La Promesa, avance del capítulo 699: Leocadia en jaque por carta de Catalina

Ángela y Curro: la rebelión contra Leocadia.
El fuego oculto en una carta perdida desata una tormenta en La Promesa

En este episodio cargado de tensión y emociones desgarradoras, las paredes de La Promesa se convierten en testigos de una guerra silenciosa donde el amor y la ambición chocan con una violencia casi poética. Una simple carta —el mensaje fantasma de Catalina— se transforma en el detonante que incendia los cimientos de una casa construida sobre mentiras. Leocadia, siempre impecable y calculadora, siente cómo el control que ha ejercido durante años empieza a resquebrajarse. Su mente es una trampa de hilos enredados, y cada palabra escrita por Catalina amenaza con deshacerlos uno a uno. Esa carta no solo reabre heridas, sino que la enfrenta al espectro de sus propios crímenes.

Leocadia intenta mantener su fachada, pero el miedo la devora. Esa misiva, aparecida de la nada, representa una grieta peligrosa en su imperio de secretos. Durante años ha manipulado a todos: a su hija Ángela, moldeándola a su antojo; a Curro, utilizándolo como un instrumento emocional; y a Adriano, engañándolo con su máscara de aparente serenidad. Pero ahora, esa carta —silenciosa, sin remitente, como si hubiera viajado desde el más allá— amenaza con derrumbarlo todo.

Avance del capítulo 699 de 'La Promesa' que se puede ver este viernes en RTVE: Lorenzo presiona a Leocadia con los preparativos de la boda

Mientras tanto, Adriano, con la mente nublada por la confusión, siente que el papel que sostiene entre las manos es más que una simple carta: es la prueba de que Catalina, la mujer que amó y perdió, aún existe. Sin embargo, algo en esas palabras escritas le resulta inquietante. Reconoce su letra, pero no su voz. Detrás de cada frase percibe una sombra, un eco hueco que huele a manipulación. Y solo un nombre se alza en su mente como una condena: Leocadia.

Desesperado, busca en Martina una aliada, alguien capaz de ver lo que el resto finge ignorar. Ella lo escucha, lo comprende, y juntos sellan una alianza secreta en la penumbra de la biblioteca. Deciden actuar antes de que Leocadia destruya toda evidencia. Martina propone acudir a un abogado de confianza, Ricardo Fábregas, alguien que podría desentrañar la verdad oculta detrás de la carta. Adriano acepta sin dudarlo: al amanecer partirá hacia Madrid, llevando consigo la única esperanza de redención.

Pero mientras esa chispa de resistencia se enciende en las sombras, Leocadia avanza con su siguiente jugada. Su mirada se posa sobre Curro, el joven que se atrevió a amar a su hija sin permiso. Él representa todo lo que ella desprecia: la humildad, la honestidad, la devoción pura. En su mente, ese amor es una amenaza que debe erradicar, un obstáculo para el brillante futuro que ha diseñado para Ángela junto a Beltrán, el candidato perfecto, un hombre de apellido ilustre y fortuna segura.

En los establos, Leocadia despliega su veneno con maestría. Sus palabras son suaves, pero cada sílaba está afilada como un cuchillo. Le exige a Curro que renuncie a Ángela “por su bien”. Él intenta resistirse, pero ella saca su carta más cruel: un documento amarillento que revela su origen en un orfanato, sin nombre ni linaje. Con una sonrisa helada, le promete destruirlo si no obedece. En un instante, Curro siente cómo todo su pasado, su dignidad y su amor se derrumban.

Desde ese momento, el muchacho cambia. Su mirada se vuelve distante, su voz apagada. Empieza a evitar a Ángela, a esconder sus sentimientos bajo una máscara de frialdad. Pero el corazón de ella es demasiado sensible para no notarlo. Su intuición le grita que algo va mal. Y cuando lo enfrenta junto al lago, la verdad se tiñe de silencios crueles. Él no puede decirle que la sigue amando, que está siendo manipulado, porque teme arrastrarla al escándalo. Su silencio se convierte en un arma que la hiere más que cualquier palabra.

Ángela se derrumba. Las lágrimas que había contenido finalmente la ahogan. Cree que lo ha perdido para siempre. Y en ese vacío emocional, Beltrán aparece como un bálsamo calculado por su madre. En un salón adornado de flores y falsas sonrisas, él despliega su encanto: palabras dulces, promesas vacías y la atención cortés de quien sabe cómo ganarse un corazón roto. Leocadia los observa satisfecha, convencida de que su victoria está cerca. Cada gesto de Beltrán es un ladrillo más en la prisión dorada que está construyendo para su hija.

Sin embargo, Curro lo ve todo desde la distancia. Esconde su sufrimiento entre las sombras del jardín mientras contempla cómo el amor de su vida sonríe a otro hombre. Esa imagen se le clava en el alma como una estaca. El joven comprende que el sacrificio que creía noble solo ha alimentado la crueldad de Leocadia. Decide entonces enfrentarse al miedo. Esa noche, jura romper el silencio y contarle a Ángela toda la verdad.

Mientras tanto, en otra parte de la casa, la intriga se extiende. Manuel y Toño descubren un sabotaje en su taller. La pieza clave de su motor fue entregada semanas antes por un proveedor desconocido. Las pruebas apuntan a Enora, una joven asustada que finalmente confiesa haber sido manipulada por Don Lorenzo. El noble, desesperado por salvar su reputación y su boda, había conspirado contra ellos. La confrontación es brutal, y su caída, inevitable.

Capitulo 699 - Capitulo 699

De madrugada, Adriano cumple su promesa. Sale de La Promesa en silencio, llevando consigo las dos cartas: la de Catalina y la que Martina ha escrito para el abogado. Cada paso hacia la estación es una lucha contra el miedo. Sabe que si Leocadia lo descubre, no dudará en destruirlo también.

Mientras él cabalga hacia la verdad, Leocadia vela en su despacho. El vino no calma su ansiedad. La copia de la carta de Catalina la atormenta. Empieza a dudar incluso de sus cómplices, sospechando que alguien la traiciona. Su obsesión por el control la devora, pero no se da cuenta de que su propio miedo es el principio de su caída.

Al amanecer, todo cambia. Curro encuentra a Ángela en el jardín de rosas, con los ojos hinchados por el llanto. No hay palabras suficientes para remediar el daño, pero las dice igual. Le confiesa todo: las amenazas de Leocadia, el chantaje, el documento del orfanato. Le cuenta cómo el miedo lo convirtió en su prisionero. Ángela escucha en silencio, y poco a poco, la verdad se abre paso entre la confusión. Su mirada se endurece. No hacia él, sino hacia su madre.

Esa revelación marca el comienzo de la rebelión. Ya no hay vuelta atrás. Ángela ha perdido su inocencia, Curro su miedo, y Leocadia, su control. El fuego que empezó en un cajón cerrado con llave ahora arde en los corazones de todos. La Promesa se convierte en un campo de batalla donde cada secreto tendrá un precio, y cada mentira, un castigo.

Y así, entre el amor y la traición, entre la verdad y la venganza, comienza la guerra final: la del corazón contra la ambición. Porque cuando la verdad arde, ni los muros de la mansión más imponente pueden resistir su fuego.