ALONSO ESTALLARÁ: “¡ME HAS ENGAÑADO!” || CRÓNICAS de La Promesa Series
Hay frases que resuenan en el alma más que un grito y una de ellas es “Me has engañado”
El capítulo que hoy analizamos de La Promesa promete ser un auténtico torbellino de revelaciones, traiciones y confrontaciones. Todo gira en torno a la postiza doña Leocadia, cuyos movimientos dentro del palacio han sido, desde su regreso, un tejido meticuloso de mentiras y manipulaciones. Cada gesto, cada lágrima fingida y cada palabra de aparente arrepentimiento esconden un plan mucho más oscuro, un objetivo claro: controlar el palacio y su reputación, y asegurarse de que nadie sospeche de sus verdaderas intenciones.
Don Alonso de Luján, el marqués, ha sido paciente y confiado. Después de la muerte de su esposa doña Cruz, encontró en Leocadia un aparente apoyo, alguien que parecía compartir su dolor y ofrecerle un consuelo en medio de las intrigas familiares que lo rodeaban. Creyó en su arrepentimiento, se acomodó a su presencia y, sin saberlo, empezó a ser un peón en su juego. Pero todo tiene un límite, y el día que Alonso descubra la verdad, ese límite será alcanzado.
Leocadia, desde su llegada, se ha movido como una araña, tejiendo una red invisible alrededor del palacio. Sus lágrimas eran falsas, sus palabras de reconciliación, solo un pretexto, y detrás de esa fachada maternal y protectora se escondía un espíritu calculador que solo buscaba su beneficio. Su principal estrategia: aparentar preocupación por Catalina, la hija desaparecida, mientras manipulaba cada detalle para ganar tiempo y ventaja.

Un ejemplo claro de sus engaños es el llamado “detective fantasma”. Leocadia aseguró al marqués que había contratado a un detective privado para encontrar a Catalina, justificando que lo hacía para tranquilizar a la familia. Sin embargo, la verdad era que no existía ni detective, ni investigación, ni intención real de buscar a la joven. Todo era un acto cuidadosamente diseñado para que Alonso permaneciera confiado y ciego ante su artimaña, mientras ella movía los hilos detrás de la cortina.
La carta misteriosa es otro capítulo de su manipulación. Cuando supuestamente llegó al palacio escrita por Catalina tras su desaparición, Leocadia interpretó la situación a su conveniencia. Declaró que la joven se había marchado por agobio y merecía respeto, pero la realidad era otra: todo lo escrito en la carta había sido bajo coacción, un instrumento más para manipular a Alonso y mantener a todos en la sombra de su teatro. La postiza jugaba con la verdad como si fuera un tablero de ajedrez, moviendo piezas para su conveniencia, mientras el marqués, ajeno a sus verdaderas intenciones, confiaba y cedía terreno.
Su falso arrepentimiento, vendido como una nueva versión de ella misma, tenía un único propósito: poder. Leocadia quería controlar el palacio, influir en las decisiones de Alonso y proteger su reputación a costa de cualquier otra consideración. La postiza demostraba, con cada gesto y palabra, que su prioridad no era su hija ni la justicia, sino mantener su posición y autoridad, manipular corazones y destinos como si fueran simples herramientas de su ambición.
Otro engaño, quizá de los más audaces, fue respecto al nuevo mayordomo. Alonso recibió la noticia de que este hombre era de total confianza y recomendado por don Lisandro, el duque de Carvajaliz y Fuentes. Sin embargo, Leocadia ocultó deliberadamente que Cristóbal Vallesteros mantenía una relación secreta con ella. Esta omisión, aunque pequeña en apariencia, tenía un peso enorme en su estrategia: asegurarse de que todas las piezas del tablero permanecieran bajo su control, y que nadie sospechara de sus verdaderos planes, ni siquiera aquellos en quienes Alonso confiaba ciegamente.
La manipulación de Leocadia no se limitaba al palacio: también se extendía al hangar y a los negocios de Manuel. Mientras aparentaba interés maternal y preocupación por él, buscaba beneficiarse económicamente del éxito del joven, incluso llegando a ocultar información crucial sobre oportunidades financieras que podrían haber sido provechosas para Manuel. Su capacidad para disfrazar sus verdaderos motivos bajo una capa de interés altruista es, sin duda, una de las características que hacen de ella un personaje temible y fascinante a la vez.
Las órdenes del rey, que Alonso creía auténticas y directas de la corte, también forman parte de su telaraña de engaños. Todo indicaba que estas directrices, incluyendo decisiones como repudiar a Curro, eran manipulaciones orquestadas por Leocadia y Lisandro, diseñadas para minar la autoridad del marqués y mantenerlo en un estado constante de duda y culpa. Cada movimiento calculado de la postiza consolidaba su control y dejaba al marqués atrapado entre el deber y la traición.
Pero quizá el golpe más cruel de todos es el silencio de Catalina y la desaparición de su hija, que Alonso sufre con un dolor creciente. La idea de que Leocadia está detrás de todo este sufrimiento, de que ella ha movido los hilos para manipular y controlar, sería devastadora para el marqués. Su enfrentamiento con la postiza se perfila como uno de los momentos más esperados por los espectadores: un Alonso cansado, lleno de decepción y rabia contenida, diciéndole finalmente la frase que todos hemos esperado escuchar durante meses: “Me has engañado, Leocadia”.

Ese simple reproche es más que un reproche: es la caída del velo, el fin de su teatro, la hora de rendir cuentas. Todos, desde Simona y Curro hasta Adriano, comienzan a sospechar y a descubrir la verdad, y cuando la luz de la realidad llegue al marqués, no habrá vuelta atrás. Aunque este enfrentamiento aún no se haya escrito en los guiones, es inevitable que el día que ocurra sea un punto de inflexión: la postiza será desenmascarada, y Alonso finalmente abrirá los ojos al entramado de mentiras que lo rodea.
Cada mentira, cada gesto calculado de Leocadia, ha preparado el terreno para este momento. Su habilidad para disfrazar ambición de arrepentimiento, manipulación de sinceridad, y control de la narrativa de los demás personajes, la convierte en una de las figuras más poderosas y temibles de La Promesa. Y cuando el marqués finalmente enfrente a Leocadia, el resultado no será solo una confrontación de palabras: será un terremoto emocional que sacudirá los cimientos del palacio y marcará un antes y un después en la historia.
Desde su regreso, Leocadia ha demostrado ser experta en jugar con la confianza, en transformar la percepción de los demás a su favor, y en ocultar la realidad detrás de un velo de aparente bondad. Pero todo tiene un límite. La verdad, tarde o temprano, sale a la luz, y cuando Alonso diga esas dos palabras que todos esperábamos, el efecto será devastador: la caída de la máscara, el fin de la mentira y la revelación de que la postiza nunca fue quien decía ser.
El capítulo nos recuerda que en La Promesa, la manipulación, el engaño y la ambición pueden tejer redes que parecen imposibles de romper… hasta que la verdad llega como un golpe inesperado, resonando en el alma más fuerte que cualquier grito: “Me has engañado”.