Hola, ¿qué tal? Soy tu Gustav… y lo que viene en el capítulo 716 va a temblar hasta en las paredes

Muy buenas, mi gente bonita de La Promesa. Aquí estoy de nuevo, como siempre, trayéndote no solo lo que va a pasar, sino lo que nadie más se atreve a contarte. Ya sabes que conmigo lo tienes fácil: información clara, verificada y contada con ese toque que tanto te gusta. Hoy vamos a sumergirnos en lo que nos espera en el capítulo 716, previsto para el viernes 14 de noviembre, un episodio que llegará como una tormenta silenciosa, de esas que no hacen ruido al principio… pero que cuando estallan, arrasan con todo.

Porque sí, ese viernes las verdades van a salir disparadas como flechas. Los cajones ya no pueden retener más secretos, las cartas empiezan a pesar como si estuvieran hechas de plomo y los corazones, demasiado frágiles, se preparan para romperse una vez más. En este capítulo veremos cómo una revelación explota directamente en la cara de Martina, cómo María Fernández continúa su caída emocional y cómo Teresa deberá elegir entre una oportunidad única y el miedo que la paraliza. Y por si fuera poco, Curro y Ángela volverán a enfrentarse a lo inevitable: ese amor que no pueden apagar por más promesas que se hagan.

Así que vamos por partes, porque este episodio viene cargadito.

Comenzamos con el enfrentamiento más tenso de toda la semana: Jacobo frente a Martina, y esta vez, con todas las cartas —literalmente— sobre la mesa. Antes de entrar al avance del viernes, recapitulemos la escena final del capítulo anterior. Jacobo, completamente fuera de sí y cegado por su propia necesidad de tener la razón, llegó ante Martina con un montón de pruebas: cartas, detalles, rastros, la pluma utilizada, los pliegues del papel… absolutamente todo lo que, según él, demostraba que el origen de las misivas de Catalina estaba dentro del palacio.

Martina se queda helada. Orgullosa, dolida, incrédula. Jacobo la señala directamente, la presiona, le dice que la traición viene de alguien muy cercano y que todas las pistas apuntan en una sola dirección: ella. Pero Martina, aun arrinconada, niega cada acusación con una firmeza que ni él esperaba. No se derrumba. No cede. No confiesa. Su silencio no es de culpa, es de resistencia. Y aunque la discusión termina sin una resolución, la tensión entre ambos queda abierta, afilada, peligrosa. Porque Jacobo ya no investiga para esclarecer nada… sino para tenerla controlada. Y eso cambia todas las reglas del juego.

Ahora nos trasladamos al mundo de Teresa, que en este episodio estará enfrentándose a un dilema crucial: aceptar el puesto de ama de llaves o dejarse llevar por el vértigo y renunciar a la oportunidad más grande de su vida. Mientras limpia una de las habitaciones junto a Vera y María Fernández, las preguntas no tardan en surgir. ¿Qué le dijo Cristóbal Ballesteros en su despacho? ¿Por qué la dejó a solas? ¿Qué pretende exactamente de ella? Teresa intenta esquivar el tema, pero entre la curiosidad de sus compañeras y el miedo que le aprieta el pecho, termina confesando la verdad: Cristóbal quiere que sea la nueva ama de llaves.

Pero ella no se siente preparada. No quiere estar bajo la supervisión directa del mayordomo más temido de la casa, ni cargar con una responsabilidad tan grande. Sin embargo, el resto del servicio lo ve clarísimo: Teresa es más que capaz, sería justa, y ha demostrado con creces que merece ese ascenso. Este capítulo mostrará cómo sus dudas la atrapan cada vez más, dejándola en un cruce de caminos que podría cambiarle la vida por completo.

Pasamos a Curro, quien tras la amenaza brutal de Leocadia —esa frase escalofriante en la que le dijo que lo echaría de La Promesa y que acabaría sin nada— se derrumba interiormente. Necesita apoyo, necesita un hombro, y lo encuentra en Pía. La señora Darre, siempre sabia, siempre honesta, le dice algo que nadie antes se había atrevido a plantear: marcharse no sería un fracaso, sino un comienzo. Le sugiere alejarse del dolor, del desprecio, del miedo, y empezar una vida en otro lugar donde nadie pueda destruirlo por ser quien es. Curro escucha, pero por dentro sabe lo que Pía también intuye: su corazón está encadenado a Ángela.

Y hablando de corazones que duelen, llegamos al calvario de María Fernández. La muchacha está hundida, mucho más que en días pasados. Esto ya no es un mero bajón: es un abismo emocional. Pía intenta sostenerla, recordarle que no está sola, que tanto ella como Curro y hasta el padre Samuel harán lo imposible por ayudarla. Pero María está convencida de que, cuando el marqués descubra su embarazo, la echará sin contemplaciones. Su miedo crece a tal punto que ni siquiera puede imaginar un futuro para ella o para su hijo. Es, sin duda, uno de los momentos más duros del capítulo.

Ahora damos el salto hacia Adriano, porque también él protagonizará un momento clave. El joven descubrirá que ha sido invitado a la celebración del duque de Carvajal y Cifuentes, pero se niega rotundamente a asistir. Está roto por dentro, cansado, saturado. Martina intenta animarlo, convencerlo de que salir un rato le haría bien, pero quien realmente le mete presión es Alonso. El marqués le recuerda que el mismísimo rey estará presente y que su ausencia sería un error enorme. Pero Adriano no está listo para fingir sonrisas: se niega a ponerse una máscara mientras su alma está hecha pedazos.

En otro punto del palacio, el periódico publica una entrevista con Madame Cocot, y si ya había tensión, ahora la cosa se complica todavía más. Ni siquiera con el revuelo público, López reacciona. Vera intenta hacerlo despertar, le dice que se está dejando pisotear, que su trabajo vale muchísimo más de lo que cree, pero él no se mueve. Entre su orgullo herido y su miedo paralizante, López queda atrapado una vez más, mientras la rabia de Vera sigue creciendo.

Regresamos con Pía y Curro, que intentarán sostener a María en su peor momento. Pero el miedo la empuja hacia una decisión extrema. Y aunque este capítulo no cerrará su trama, sí la oscurecerá aún más.

Finalmente, cerramos el avance con lo que muchos esperan: el reencuentro prohibido entre Curro y Ángela. Aunque intentaron mantenerse fuertes, aunque juraron no mirarse más, aunque saben que su amor puede destruirlo todo… vuelven a encontrarse. Y esta vez, el destino no los separa, sino que los empuja directos el uno hacia el otro. Ese instante, ese cruce de miradas cargado de emoción, será de los que dejan sin aliento.

Y así, con un beso desde aquí, me despido. Soy tu Gustav… y lo que viene en La Promesa te va a dejar hablando todo el fin de semana.