EL ESCÁNDALO QUE LEOCADIA NO SOPORTARÍA || CRÓNICAS de #LaPromesa #series
En este avance nos adentramos en un rumor capaz de sacudir los cimientos de la casa de Figueroa: ¿y si Ángela, la hija de doña Leocadia, quedara embarazada de Curro, el joven al que su madre desprecia con todas sus fuerzas? La idea, que a primera vista podría parecer mera especulación, se convierte en una bomba narrativa cuando se examinan las tensiones acumuladas: la arrogancia y el puritanismo de Leocadia frente al amor prohibido entre dos jóvenes que se han buscado en secreto. La posibilidad de un nieto “bastardo” pone en juego no solo el orgullo de la matriarca sino también la hipocresía que sostiene su posición social.
Desde el primer momento se plantea el choque de mundos: Ángela ha sido criada para ser una dama respetable, envuelta en las estrictas normas de su estatus; Curro, en cambio, es el símbolo de la gente humilde, del desprecio que la aristocracia profesa hacia quienes no nacieron con título ni apellido ilustre. Sin embargo, entre ellos arde una pasión que la serie ha mostrado con escenas de intensidad y miradas prohibidas. En una época en la que los métodos anticonceptivos no son los de hoy, la repetición del encuentro íntimo puede desviarse hacia la fatalidad de un embarazo no planeado. Esa posibilidad, narrada como un destino caprichoso, se convierte en un golpe poético del destino contra la hipocresía.
La reacción de Leocadia ante la noticia —si llegara a confirmarse— es fácil de imaginar: impotencia, rabia contenida y una humillación que no podría soportar en público. Ella ha cultivado durante años un doble rasero moral: da lecciones de honor y etiqueta mientras oculta secretos que también podrían manchar su reputación. Ver a su hija dar a luz a un hijo que, según sus propias reglas, sería “bastardo”, sería como poner frente a ella su propia hipocresía en estado puro. Más aún, si el padre fuera Curro, el hombre al que tanto menosprecia, la afrenta sería doble: el linaje social mancillado y la propia vanidad herida.
El efecto en el entorno sería inmediato. Lorenzo de la Mata, el capitán Garrapata, podría ser el segundo en llevarse las manos a la cabeza: su interés por consolidar su posición y sus planes respecto a Ángela harían de esa noticia un terremoto personal y social. Si la nobleza prefiere mantener las apariencias a cualquier precio, el nacimiento de un bebé sin legitimidad según sus cánones destruiría proyectos de boda, alianzas y ambiciones de ascenso social. Para algunos espectadores, la idea de que la descendencia de Leocadia pudiera tener sangre de un “bastardo” tiene un componente casi de justicia poética —un castigo servido en bandeja para la señora que ha pasado la vida juzgando a otros.
El rumor también da pie a múltiples giros: ¿podría Leocadia inventar una mentira para evitar la boda de Ángela con el capitán? ¿Llegaría a manipular la verdad, incluso hasta el punto de asegurar que el propio Lorenzo es el padre de su hija para anular así cualquier intento de unión? Es una artimaña plausible en un drama donde la supervivencia del status y la apariencia muchas veces prima por encima de la ética. La posibilidad de que Leocadia recurra a una falsedad tan radical exhibe hasta qué punto puede llegar alguien dispuesto a preservar su nombre: acusar a Lorenzo de haber sido amante en el pasado y por tanto padre de Ángela sería la coartada perfecta para detener la boda sin reconocer públicamente sus propias culpas.
Desde la perspectiva de los personajes jóvenes, la trama se enriquece: Ángela, fuerte y con carácter, no es una simple víctima. Su relación con Curro surge de una atracción genuina y de una rebeldía ante los corsés sociales que le imponen. Si se confirmara un embarazo, su decisión sobre qué hacer —callar, revelar la verdad, rebelarse contra su madre o aceptar una boda arreglada para limpiar el escándalo— definiría su carácter y el rumbo de la historia. Curro, por su parte, encarna la dignidad del humilde que no se deja someter; su posible paternidad lo sitúa en una posición de orgullo y de riesgo: defender su relación frente a la aristocracia o marcharse y dejar que la familia controle el destino del niño.
La audiencia también se ve implicada: muchos espectadores querrían ver la caída de Leocadia, no solo por el placer del espectáculo, sino como un castigo moral antes de su posible redención. La trama toca fibras sensibles: la humillación, la venganza del destino y la inevitabilidad de que los más rígidos terminen pagando por su crueldad. Además, este conflicto abre la puerta a subtramas interesantes: la presión social sobre Ángela, la manipulación de Lorenzo, la reacción del círculo más cercano y las conspiraciones que podrían surgir para ocultar o explotar la verdad.
La hipótesis de un embarazo bastardo funciona igualmente como espejo de la época: la doble moral dominante, el estigma social que pesa sobre la maternidad fuera del matrimonio y la manera en que las clases dominantes intentan controlar los cuerpos y destinos de quienes dependen de ellas. Si la historia sigue esta senda, la serie puede explorar no solo el escándalo en sí, sino las consecuencias humanas: la vergüenza pública, la cárcel simbólica del honor, y la fuerza emancipadora de una mujer que decide gobernar su destino frente a una madre implacable.
Finalmente, el relato plantea una última vuelta de tuerca: si Leocadia prefiere salvar las apariencias, podría recurrir a la mentira más destructiva: atribuir la paternidad a Lorenzo para evitar que Curro y Ángela prosperen juntos. Pero también es posible un desenlace más conmovedor: la revelación del embarazo como catalizador para que algunos personajes, quizá inesperados, muestren empatía y solidaridad. El drama es fértil en caminos y la elección guionística determinará si prevalecen la venganza, el castigo o, por el contrario, la emancipación y la justicia para los más débiles.
En resumen, la posibilidad de que Ángela quede embarazada de Curro representa un golpe letal para la imagen pública de doña Leocadia y un desafío moral que podría desencadenar las más malévolas estrategias o los actos más nobles. Sea cual sea el rumbo que tomen los guionistas, lo cierto es que un nieto “bastardo” sería, sin duda, el escándalo que Leocadia no soportaría: una historia destinada a remover conciencias, destapar hipocresías y, sobre todo, a poner a prueba a todos los personajes de La Promesa en su capacidad para cambiar o aferrarse a lo que siempre han sido.