La Promesa, avance del capítulo 686: Curro y Ángela planean huir de Lorenzo
El capítulo 686 de La Promesa se desarrolla como una auténtica partida de ajedrez en la que cada personaje mueve sus piezas con astucia, miedo o desesperación. La tensión está marcada desde el inicio con la determinación de Curro y Ángela de escapar del yugo de Lorenzo, una figura cuya sombra se proyecta como una amenaza omnipresente en la finca. Para Ángela, la sola idea de que Lorenzo descubra su plan es suficiente para sumirla en el terror, pues conoce mejor que nadie de lo que es capaz: un hombre que se alimenta del dolor ajeno y que, de descubrir la traición, no mostraría clemencia sino un afán destructor.
Ángela pasa noches en vela, incapaz de conciliar el sueño por el peso de la angustia. Cada crujido en la madera, cada ráfaga de viento en los postigos, se convierte en la encarnación del capitán. En su mente, escapar con Curro es la única esperanza, aunque ese sueño aparece siempre empañado por la sonrisa cruel de Lorenzo. Ella lo conoce no como los demás, que ven al militar respetable, sino como la bestia que se oculta bajo el uniforme. El riesgo es tan alto que la huida se asemeja a encender una cerilla en un barril de pólvora: puede dar luz o consumirlo todo.
Mientras Ángela lucha contra sus temores, Leocadia aprovecha la marcha de Catalina para intentar tomar el control de las tierras. Su conversación con Alonso es un duelo de poder: ella, segura y calculadora, se ofrece no a ayudar sino a dirigir, esgrimiendo argumentos de eficiencia y organización. Alonso, en cambio, sospecha de sus intenciones, pues conoce la ambición que late bajo su fachada de servidora leal. Aunque sus palabras parecen lógicas, él percibe que más que preocuparse por la finca, Leocadia persigue su propia ascensión. La tensión entre ambos se convierte en una muestra de cómo, incluso en los momentos de dolor, las ambiciones personales buscan abrirse camino.
En paralelo, Manuel descubre que Enora, la enigmática joven fascinada por la aviación, no es quien aparenta ser. Las pequeñas irregularidades en su mesa de trabajo, los planos manipulados y la falta de recuerdos en el pueblo confirman sus sospechas: Enora es una impostora. Su sonrisa nerviosa, la ausencia de rastros de su supuesta estancia, y la manera en que se mueve como si nada la delataban. La certeza se abre paso: no se trata de una admiradora, sino de una espía que ha entrado en su vida con un objetivo oscuro. Manuel decide que no descansará hasta desenmascararla, iniciando una peligrosa partida en la que la verdad amenaza con explotar.

Adriano, por su parte, se hunde en la tristeza por la marcha de Catalina. La casa entera le recuerda a ella y su ausencia se convierte en una presencia constante, casi fantasmagórica. Martina, sensible a su dolor, intenta sacarlo de su abismo emocional invitándolo a colaborar en tareas del Patronato de la Infancia junto a Jacobo. Con paciencia y afecto, logra encender en él un pequeño destello de vida, una chispa de esperanza que lo conecta de nuevo con el mundo, aunque sea de forma frágil.
Mientras tanto, Lope enfrenta a Federico en una escena cargada de tensión. Al proteger a Vera, revela un secreto devastador: el Duque de los Infantes no es en realidad el padre de Federico. Esta revelación dinamita los cimientos de la identidad del joven aristócrata, que queda sumido en la confusión y la rabia. El impacto no solo afecta a Federico, sino también a Vera, que se ve atrapada entre el dolor de la verdad y la incertidumbre de un futuro en el que todo lo que creía seguro se desmorona.
En otro rincón de la finca, Ricardo lucha contra la culpa por la marcha de Pía. Convencido de que sus celos y desconfianza la empujaron a huir, se siente responsable de lo que pueda sucederle. Simona, Candela y Lope intentan reconfortarlo, recordándole que el Marqués está buscándola y que aún queda esperanza. Aunque las palabras no borran su dolor, le ofrecen un sostén emocional y la posibilidad de redimirse en el futuro.
La fragilidad del liderazgo de Alonso también queda expuesta. Su hermano Cristóbal, cansado de sentirse relegado, busca en Leocadia una aliada. Confiesa que se siente ignorado y sin voz en las decisiones de la finca. Leocadia, siempre calculadora, acepta tenderle la mano. Juntos forman una nueva alianza en la sombra, que amenaza con cambiar la balanza de poder dentro de La Promesa. Para ella, el caos es una escalera y cada desgracia de la familia representa una oportunidad para ascender.
El episodio se convierte en un mosaico de luchas paralelas: el amor contra el miedo en el caso de Ángela y Curro, la ambición contra la lealtad en la pugna entre Leocadia y Alonso, la verdad contra la mentira en la investigación de Manuel sobre Enora, y el dolor contra la esperanza en la historia de Adriano y Martina. Todo ello acompañado de revelaciones que hieren y transforman a personajes como Federico y Ricardo.
El ambiente general es el de una calma tensa, un silencio lleno de secretos que amenaza con romperse en cualquier momento. Los pasillos de la finca parecen contener más sombras que luces, y cada personaje se ve obligado a tomar decisiones que podrían definir no solo su destino, sino el de toda La Promesa. Este capítulo no es un cierre, sino la apertura de nuevas heridas y alianzas, un preludio cargado de tormentas por venir. En la finca, nadie es lo que parece, y el enemigo puede estar tan cerca como una sonrisa disfrazada de lealtad.