Sueños de libertad (Capítulo 418) Andrés llegó con daños severos internos

Sueños de Libertad: Entre la Esperanza y el Colapso – La Fábrica al Borde del Abismo

El episodio se abre en el hospital, donde el silencio pesa más que las palabras y el aire parece detenido entre la esperanza y la resignación. Luz, con su serenidad habitual, intenta mantener la calma en medio de la incertidumbre. Comenta que al menos ha logrado convencer a Damián de bajar a tomar un café, aunque solo sea por unos minutos. Él, sin embargo, se niega a apartarse del lecho de su hijo. No hay consuelo posible para un padre que contempla a Andrés inmóvil, atado a un sinfín de tubos y monitores. Cada pitido del respirador es un recordatorio de la fragilidad de la vida.

María llega al hospital poco después, visiblemente afectada. Ha intentado por todos los medios obtener información del equipo médico, pero los doctores se mantienen reservados. Luz, con cautela, le explica que Andrés llegó con graves daños internos y que, aunque los cirujanos hicieron todo lo posible, el pronóstico sigue siendo incierto. La imagen del joven fuerte, lleno de vida, reducido a un cuerpo inmóvil y silencioso, resulta insoportable para todos. Nadie se atreve a decirlo en voz alta, pero la sombra del miedo se cierne sobre ellos.

María pregunta cuánto tiempo puede permanecer así, esperando una respuesta que nadie tiene. Luz, con voz compasiva, reconoce que podrían ser días o semanas; lo más doloroso es que nadie sabe en qué condiciones despertará. La incertidumbre es una tortura lenta. Sin embargo, Luz ofrece un rayo de esperanza: estudios recientes demuestran que durante el coma la actividad cerebral no se detiene completamente. Es posible que Andrés escuche lo que ocurre a su alrededor, que su conciencia flote en algún punto entre la vida y la muerte.

Avance semanal de 'Sueños de libertad': Andrés es víctima de una gran  explosión - Sueños de libertad

Esa posibilidad conmueve profundamente a María, quien siente una mezcla de culpa y amor. Se reprocha no haberse quedado junto a él la noche anterior. Promete no separarse de su lado, sin importar lo que digan los demás. Cuando Luz le sugiere descansar, ella estalla con orgullo herido: “Ser inválida no significa ser inútil”. Pero la doctora no se refería a su condición física, sino al desgaste emocional que todo esto provoca. Aun así, María no da marcha atrás. Para ella, cuidar de Andrés es su manera de expiar los errores del pasado, de sentir que aún puede hacer algo por él.

Mientras en el hospital se libra esa silenciosa batalla entre el amor y el miedo, en la fábrica la lucha es de otro tipo: supervivencia. La explosión en la sala de calderas ha dejado consecuencias devastadoras. En la reunión de emergencia se congregan los pilares del negocio familiar: Luis, Joaquín, Tasio y Marta. Sus rostros reflejan el agotamiento y la preocupación. La muerte del trabajador Hugo Benítez, quien perdió la vida intentando salvar las instalaciones, ha dejado una herida profunda que ninguna compensación económica podrá sanar.

Luis rompe el silencio informando que los daños materiales no fueron tan graves como se temía. Las existencias en el almacén general están casi intactas. Sin embargo, su tono melancólico deja claro que esa mínima buena noticia carece de importancia frente a la pérdida humana. “Cambiaría toda la mercancía por la vida de Hugo”, confiesa, dejando que el dolor se apodere de la sala.

Cristina llega con retraso, pidiendo disculpas, pero nadie se las exige. Todos saben que el ánimo está por los suelos. Marta, tratando de mantener la formalidad, da inicio a la reunión. El ambiente es denso, lleno de miradas que se cruzan sin atreverse a decir lo evidente: la empresa está al borde del colapso. Marta informa que la explosión ya ha llegado a los medios. El nombre de la fábrica vuelve a mancharse, justo cuando apenas comenzaban a recuperarse del escándalo anterior, el de los trabajadores enfermos por los químicos de la saponificación.

Tasio, con su temple habitual, comenta que ha redactado una nota de prensa para ofrecer una versión oficial y evitar rumores. Aun así, la situación es crítica. Los bomberos confirman que la única zona estructuralmente afectada es la sala de calderas, pero el acceso sigue prohibido. Las estructuras están calientes y podrían colapsar. Joaquín, práctico y calculador, pregunta cuánto tardarán en retomar la producción. Tasio responde sin titubear: “Es imposible por ahora”. Esa palabra pesa como una sentencia.

Marta, con los nervios a flor de piel, pregunta cuánto costará reconstruir la sala, pero Tasio explica que el verdadero problema no es técnico, sino económico. Las cuentas no cuadran. El dinero se agotó tras las inversiones en la sección de saponificación y las indemnizaciones a los trabajadores afectados por el accidente anterior. A eso se suma la incertidumbre del seguro, que aún no confirma si cubrirá los daños. Tasio revela que la aseguradora ha decidido esperar el resultado de las investigaciones para determinar si hubo negligencia. Marta no puede contener la frustración: “¿Negligencia? Fue un accidente”. Pero su hermano, resignado, responde que las sospechas son inevitables; la reputación de la empresa está demasiado dañada.

El silencio se hace largo. Joaquín finalmente rompe la tensión con una pregunta directa: “¿Qué opciones tenemos?”. Tasio contesta que, por ahora, solo pueden cumplir con los pedidos más urgentes, lo que les da apenas dos semanas de margen antes del colapso. Joaquín propone entonces una medida drástica: suspender los salarios temporalmente. Luis lo mira con incredulidad, y Tasio reacciona con indignación. Considera que sería una falta de respeto a los trabajadores, sobre todo después de haber perdido a uno de ellos. Pero Joaquín insiste: “Si no lo hacemos, no habrá empresa a la que volver”.

Marta interviene para poner orden. Confiesa que ella y Tasio pasaron la noche haciendo cálculos y llegaron a una conclusión inquietante: ni siquiera con la suspensión de sueldos lograrían salvar la situación. Lo que necesitan es una gran inversión externa, dinero fresco que permita reconstruir la fábrica y mantener la producción. Luis, desesperado, pregunta de dónde saldría ese dinero. Marta, con tono firme, pronuncia las palabras que nadie quería oír: “De un nuevo socio capitalista”.

El silencio es sepulcral. Abrir la empresa a un inversor externo es, para ellos, casi una traición al legado familiar. Damián, el patriarca, fundó la fábrica con esfuerzo y orgullo. Siempre juró que jamás dejaría entrar a extraños en el negocio. Pero las circunstancias han cambiado. Marta admite que aún no le han contado nada a su padre; teme que la noticia lo destruya, especialmente ahora que su hijo está entre la vida y la muerte.

Luis asiente con pesar. Sabe que la idea es dolorosa, pero tal vez inevitable. “Si queremos salvar los puestos de trabajo, no hay otra salida”, reconoce. Marta lo agradece con la mirada, consciente de que la decisión marcará un punto de no retorno. La fábrica, símbolo del esfuerzo familiar, se enfrenta a su prueba más dura.

Capítulo 241 de Sueños de libertad; 7 de febrero: A Andrés le deniegan la  libertad condicional y deberá seguir en prisión

La reunión concluye con una mezcla de desesperación y determinación. Tasio recuerda que deben mantenerse unidos, que si comienzan a culparse entre ellos, todo se perderá. Marta coincide y añade que lo único que pueden hacer para honrar la memoria de quienes dieron su vida por esa empresa es luchar por mantenerla viva.

Mientras la reunión termina, Marta se queda sola unos segundos. Mira los planos esparcidos sobre la mesa, los números que ya no cuadran, los rostros de sus hermanos reflejados en su mente. Sabe que el verdadero reto no será reconstruir las paredes destruidas por la explosión, sino mantener en pie la esencia de lo que fueron.

Afuera, la lluvia comienza a caer, como si el cielo llorara con ellos. En el hospital, María se aferra a la mano de Andrés, susurrando promesas que tal vez él pueda escuchar. Dos mundos paralelos: uno lucha por salvar una vida, el otro por salvar un legado. Ambos colgando de un hilo invisible llamado esperanza.

Y así, Sueños de Libertad nos deja con el corazón en vilo. ¿Despertará Andrés? ¿Aceptará Damián perder parte de su empresa para salvarla? ¿Y hasta dónde llegará Marta para proteger a su familia de un nuevo derrumbe? El destino, una vez más, se escribe entre lágrimas, decisiones imposibles y un amor que se niega a rendirse.