La Promesa: Catalina y Leocadia contra Lorenzo: el mapa secreto que desata la guerra
La finca de La Promesa atraviesa su hora más oscura. Lo que parecía un lugar de tradiciones y rutinas aristocráticas se convierte en un tablero de guerra donde cada pasillo, cada sombra y cada palabra no dicha pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. En el centro de todo, Catalina y Leocadia descubren que sus destinos se cruzan de forma inesperada, unidas por un enemigo común: Lorenzo y sus cómplices, que trabajan a las órdenes del barón de Valladares para transformar la finca en una base de contrabando.
La tormenta comienza con el chantaje de Lorenzo a Leocadia. El hombre, cruel y calculador, utiliza el secreto sobre el verdadero origen de Ángela para forzar a la madre a anunciar un compromiso matrimonial que destruiría la vida de su hija. El dilema la consume: si se niega, la reputación de Ángela se hundirá; si cede, la condenará a una unión sin amor con un hombre despiadado. Leocadia se siente atrapada como un animal enjaulado, viendo cómo la luna ilumina la finca mientras su futuro se desmorona bajo la presión de un chantajista que no tiene escrúpulos.
En otra ala del palacio, Catalina enfrenta su propio tormento. El barón de Valladares le advierte que su independencia y sus ideas modernas son un estorbo, y que su permanencia en la finca traerá consecuencias fatales. Pero Catalina no es de las que se dejan intimidar: su carácter, templado en la adversidad, la empuja a investigar los secretos del pasado familiar. En la penumbra de la biblioteca, hurgando entre libros de cuentas y cartas antiguas, encuentra la clave: un mapa secreto que muestra túneles bajo La Promesa. Y con él, una nota de su abuelo: “De aquí emana la verdadera fortuna de los Luján. Proteger a toda costa de la codicia de los Valladares”.
El hallazgo explica todo. Los Valladares llevan generaciones codiciando esos pasadizos, ideales para mover mercancía ilegal sin ser vistos. El barón no busca solo poder ni prestigio: quiere apropiarse de las entrañas mismas del palacio, convertirlo en su centro de operaciones. Catalina entiende que su papel es crucial: solo ella tiene la inteligencia y la determinación necesarias para descubrir la magnitud de la amenaza.
Mientras tanto, Pía y Ricardo son presionados por Cristóbal, el capataz, que con tono brutal los amenaza con arruinar sus vidas si no se deshacen del pequeño Dieguito. Su maldad revela que no actúa solo como un tirano doméstico: Cristóbal es parte de algo más grande, un engranaje en la maquinaria del barón.
Lejos de allí, Vera y su hermano Federico viajan hacia la finca con una verdad demoledora: el duque, padre de Vera, les ha confesado que durante años fue socio del barón en negocios turbios. La huida de Vera y su rechazo a casarse con el hijo de Valladares desataron la ira del contrabandista, que ahora amenaza con destruir a todas las familias implicadas. La revelación confirma lo que Catalina y Leocadia comienzan a sospechar: todo forma parte de un complot mucho mayor.
El destino empieza a unir piezas. Catalina muestra el mapa a Manuel, quien reconoce que las extrañas actividades nocturnas y los rumores sobre el sótano tienen ahora una explicación lógica. Pía llega con noticias de Cristóbal y sus amenazas. Y Leocadia, temblando pero decidida, revela que ha escuchado a Lorenzo conspirando con el capataz: hablan de “mercancía” y de la urgencia del barón por controlar los túneles. La verdad se impone: no son conflictos aislados, sino una conspiración criminal que busca apoderarse de la finca.
En ese momento regresa Vera, que confirma lo que todos temían: Valladares es el cerebro de una vasta red de contrabando, y La Promesa es la joya que quiere incorporar a su imperio. La joven se convierte en testigo clave, la prueba viviente de que la amenaza es real.
El grupo decide resistir en silencio. Catalina, Manuel, Pía, Ricardo y Leocadia se convierten en un núcleo de resistencia. Su plan: usar el mapa para adentrarse en los túneles, reunir pruebas físicas del contrabando y exponer a los criminales. Leocadia se compromete a ganar tiempo fingiendo que cede al chantaje de Lorenzo, mientras los demás se infiltran en los pasadizos.
Pero Toño, el lacayo, escucha parte de la conversación. Su lealtad está comprada por Cristóbal, y decide delatarlos para ganar favores. El capataz lo recompensa con una sonrisa gélida: en lugar de caer en la trampa de los héroes, serán ellos quienes caigan en la emboscada.
Esa noche, Catalina, Manuel y Ricardo descienden al subsuelo. Encuentran cajas con armas, opio y joyas robadas: la prueba definitiva del contrabando. Pero al intentar salir, son acorralados por Cristóbal y Lorenzo, ambos armados. Toño los ilumina con una antorcha, temblando de miedo pero embriagado por la codicia. La trampa se ha cerrado.
Arriba, Pía y Leocadia sienten que algo ha ido mal. Lope, impulsado por el amor hacia Vera, decide actuar: conoce entradas secretas de los túneles y prepara una distracción encendiendo fuego y creando humo en los respiraderos. La maniobra desata el caos en la caverna subterránea. En la confusión, Ricardo logra liberarse y desarmar a Toño, Manuel embiste a Lorenzo, y Catalina golpea a Cristóbal con un candelabro, arrancándole el arma de las manos.
El combate es feroz, una batalla desesperada en medio del humo y los gritos. Y justo cuando parece que todo está perdido, irrumpe la Guardia Civil, guiada por Federico y, sorprendentemente, por el propio duque de Los Infantes, que ha decidido confesar sus crímenes y delatar al barón. La operación de Valladares queda al descubierto. Lorenzo, Cristóbal y Toño son arrestados en el acto; las pruebas del contrabando son irrefutables.
En los días posteriores, La Promesa respira de nuevo. El marqués Alonso, devastado por la traición pero orgulloso del valor de sus hijos y sirvientes, otorga a Catalina plena autoridad para transformar la finca en un lugar justo y próspero. Pía y Ricardo pueden vivir su amor sin miedo, con Dieguito aceptado como parte de la familia. Leocadia, liberada del chantaje, revela la verdad a Ángela, fortaleciendo su vínculo madre-hija.
El barón de Valladares es arrestado y su imperio criminal se derrumba. El duque de Los Infantes, pese a perder fortuna y título, obtiene el perdón de sus hijos al haber colaborado en la caída del contrabandista. Vera, libre de secretos, regresa a La Promesa y se reconcilia con Lope, sellando su amor con un beso en el jardín.
Así, tras noches de miedo y traiciones, la finca recupera su nombre y su esencia. La Promesa se convierte en un símbolo de unión, justicia y esperanza, resurgiendo más fuerte que nunca de entre las sombras del contrabando y la traición.