LA PROMESA – URGENTE: El Marqués SUFRE un INFARTO al descubrir que Leocadia lo está ROBANDO
Prepárense porque lo que están a punto de presenciar en este capítulo de La Promesa sacudirá los cimientos mismos del palacio
Nada volverá a ser igual tras este episodio. El velo de mentiras, engaños y manipulaciones que Leocadia tejió durante meses finalmente se desgarra por completo, dejando al descubierto una verdad tan brutal que pondrá en peligro la vida del mismísimo marqués Alonso de Luján. Todo comienza con un simple gesto, un impulso que cambiará el destino de toda la familia: Alonso decide revisar personalmente los libros contables del palacio, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo. Ese presentimiento, casi una voz interior que le susurra que algo anda mal, lo lleva directo a descubrir el mayor fraude que jamás haya ocurrido dentro de La Promesa.
Entre papeles amarillentos y firmas falsificadas, el marqués descubre una montaña de irregularidades imposibles de ignorar. Cuentas con transferencias desconocidas, escrituras adulteradas y joyas familiares desaparecidas. La cifra del saqueo lo deja sin aliento: más de 180,000 pesetas han desaparecido. Y lo más devastador: todas las transacciones llevan su firma… pero procesadas por Leocadia. La mujer a la que confió su casa, su herencia y hasta su salud, lo ha estado robando sistemáticamente mientras lo drogaba para mantenerlo confundido.
El enfrentamiento entre ambos estalla con la fuerza de un huracán. Alonso irrumpe en el salón principal con los documentos en mano, furioso, temblando de indignación. Leocadia intenta negar, pero su máscara se resquebraja. Lorenzo, su cómplice, intenta intervenir, pero el marqués lo acusa también de traidor. La tensión alcanza un punto insoportable. La revelación es tan devastadora que el propio corazón de Alonso no lo resiste: en medio de gritos, dolor y rabia, sufre un infarto fulminante ante los ojos horrorizados de sus hijos.
El caos se apodera del palacio. Manuel y Curro se arrodillan junto a su padre mientras los criados corren a buscar al médico del pueblo. Pía y Simona lloran sin control; Catalina llega justo a tiempo para ver cómo la vida se escapa del cuerpo de su padre. Entre lágrimas y súplicas, el marqués apenas logra pronunciar unas palabras entrecortadas: “Protejan a la familia… no dejen que ella gane.” El doctor confirma lo peor: un infarto agudo, gravísimo. Las siguientes horas serán críticas.

Comienza entonces una carrera desesperada por salvarlo. El traslado al hospital de Córdoba es lento, angustioso, lleno de miedo. Cada sacudida del carruaje puede ser mortal. Manuel y Catalina no se separan de su padre, mientras Curro, con la rabia contenida, promete venganza. Al llegar al hospital, los médicos luchan contra el tiempo. El diagnóstico es aterrador: el corazón del marqués ha sufrido daños profundos y las próximas 48 horas decidirán su destino.
Mientras tanto, en La Promesa, la caída de Leocadia es total. Aislada bajo custodia, sin el control ni el poder que una vez tuvo, comienza a quebrarse. Por primera vez, su fría fachada se derrumba y admite la verdad: drogó a Alonso, manipuló sus emociones, lo aisló de su familia y lo despojó de todo. Lo hizo por avaricia, no por necesidad. Su hija Ángela, llena de repulsión y dolor, le lanza una sentencia que la destruye por dentro: “Si el marqués muere, testificaré contra ti. Y nunca más volveré a llamarte madre.”
En el hospital, las horas se arrastran con una lentitud insoportable. La familia Luján mantiene una vigilia eterna al pie de la cama del patriarca. Las máquinas pitan, los doctores entran y salen, y cada sonido diferente hace que el miedo se dispare. Pero tras casi dos días de incertidumbre, ocurre el milagro: Alonso abre los ojos. Débil, pero consciente. Su primer pensamiento no es por sí mismo, sino por la traición. “Leocadia… me robó, me envenenó.” Manuel le confirma que lo saben todo y que la justicia se encargará de ella.

Pese a las advertencias médicas, el marqués jura que cuando se recupere, hará pagar a Leocadia por cada mentira, cada engaño y cada peso robado. Su determinación lo mantiene con vida: ha pasado de ser un hombre derrotado a uno renacido, con una sola misión —proteger su legado y castigar a la traidora que casi lo mata.
Mientras él se recupera lentamente, Curro y Manuel se encargan de reunir todas las pruebas. El caso es sólido. La Guardia Civil no tarda en llegar al palacio con una orden de arresto. Frente a todos, el capitán Rodríguez pronuncia la sentencia: “Leocadia de Figueroa, condesa de Grasalema, queda formalmente arrestada por fraude, robo con agravantes, falsificación y tentativa de homicidio contra don Alonso de Luján.”
Los criados observan en silencio, algunos con alivio, otros con pena. Leocadia no se resiste. Deja que le coloquen las esposas mientras cruza el pasillo que tantas veces recorrió como dueña y señora. Su hija Ángela la espera en la puerta y la fulmina con una mirada helada. “Ya no tengo madre”, le dice sin emoción. “La mujer que conocí murió el día que decidió convertirse en criminal.”
De noble a prisionera, de respetada a repudiada, la caída de Leocadia es tan absoluta como su culpa. Mientras ella pasa sus primeras noches en una celda fría, Alonso continúa su lenta recuperación en el hospital, consciente de que su vida nunca volverá a ser la misma. El daño físico es permanente, pero el emocional ha encendido una nueva llama en su interior: la de un hombre dispuesto a reconstruir su familia desde las cenizas y asegurarse de que La Promesa vuelva a ser un lugar de honor… aunque el precio haya sido casi su vida.
Y así, en este episodio inolvidable, la justicia finalmente llega al palacio, pero a un costo tan alto que nadie sale ileso. Porque en La Promesa, incluso la verdad tiene un precio… y a veces ese precio es el corazón de un hombre.