LA PROMESA: María revela que está embarazada del hijo de Lorenzo y fue llevada a la cama a la fuerza

💥 Spoiler impactante: María Fernández rompe el silencio y desata el escándalo más grande en “La Promesa”

En los próximos capítulos de La Promesa, una verdad oculta durante semanas saldrá a la luz con una fuerza devastadora. María Fernández, tras días de angustia, decidirá que ya no puede seguir viviendo con el peso del secreto que la consume. En un acto de valentía sin precedentes, revelará ante todos que está embarazada de Lorenzo de la Mata, y que ese embarazo fue fruto de una terrible manipulación y abuso. La joven confiesa que aquella noche de la fiesta en el palacio fue engañada y drogada con calmantes, y luego llevada por la fuerza por el villano, quien se aprovechó de su vulnerabilidad. La revelación caerá como una bomba entre los muros de La Promesa, dejando a todos —desde los criados hasta los marqueses— sumidos en la incredulidad y la indignación.

La historia comienza cuando María empieza a sentirse extraña. Las náuseas y los mareos la atormentan cada mañana, y aunque intenta ocultarlo, los síntomas del embarazo se hacen imposibles de disimular. Pía y Lope notan su malestar, pero ella insiste en que es solo cansancio. Sin embargo, su rostro pálido y su mirada apagada no engañan a nadie. Una mañana, incapaz de soportar más el peso de su secreto, María sale al jardín buscando un respiro. Allí, entre los rosales, el aire fresco apenas logra calmar su agitación. Las lágrimas caen silenciosas mientras intenta convencerse de que puede seguir callando.

Pero el destino no le permite escapar. Samuel la encuentra en ese estado y, preocupado, se acerca a ella. “María, ¿qué te pasa? Estás muy pálida”, le pregunta con voz suave. Ella intenta fingir que todo está bien, pero su mirada la traiciona. Cuando finalmente se rompe, le confiesa entre sollozos que ha sido deshonrada y está esperando un hijo. Samuel queda paralizado. Su corazón se sacude entre la rabia, el dolor y la impotencia. “¿Quién te hizo esto?”, pregunta con voz temblorosa. El nombre sale apenas como un suspiro: “Lorenzo”.

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Entre lágrimas, María le cuenta que aquella noche todo ocurrió durante la fiesta del palacio. Lorenzo la llamó para que lo ayudara con los invitados, y luego le ofreció una copa de vino. Después, todo fue confuso. “Recuerdo que todo giraba… me sentía mareada… y cuando desperté, él estaba a mi lado”. Samuel, consternado, aprieta los puños. “Eso es imperdonable”, dice con furia contenida. “Juro que pagarás por lo que hiciste”, murmura. Pero María lo detiene. “Por favor, no. Si lo cuentas, me destruirá. Nadie me creerá. Él tiene poder… y aliados.” Samuel promete protegerla, pero entiende que la joven aún no está lista para enfrentar al monstruo.

Aun así, el rumor empieza a correr entre los sirvientes. Se oyen susurros en los pasillos: que María llora por las noches, que está enferma, que su vientre empieza a notarse. Y pronto, el nombre de Lorenzo se mezcla en esas conversaciones secretas. Cuando el villano se entera, su furia estalla. Entra en la cocina sin aviso, la mirada encendida de rabia. “¿Qué es esa historia que cuentan sobre mí?”, grita. María intenta mantener la calma, pero su voz tiembla. “No he dicho nada”, asegura. “Entonces, ¿cómo lo sabe todo el mundo?”, ruge él. “No sé… quizás alguien lo notó.” La respuesta solo lo enfurece más. La acusa de querer destruirlo, de inventar mentiras. Pero María, con una valentía que ni ella sabía que tenía, lo enfrenta: “Usted me obligó aquella noche. No tuve elección. Y ahora quiere hacerme callar”.

Lorenzo la amenaza con despedirla, con arruinar su vida, con hacerla desaparecer. “No habrá lugar donde puedas trabajar”, dice con voz helada. Pero María no se deja intimidar. “Puede quitarme todo, menos la verdad”, le responde firme. En ese instante, algo cambia en ella. Por primera vez, el miedo cede paso a la fuerza. “No me callaré más. Destruiste mi vida y ahora perderás la tuya”, jura entre lágrimas.

Días después, mientras los rumores crecen y la tensión se apodera del palacio, Lorenzo vuelve a buscarla. Esta vez finge serenidad. Quiere “arreglar” las cosas. Le ofrece dinero, un trabajo en otra ciudad, lo que ella quiera… a cambio de su silencio. Pero María lo mira con repulsión. “No hay dinero suficiente para comprar el silencio de una mujer a la que destruiste. Lo que hiciste no se arregla. Lo que ocurrió lo decidiré yo.” Su voz tiembla, pero sus palabras son como cuchillas. Lorenzo palidece, sabiendo que su mundo está a punto de derrumbarse.

Y entonces llega la noche más oscura —y más reveladora— de La Promesa. El salón principal está iluminado para la cena. El marqués Alonso, Leocadia, Ángela y Lorenzo están presentes. Todo parece tranquilo… hasta que las puertas se abren de golpe. María entra decidida, pálida, con el corazón latiendo con fuerza, dispuesta a decir la verdad. “Perdóneme, señor, pero no puedo seguir viviendo con esta mentira”, anuncia. La tensión es absoluta. “Es sobre Lorenzo”, añade. Todos la miran en silencio. Lorenzo intenta fingir calma, pero el miedo lo traiciona.

Con voz temblorosa pero firme, María cuenta todo: cómo la engañó, cómo la drogó y cómo la obligó a acostarse con él. “No lo consentí. Y ahora estoy esperando un hijo suyo”, declara. El salón se congela. Ángela se cubre la boca llorando, incapaz de creerlo. Leocadia queda petrificada. Alonso, con el rostro transformado por la ira, exige explicaciones. “¿Es cierto?”, pregunta con voz grave. Lorenzo intenta reír, diciendo que es una mentira de una criada resentida. Pero María lo interrumpe: “No tengo nada que ganar. Solo quiero justicia.”

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Ángela grita entre lágrimas: “¡Dime que no es verdad, Lorenzo!”. Pero él guarda silencio. Entonces Alonso exige pruebas. María saca un sobre de su delantal y se lo entrega. Dentro, una carta escrita por Lorenzo mismo: “Lo que ocurrió aquella noche no puede salir a la luz o acabaré arruinado.” El marqués lee la nota, y su expresión se endurece. “Esta es tu letra. Y esta es tu vergüenza.” Lorenzo intenta justificarse, pero ya es demasiado tarde. “Has mancillado el honor de esta casa”, sentencia Alonso.

En ese momento, el sargento Burdina entra acompañado de dos guardias. “Señor Lorenzo de la Mata, queda arrestado por un delito grave”, anuncia. Leocadia intenta intervenir, pero Alonso, implacable, ordena que nadie interfiera. “Debe responder ante la justicia.” Los guardias lo sujetan mientras él grita que es inocente. Nadie lo cree. Los criados observan desde las sombras, con rostros de asombro y alivio. María, agotada, cae de rodillas. “Perdóneme, señor… no quise traer vergüenza a esta casa.” Alonso la ayuda a levantarse y le dice con serenidad: “No trajiste vergüenza, María. Trajiste la verdad. La vergüenza es de él.”

Ángela, entre lágrimas, mira al hombre que alguna vez creyó amar. “Deseo que sufras lo mismo que hiciste sufrir a María, y que pagues cada lágrima que derramó.” Leocadia la abraza, mientras el marqués ordena que nadie vuelva a usar el nombre de los Luján para encubrir deshonras.

Afuera, bajo una lluvia torrencial, el sargento sube a Lorenzo a la carreta. “Responderás ante la justicia de una vez por todas”, le dice. El trueno retumba sobre el cielo de Luján como si el destino mismo sellara su condena. Dentro del palacio, María observa desde la ventana, su rostro empapado de lágrimas, pero con una paz que no había sentido en mucho tiempo. Por fin, la verdad ha salido a la luz.

Y así, con la caída de Lorenzo, La Promesa entra en una nueva etapa, marcada por el poder de la justicia y el valor de una mujer que se atrevió a enfrentarse al silencio. Porque en este lugar de secretos, solo el coraje puede romper las cadenas del miedo.