La Promesa: Curro desenmascara a Lorenzo y salva a Ángela

💥 Curro desenmascara a Lorenzo y salva a Ángela

Amigos, prepárense, porque lo que sucede en La Promesa esta semana es un verdadero terremoto emocional. Lo que parecía una apacible mañana destinada a celebrar la unión de Ángela y Lorenzo, se convierte en una jornada de revelaciones, justicia y redención. Todo comienza con un amanecer resplandeciente que ilumina los jardines del palacio, pero esa luz no logra disipar las sombras que se ocultan tras los muros de piedra. Dentro, el ambiente es opresivo: el murmullo de los criados preparando la boda suena más como el preludio de una tragedia que como la antesala de una celebración.

Mientras las flores se colocan y la orquesta afina sus instrumentos, Curro observa desde lo alto de la escalera, ajeno a la alegría que inunda la casa. Su corazón late con una mezcla de desesperación y coraje. Cada detalle del enlace que se aproxima lo atormenta: los cubiertos relucientes, los pétalos de rosas blancas, el sonido de las risas que parecen burlarse de su dolor. Él sabe que Ángela no quiere casarse, que lo hace por miedo, por un amor que aún lo protege desde el silencio. Pero ese miedo, el de ella y el suyo, los está condenando.

María Fernández lo encuentra en ese estado, consumido por la pena y la impotencia. Intenta animarlo, recordarle que mientras haya vida hay esperanza, pero Curro siente que todo está perdido. Su voz suena quebrada al pronunciar la palabra “mañana”, porque ese día será el fin de sus sueños. Sin embargo, algo en su interior se niega a rendirse. Esa misma tarde, movido por una fuerza que ni él comprende, decide hacer un último intento.

Avance de 'La Promesa', capítulo de hoy, viernes 8 de agosto: Martina  recurre a Ángela por su parte del palacio | Series

Curro va al encuentro de Ángela. Ella, al verlo, tiembla. Sabe que su presencia allí es peligrosa, que Lorenzo podría descubrirlos. Pero Curro no soporta la idea de verla encadenada a un monstruo. Le suplica que huya con él, que deje todo atrás y partan hacia una nueva vida. Ella llora, incapaz de aceptar su propuesta. El miedo la consume. Sabe de lo que Lorenzo es capaz, teme por la vida del hombre que ama. Sus palabras son un ruego desesperado: “No quiero perderte, Curro. Prefiero sufrir yo a verte morir por mi culpa”.

Él intenta convencerla, pero su voz se apaga en la tristeza. Entiende que no puede forzar su libertad, que el amor verdadero no se impone. Antes de irse, deja una advertencia estremecedora: “Si esta boda se celebra, que Dios me perdone por lo que sea capaz de hacer”. Y esas palabras marcarán el destino de todos.

La mañana siguiente, el palacio está rebosante de actividad. Los invitados llegan, las risas llenan los pasillos y Lorenzo, eufórico, se pasea como el dueño absoluto del mundo. Pero en las sombras, Curro, devastado, ha tomado una decisión. Ya no tiene miedo, solo una determinación helada. Entra sin llamar en el despacho de Lorenzo, decidido a enfrentarlo. Lo encuentra presumiendo de su inminente boda y, en un gesto de valentía, le ofrece su vida a cambio de la libertad de Ángela.

El villano lo escucha con burla. No cree en el sacrificio ni en el amor. Sus carcajadas resuenan como cuchillos. Curro mantiene la calma y le lanza palabras que lo hieren más que cualquier golpe: “Eres un cobarde incapaz de amar. Un desierto con forma de hombre”. Lorenzo lo insulta, lo humilla, incluso llega a escupirle en el rostro. Pero Curro no responde con violencia. Su serenidad lo desconcierta. Antes de irse, lanza una profecía que retumba en el despacho: “Puedes comprar una boda, un altar y unas campanas, pero jamás tendrás su corazón. Porque su corazón ya es mío”.

Cuando sale del despacho, algo en él ha cambiado. Ya no es el joven temeroso que se resignaba al dolor. Es un hombre transformado por la verdad y la rabia. Esa noche, Curro se dirige a los antiguos almacenes del palacio, siguiendo una corazonada. Entre frascos olvidados y polvo acumulado, encuentra algo que cambia todo: las cremas que usaba doña Eugenia, su madre adoptiva. Frascos manipulados, etiquetas falsas, un olor químico que lo golpea con fuerza. Entonces comprende la terrible verdad: Eugenia no se volvió loca. Fue envenenada lentamente.

El horror lo atraviesa, pero también la certeza de que ha hallado la pieza que faltaba en el rompecabezas. Lorenzo y Leocadia, la doncella de confianza, fueron los responsables. Juntos manipularon los productos, la aislaron y destruyeron su mente hasta llevarla a la muerte. Con las pruebas en mano —los frascos, las notas, las etiquetas falsas—, Curro corre a la comisaría al amanecer. El sargento Burdina lo escucha con atención y, aunque al principio duda, la convicción en los ojos del joven lo convence. Deciden actuar de inmediato.

Mientras los invitados disfrutan del banquete y Ángela se prepara con el vestido que siente como una mortaja, las carrozas de la guardia civil llegan al palacio. El ruido de los caballos hace que todo se detenga. Lorenzo, irritado, sale a recibirlos, sin sospechar lo que está a punto de ocurrir. Frente a todos, el sargento Burdina lee la orden de arresto: “Lorenzo de la Mata, queda usted detenido por el intento de homicidio y complicidad en la muerte de doña Eugenia Luján”.

Avance semanal de 'La promesa': Curro y Ángela tiemblan de miedo, Lorenzo  ha vuelto - La promesa

Las risas se apagan. Los invitados se miran confundidos. Ángela siente que el aire vuelve a sus pulmones. Lorenzo intenta reírse, negar las acusaciones, culpar a Curro, pero esta vez sus mentiras no bastan. Curro, erguido y firme, da un paso adelante. Sus palabras retumban como un golpe de justicia: “Tú destruiste la vida de la mujer que me crió. La asesinaste lentamente. Y hoy pagarás por ello”.

Leocadia, al escuchar el alboroto, baja corriendo, pero su intento de defender a Lorenzo se desmorona cuando el marqués Alonso interviene. Su voz, grave y autoritaria, pone fin a toda discusión. “Basta. He escuchado suficiente. Si hay pruebas, se investigará. Pero si lo que dice Curro es cierto, no hay título ni fortuna que te salve, Lorenzo”.

El rostro de Lorenzo se transforma en una máscara de furia y miedo. Las esposas cierran con un chasquido metálico sobre sus muñecas. Leocadia también es escoltada por los guardias, gritando su inocencia. Curro los observa sin odio, solo con una tristeza profunda, consciente de que la justicia, aunque dolorosa, ha triunfado.

Entre los murmullos y la conmoción, Ángela, con los ojos llenos de lágrimas, se acerca a él. Por fin libre del yugo que la aprisionaba, apenas logra pronunciar su nombre. Curro la mira, y en su mirada hay cansancio, pero también paz. Las campanas que debían sonar por una boda maldita repican ahora por la libertad.

Así, amigos, el bastardo humillado se convierte en héroe. El hombre que amó sin esperanza encuentra redención a través de la verdad. En La Promesa, el destino da un giro tan inesperado como justo: el amor vence al miedo, la justicia se impone al poder, y Curro, con el corazón desgarrado pero libre, demuestra que incluso en medio de la oscuridad más profunda, la luz de la verdad siempre termina por brillar.