La intriga en La Promesa alcanza un punto álgido con la emisión del capítulo 670, correspondiente al viernes 5 de septiembre de 2025. En este episodio cargado de giros inesperados, tensiones familiares y secretos largamente guardados, la trama se encamina hacia una de las revelaciones más impactantes de toda la serie: la verdad sobre la muerte de Jana.

Desde el primer minuto, el capítulo atrapa con un conjunto de historias paralelas que van marcando el ritmo. La cámara se centra en Manuel, quien, con una determinación férrea, anuncia lo impensado: abandona su cargo en la empresa familiar para lanzarse en solitario en un nuevo proyecto. Nadie lo ve venir. Ni Leocadia ni su propio padre, Alonso, logran disimular la sorpresa ante una decisión tan drástica. Lo que parecía ser un heredero destinado a mantener el apellido en alto, de pronto se convierte en un joven dispuesto a romper con el legado. Esta elección, lejos de ser un mero cambio profesional, reconfigura los lazos familiares, expone viejas heridas y deja claro que Manuel busca libertad a cualquier precio.

Mientras tanto, en un registro muy diferente, Curro continúa obsesionado con la desaparición de Ángela. Sus pasos lo llevan a interrogar a testigos, seguir huellas difusas y perseguir rumores que se desvanecen con rapidez. Cada fracaso aumenta su frustración. La tensión se concentra en su mirada, en ese rictus de quien sospecha algo pero no logra confirmarlo. Y aunque carece de pruebas sólidas, su instinto señala con fuerza a Lorenzo. El capitán, con su aura oscura y sus silencios calculados, parece esconder algo. La sospecha de Curro se transforma en una convicción inquebrantable: Lorenzo está implicado, de una manera u otra, en la desaparición de Ángela.

En paralelo, la narrativa nos regala un respiro emocional con la reconciliación de Vera y Lope. Tras varios desencuentros, logran tender puentes y recuperar la complicidad perdida. Sin embargo, los deseos de Vera por formar una familia pronto reavivan la tensión, pues Lope teme no estar preparado para cargar con ese sueño. El conflicto, aunque envuelto en cariño, deja ver que no todo está resuelto entre ellos.

Pía y Ricardo, por su parte, enfrentan un momento amargo. Cristóbal, con firmeza y frialdad, dicta una decisión irrevocable sobre su futuro en el palacio. Lo que podría haber sido un cierre discreto se transforma en humillación pública cuando Santos, con la ayuda del mayordomo, aprovecha para exhibirlos frente a los demás. La escena, cargada de crueldad, deja a la pareja marcada por la impotencia y el dolor, reforzando la sensación de que en La Promesa no existe rincón libre de intrigas.

En la cocina, los secretos también hierven. Candela, consciente de que su amistad con Simona se tambalea, decide abrir su corazón y revelar confidencias del pasado. Este gesto, inesperado y valiente, ofrece un punto de inflexión: la posibilidad de reconstruir un vínculo roto. La revelación sorprende no solo a Simona, sino también a los espectadores, que intuyen que este paso podría transformar por completo la dinámica entre ambas.

María Fernández, en cambio, se deja arrastrar por sus emociones. Incapaz de ocultar lo que siente, se rinde al amor por Samuel tras una noche de fiesta. Sus gestos, su mirada, todo grita pasión y deseo. En un contexto donde las pasiones suelen reprimir­se, su entrega resulta un soplo de aire fresco, aunque también un riesgo para el orden establecido en la casa.

Pero si hay alguien que brilla con luz propia en este capítulo es Catalina. Con el respaldo de los trabajadores, logra un acto de desafío que quedará grabado en la memoria del barón de Valladares. Humillarlo públicamente, enfrentarlo de igual a igual, constituye una victoria resonante, un golpe simbólico contra el poder que siempre la ha menospreciado. Sin embargo, en el universo de La Promesa toda victoria lleva escondida una sombra, y no es descabellado pensar que el barón preparará una venganza despiadada.

Cuando el episodio parece encaminarse hacia un cierre tenso pero controlado, se produce un doble giro que sacude todos los cimientos. El primero llega con Leocadia. Hasta ahora, la mujer había intentado mantener las apariencias y ocultar su vulnerabilidad. Sin embargo, el asedio de Lorenzo se vuelve insoportable. Cediendo a su chantaje, se ve forzada a aceptar condiciones que la desgarran. La escena es dura, cargada de emociones contradictorias: rabia, impotencia y miedo.

El segundo giro, aún más devastador, llega en forma de recuerdo. Las duras palabras de Lorenzo llevan a Leocadia a revivir la fatídica noche en que Jana perdió la vida. Entre imágenes borrosas y fragmentos de memoria, emerge una verdad que nadie esperaba: las circunstancias exactas de aquel asesinato. La serie, que durante tanto tiempo ha mantenido a los espectadores en vilo, finalmente apunta hacia el culpable. Lo que parecía un misterio eterno comienza a esclarecerse.

La revelación no se expone por completo en este capítulo, pero los indicios son suficientes para encender la mecha. El responsable de la muerte de Jana ya no es una incógnita lejana: su identidad se perfila con claridad gracias a la confesión forzada de Leocadia. La tensión que se había construido durante meses encuentra aquí su clímax, preparando el terreno para una confrontación inevitable.

Así concluye este episodio, con el público expectante, con los personajes divididos y con el fantasma de Jana finalmente encaminado hacia la justicia. El marqués Alonso, los Luján, los sirvientes y todos los habitantes del palacio quedan atrapados en un torbellino de decisiones, pasiones y secretos. Pero, sobre todo, en la certeza de que la verdad, por dolorosa que sea, siempre termina por salir a la luz.

El capítulo 670 no solo marca un antes y un después en la trama de La Promesa. También reafirma lo que ha hecho de esta serie un fenómeno: su capacidad para entrelazar historias personales con conflictos sociales, pasiones íntimas con conspiraciones políticas, todo bajo el telón de una gran revelación. Y esta vez, la revelación apunta al corazón mismo de la serie: el asesinato de Jana, cuyo culpable comienza a quedar expuesto ante nuestros ojos.