LA PROMESA – Antes de morir, Petra revela un secreto que llevará a Leocadia y Lorenzo a la cárcel
La Promesa: El Último Aliento de Petra y la Caída de Leocadia y Lorenzo
En los próximos episodios de La Promesa, el palacio será testigo de uno de los momentos más devastadores y reveladores de toda la historia. La salud de Petra, la estricta y enigmática gobernanta, se deteriora rápidamente, dejando a todos los residentes en un estado de angustia y miedo. Alonso, desesperado ante el agravamiento de su condición, ordena llamar al médico de inmediato, pero el destino ya ha decidido: Petra no resistirá mucho más. Sin embargo, antes de su partida, tendrá tiempo para dejar al descubierto un secreto tan terrible que cambiará para siempre la vida de todos en La Promesa.
Los primeros rayos del amanecer llegan al palacio con una claridad inusual, como si el propio cielo anunciara un cambio inminente. La atmósfera cargada de tensión se disipa por momentos cuando Petra, que llevaba semanas postrada, abre los ojos con un leve destello de vida. Candela y Simona, sus fieles compañeras, se llenan de esperanza. Candela, entre lágrimas, pregunta con voz temblorosa si se siente mejor, mientras Simona eleva sus manos en un gesto de agradecimiento silencioso. La noticia se propaga rápidamente: Petra parece mejorar.
María Fernández, la joven criada de corazón noble, se convierte en su guardiana constante. No se aparta de su lado ni un instante, preparando infusiones, refrescando su frente y cuidando que cada respiración de la enferma fluya con regularidad. Su dedicación es tan pura que las demás criadas no pueden evitar comentar su entrega. Simona la llama un ángel; Candela asiente conmovida. Petra, quien siempre fue rígida y severa, empieza a comprender la bondad genuina que la rodea. Una tarde, al recibir otra taza de té, le toma la mano a María y, con una voz temblorosa, le confiesa que nadie la cuidó con tanto amor. María, entre lágrimas, le responde que su sola mejoría es el mayor regalo que podría recibir.
Esa paz aparente se rompe cuando Curro, el joven valiente y decidido, irrumpe en la habitación. Su semblante revela urgencia: ha decidido escapar con Ángela para impedir su boda con Lorenzo. María se horroriza. Le advierte de los peligros, del poder de Leocadia, pero Curro insiste. Prefiere arriesgar su vida antes que ver a la mujer que ama unida a un monstruo. Petra, debilitada pero consciente, intenta detenerlo. Con la voz entrecortada, le advierte que Leocadia no tiene límites, que su crueldad es inmensa y que ambos correrán un peligro mortal si intentan huir. Curro, sin embargo, mantiene su determinación. Agradece a María, la abraza y se marcha, dejando tras de sí un aire de fatalidad.
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Horas más tarde, cuando el sol cae tiñendo las ventanas del cuarto con tonos dorados, la calma es interrumpida por la llegada de Leocadia. Su presencia irradia frialdad y amenaza. Entra despacio, con una sonrisa cínica, fingiendo preocupación por el estado de la gobernanta. Petra, consciente de que quizás es su última oportunidad, la enfrenta. Suplica por Ángela, le pide que impida ese matrimonio, que Lorenzo no puede ser su esposo. Leocadia, imperturbable, responde que nada detendrá esa unión. La tensión crece. Petra, llorando, la desafía y amenaza con revelar todos sus crímenes a Alonso. Por primera vez, la máscara de Leocadia se quiebra. Su mirada se vuelve sombría y, dominada por el odio, se abalanza sobre la enferma. Sin dudar, toma una almohada y la presiona contra el rostro de Petra. La gobernanta forcejea débilmente, pero sus fuerzas no bastan. Cuando todo termina, su respiración se vuelve casi inexistente. Leocadia acomoda la almohada con fingida serenidad y abandona la habitación, dejando atrás a su víctima agonizante.
Poco después, María entra con una bandeja de té, sin sospechar lo que acaba de ocurrir. La visión la paraliza: Petra está pálida, casi sin vida. El miedo la inunda mientras suelta un grito que resuena por los pasillos del palacio. Alonso, Candela y Simona corren hasta la habitación. El marqués, con el rostro desencajado, ordena llamar al médico. Pero cuando este llega, ya es demasiado tarde. Petra apenas puede hablar. Sabe que su final está cerca y, con las últimas fuerzas que le quedan, pide hablar con Alonso.
Su voz débil rompe el silencio. Entre suspiros y lágrimas, revela la verdad que durante años ha cargado en silencio: los verdaderos villanos de La Promesa son Leocadia y Lorenzo. Ellos manipularon, traicionaron y destruyeron todo lo que tocaban. Alonso, paralizado por el horror, escucha mientras Petra le cuenta que Leocadia saboteó el tratamiento de Hanna, la hija de Alonso, solo para acercarse a él y ganar poder. Lorenzo fue su cómplice en todo. María, entre sollozos, la anima a continuar, pero cada palabra le cuesta un suspiro.
Petra también confiesa otro crimen oculto: la muerte de Dolores no fue un accidente. Fue orquestada por Leocadia para silenciarla, porque sabía demasiado. Las criadas lloran desconsoladas. Alonso, con el alma hecha pedazos, se levanta lleno de furia, prometiendo que ambos pagarán por sus actos. Petra, exhausta, apenas logra esbozar una sonrisa. Ha cumplido su deber. Ha dicho la verdad.
El médico, al tomarle el pulso, confirma lo inevitable: Petra está en sus últimos momentos. María, entre lágrimas, la abraza y le ruega que no se vaya. Con su último aliento, Petra le dice: “Lucha. No permitas que ganen. Eres más fuerte de lo que crees.” Luego, su cuerpo se relaja. La habitación queda envuelta en un silencio solemne, roto solo por los sollozos de quienes fueron testigos de su sacrificio.
La muerte de Petra marca el inicio del fin para Leocadia y Lorenzo. Su confesión final no solo libera su conciencia, sino que siembra las semillas de justicia dentro del palacio. Alonso, transformado por la verdad, jura que no descansará hasta verlos tras las rejas. Y así, en su último suspiro, Petra logra lo que en vida le fue imposible: desenmascarar a los verdaderos culpables y devolverle a La Promesa una chispa de esperanza, aunque sea teñida de dolor.