El capítulo 398 de Sueños de Libertad promete intensas emociones y giros que mantendrán a los espectadores en vilo. Tras los acontecimientos previos, donde Cristina otorgó su perdón a don Pedro y Luis emprendió la arriesgada misión de rescatar a su madre, la trama avanza hacia nuevos dilemas cargados de tensión, secretos revelados y decisiones que marcarán un antes y un después en la historia.

Los sucesos del jueves marcaron el rumbo de todos los protagonistas. María decidió confiarse a una clínica madrileña, Damián urdió un plan para colocar a Marta al frente de Perfumerías de la Reina y don Pedro, debilitado, retornó a su casa con la intención de morir en su propio hogar. Miguel Ángel Vaca, en su visita a la fábrica, sorprendió al nombrar a Pelayo como su sucesor, mientras que un amigo de Raúl le entregó un coche para repararlo, cambiando su jornada por completo. Entre tanto, Luz descubrió la verdadera situación de Digna, y Julia notó un detalle aparentemente insignificante pero revelador: los zapatos de María estaban sucios, lo que sembró dudas sobre la veracidad de su estado.

El viernes, las tensiones estallan dentro de la casa de los Reina. Julia, inocente pero perspicaz, menciona delante de Begoña y Gabriel lo que observó en los zapatos de María. Sus palabras encienden las alarmas, especialmente en Gabriel, quien se muestra nervioso y trata de sostener la versión de María. Sin embargo, Begoña comienza a sospechar que algo no cuadra, y su desconfianza podría ser la clave para destapar la verdad.

Mientras tanto, Raúl se encuentra absorbido por las reparaciones del coche de El Cuerdas. Su compromiso con la tarea lo obliga a cancelar los planes que había hecho con Claudia, lo que genera una gran molestia en ella. No obstante, el vacío dejado por Raúl es rápidamente ocupado por Chema, quien, viendo la oportunidad, invita a Claudia a dar un paseo. Este gesto desata nuevas tensiones en la complicada red de relaciones sentimentales.

En otro frente, Luis pide la colaboración de Gabriel con respecto al contrato de venta de los terrenos. El abogado escucha con atención y descubre que los Merino planean una estrategia para afrontar la ampliación de capital de la empresa. Si Perfumerías de la Reina logra superar la crisis económica, los planes de los Merino quedarían en entredicho. La revelación coloca a Gabriel en una posición incómoda, atrapado entre la lealtad y la estrategia.

Por su parte, Luz enfrenta a su esposo tras enterarse de lo sucedido entre don Pedro y Digna. Enfadada por el silencio que le ha mantenido en la oscuridad, le exige que saque de inmediato a su madre de la casa en la que está retenida. La furia de Luz marca un quiebre en su relación, mostrándola decidida y firme ante las injusticias.

En la mansión de los Reina, María avanza en su recuperación. Motivada, da algunos pasos dentro de su habitación, creyéndose segura de no ser descubierta. Sin embargo, Begoña escucha ruidos desde el pasillo y entra repentinamente. Para su sorpresa, al abrir la puerta solo encuentra a María sentada en su silla de ruedas, como si nada hubiese pasado. La tensión se mantiene, pues Begoña intuye que algo no encaja, aunque carece de pruebas concluyentes.

En paralelo, Luis llega decidido a liberar a su madre de las manos de don Pedro. Pero ni siquiera en su estado moribundo, el empresario cede. Implacable, amenaza con consecuencias si Digna osa marcharse. Ella, temerosa de lo que pueda ocurrir, ruega a su hijo que se marche, sacrificando su propia libertad para protegerlo. La llegada de Cristina cambia momentáneamente el ambiente: don Pedro, debilitado pero emocionado, implora nuevamente su perdón, recordándole la carta que le escribió. Conmovida por la insistencia y el dolor reflejado en el anciano, Cristina abre su corazón y lo perdona, cerrando un capítulo de resentimiento que parecía eterno.

Posteriormente, Digna visita a sus hijos con la intención de impedir que cometan más locuras. En esa reunión, ellos le revelan el plan de Damián: sustituir a don Pedro por Marta en la dirección de la empresa. Aunque Digna preferiría que Joaquín asumiera el mando, decide animarlos a seguir adelante con lo que crean más conveniente para salvar el futuro de la compañía. Es un gesto de desprendimiento que refleja su deseo de ver prosperar a sus hijos, más allá de sus propias preferencias.

En la tienda, las dependientas se muestran desconcertadas cuando varias clientas se niegan a probar la fragancia Pasión Oculta. Este detalle, aparentemente menor, amenaza con complicar aún más la crisis de la empresa. Al mismo tiempo, en la vida personal, Raúl protagoniza un desencuentro con Yema, quien se entera de que pasó la tarde acompañada de Claudio, lo que provoca un nuevo roce entre ellos.

El dispensario se convierte en el escenario de una sincera confesión de Luis hacia Luz. Cansado de las mentiras y del peso de la situación, abre su corazón sobre sus temores. La enfermera, con paciencia y ternura, lo anima a luchar por su relación, dándole una chispa de esperanza en medio de tanta incertidumbre.

Mientras todo esto sucede, la salud de don Pedro empeora rápidamente. Luz intenta convencerlo de ingresar al hospital, pero él se niega, decidido a morir en su propia casa, fiel a su carácter orgulloso y obstinado. Su deterioro físico es un reflejo del derrumbe de su poder, de un hombre que, tras dominarlo todo, ahora se enfrenta a la fragilidad y al ocaso.

Finalmente, Gabriel, consciente de los riesgos, advierte a María de las sospechas de Begoña. Le insiste en que extreme las precauciones, pues cualquier error podría hacer que toda la farsa se derrumbe de inmediato. La advertencia deja a María en una situación delicada, atrapada entre su recuperación y la necesidad de mantener la apariencia.

El capítulo 398 se proyecta como un compendio de emociones intensas: perdón, secretos descubiertos, traiciones amorosas y el implacable paso del tiempo que cobra factura en la vida de don Pedro. La serie reafirma su capacidad para tejer historias llenas de dramatismo y tensión, donde cada personaje se debate entre el amor, la lealtad y la supervivencia. Sueños de Libertad demuestra que cada decisión, por pequeña que parezca, puede desencadenar consecuencias irreversibles en el destino de todos.