hombre capaz de escuchar sin juzgar. Con voz temblorosa y los ojos llenos de determinación, le contó sobre el regreso de Dolores y su aterradora confesión: Cruz había tenido un hijo secreto y había intentado silenciar a la testigo incómoda. Alonso quedó petrificado, incapaz de asimilar la magnitud de la traición de su esposa. Curro y Giana, quienes habían escuchado parte de la conversación, compartieron una mirada de temor y resolución: la verdad estaba al borde de estallar, y con ella, la casa Luyan podría desmoronarse.

Poco después, la confrontación fue inevitable. Cruz, consciente de que la verdad ya no podía ser ocultada, irrumpió con furia y arrogancia, negando todo y desafiando a Alonso con su mirada implacable. Leocadia, temblando pero firme, no permitió que las mentiras prevalecieran. La tensión llegó a su punto máximo cuando Cruz admitió, entre lágrimas y desesperación, que había intentado eliminar a Dolores para proteger su reputación y que su hijo secreto había sido confiado a un desconocido. La magnitud de sus crímenes dejaba a todos estupefactos.

Finalmente, Dolores apareció ante todos, poniendo rostro y voz a la verdad que había permanecido oculta por años. Alonso, devastado pero determinado a no permitir que la injusticia continuara, tomó la decisión de expulsar a Cruz de la casa. La tormenta que había comenzado con el regreso de Dolores se había materializado por completo: secretos revelados, traiciones expuestas y un futuro incierto para los Luyan. Mientras la lluvia caía sobre la villa, simbolizando el lavado de mentiras y la purificación de los pecados, todos comprendieron que la paz nunca volvería a ser la misma.

Sin embargo, incluso en medio del alivio, un murmullo de Dolores dejó una sombra de misterio: “El hijo de Cruz sigue vivo”. Esas palabras flotaron en el aire, presagiando que la verdadera tormenta aún no había terminado y que nuevas revelaciones estaban por venir. Leocadia, Alonso, Curro y Giana se enfrentaban ahora a un mundo donde la verdad había salido a la luz, pero los peligros del pasado aún acechaban, y la familia Luyan jamás volvería a ser la misma.