Sueños de Libertad Capítulo 438 AVANCE

Título: “El lobo entre los de la Reina: secretos, traiciones y una guerra que ya no se puede ocultar”

Bienvenidos de nuevo a Descubre Cine Español. Lo que parecía una victoria brillante al final del episodio anterior se revela ahora como una ilusión construida sobre mentiras. Gabriel de la Reina, con su aparente jugada maestra, se sentó en la silla de director, sustituyendo a Tassio y ganándose la admiración de todos por reducir los despidos a la mitad. Pero esa “hazaña” tuvo un costo enorme: la verdad. La justicia fue sacrificada cuando la demanda contra Brosar desapareció, y aunque la familia celebra tener a un nuevo líder prometedor, la realidad es mucho más oscura. Gabriel no es el salvador que aparenta. Es el lobo que vigila al rebaño. Tras su sonrisa, esconde la traición: llama en secreto a Brosar para informarles que todo está bajo control, que su familia confía ciegamente en él y que, muy pronto, la empresa entera será suya.

El episodio nos sumerge en el corazón de la tormenta: la lucha por la verdad y el control. Lo que antes parecía una fusión empresarial pacífica se transforma en una invasión sin escrúpulos. En esta guerra silenciosa se abren dos frentes: el de Andrés, decidido a desenterrar el pasado, y el de Gabriel, que intenta enterrarlo para siempre.

Andrés de la Reina, ahora con su memoria recuperada, actúa con una determinación inquebrantable. Recurre al detective Ruiz, su antiguo aliado. La escena del reencuentro está cargada de tensión y propósito. Esta vez, Andrés no duda: está dispuesto a financiar toda la investigación para demostrar la culpabilidad de su primo. No busca solo justicia por Hugo Benítez, sino también limpiar su propio nombre, reconstruir la dignidad que Gabriel destruyó. Ruiz confirma que el camino será peligroso. Investigar a Gabriel implica ir hasta Francia, el territorio de Brosar. Pero hay esperanza: el detective tiene un contacto de confianza allí, alguien que podrá seguir las pistas internacionales mientras él investiga dentro de España. La cacería contra Gabriel ha comenzado oficialmente, y ya no hay marcha atrás.

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Mientras Andrés busca pruebas, Gabriel se adelanta con una estrategia fría y despiadada. Su visita a la prisión es una muestra de su verdadera naturaleza. Se presenta ante Remedios con una mentira elaborada: le dice que Andrés perdió la memoria y que jamás la recuperará, manipulándola emocionalmente para que convenza a su hija Enriqueta de cortar todo contacto con él. Pero el golpe más cruel llega cuando Gabriel exige que Enriqueta desaparezca por completo, que abandone su hogar y su trabajo. ¿La razón? No solo porque es una testigo peligrosa, sino porque está embarazada. En ese instante, el espectador entiende que Gabriel ha dejado atrás cualquier resto de humanidad. Está dispuesto a amenazar a una mujer embarazada solo para protegerse. Su miedo a ser descubierto se ha convertido en su única brújula moral.

Remedios, acorralada y rota, no tiene otra opción. Gabriel utiliza la esperanza como un arma, insinuando que podría interceder para reducir su condena. Ella tiembla, preguntando cuándo será libre, y él, con frialdad absoluta, le recuerda lo que puede hacerle si ella o su hija lo desafían. Así, la madre se convierte en cómplice involuntaria, obligada a silenciar la verdad para salvar a su hija y a su nieto.

Pero Gabriel no se detiene allí. Necesita limpiar su imagen dentro de la familia. Por eso intenta ganarse a Digna, a quien llama con adulación “la matriarca de los Merino”. Su objetivo es que ella lo acepte como una figura paterna para Julia, después de que Damián y Begoña decidieran adoptarla. Es un movimiento calculado: usa la ternura de la niña y el amor de Begoña como escudos para fortalecer su posición. Sin embargo, Digna no cae en la trampa. Con su instinto afilado y su experiencia, percibe la falsedad detrás de cada palabra de Gabriel. Le deja claro que no confía en su repentino afecto ni en sus intenciones. La tensión entre ambos es palpable: ella es la última línea de defensa moral en la familia de la Reina.

La carga emocional de Digna se multiplica cuando enfrenta a la pequeña Julia. La niña, radiante, le confiesa con inocencia que será adoptada y que Begoña ha sido siempre su madre. La mirada de Digna se llena de dolor y ternura al mismo tiempo. Debe sonreír y fingir alegría, sabiendo que el futuro de su nieta está en manos de un hombre que podría destruirlo todo. Ese momento resume el verdadero drama de esta historia: la crueldad de tener que callar para no romper la felicidad de quien amas.

Mientras la batalla emocional consume a la familia, la invasión de Brosar se vuelve cada vez más descarada. La tienda que antes representaba el orgullo de la marca ahora es un escaparate de productos extranjeros. Carmen y Claudia observan impotentes cómo cada símbolo de identidad desaparece. Entra en escena un nuevo personaje, María Duque, presentada como accionista de la compañía Chloe, pero ahora obligada a identificarse públicamente como “Claudia de Brosar”. Un gesto aparentemente insignificante que demuestra la total absorción de La Reina. María, indignada, enfrenta a Chloe y deja claro que sabe que sus palabras son solo fachada para calmar a los otros inversores. La tensión corporativa crece y Damián, agotado, ve cómo el imperio que levantó se desmorona ante sus ojos.

Pero la crueldad de Brosar alcanza su clímax con una serie de decisiones devastadoras. En el dispensario, Begoña recibe la noticia más humillante: ha sido despedida. Y lo más terrible es que quien debe comunicarle la decisión es su amiga Luz, obligada por órdenes superiores. La escena es desgarradora: Begoña, embarazada y comprometida con el nuevo director, se entera de que su futuro laboral ha sido destruido por la misma empresa que dirige su prometido. Luz, entre lágrimas, no puede hacer nada más que obedecer.

Simultáneamente, Claudia enfrenta su propia tragedia. Después de celebrar la contratación de Maripa para la guardería, recibe una orden directa de Brosar: el cierre total del área infantil. La noticia la destruye. No se trata solo de un cambio de gestión, sino de borrar todo vestigio del legado de La Reina. La vemos llorar en silencio mientras se prepara para llamar a Maripa y quitarle el trabajo que acaba de ofrecerle. La empresa que una vez fue símbolo de elegancia y humanidad se convierte ahora en un monstruo que devora a los suyos.

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El almuerzo familiar final es una bomba emocional. En la mesa están Damián, Marta, Andrés, Gabriel, Begoña y la nueva accionista, María Duque. En medio del silencio tenso, Begoña reúne valor y anuncia su despido. El aire se corta. Para ella es una humillación insoportable. Para Gabriel, un desastre absoluto. Frente a todos —y especialmente ante María Duque— queda al descubierto su impotencia. No puede proteger a su prometida de la crueldad de sus propios socios. La máscara del director exitoso se rompe: solo queda un hombre vacío, prisionero de sus propios acuerdos.

Damián, desolado, se enfrenta a la ruina de su legado. Andrés, en cambio, observa con frialdad, reconociendo en la impotencia de Gabriel la confirmación de su culpa. Pero la mirada más significativa es la de María Duque. Escéptica desde el principio, al presenciar esta humillación comprende que Brosar no solo ha invadido una empresa, sino que ha destruido la esencia de una familia. Y ese podría ser el detonante de su futura rebelión.

El episodio termina con una sensación de colapso total. Las apariencias se derrumban, las alianzas se fracturan y el poder de Brosar parece absoluto. Pero bajo la superficie, se están formando nuevas resistencias. Andrés en su cruzada secreta, Digna con su intuición protectora, y María Duque, que podría convertirse en la nueva aliada inesperada.

El próximo capítulo promete ser una sinfonía de pérdidas, revelaciones y enfrentamientos. ¿Logrará Andrés encontrar pruebas en Francia? ¿Podrán Digna y María Duque unirse para enfrentar al gigante Brosar? ¿Hasta dónde llegará Gabriel para mantener su mentira, incluso si debe eliminar a Enriqueta y al bebé que lleva en su vientre?

Lo único seguro es que la guerra en La Reina ha cambiado de terreno. Ya no se libra en los despachos ni en los contratos, sino en las almas de quienes aún se atreven a luchar por la verdad.