LA PROMESA – El tío de Enora invade el palacio y la desenmascara delante de todos, revela su secreto
Y en los próximos capítulos de la serie La promesa, el tío de Enora irrumpirá en el palacio de los Luján y revelará la verdad sobre la joven
El ambiente en el palacio de los Luján se tensará como nunca antes cuando el tío de Enora haga su inesperada aparición. Frente a todos los presentes, desenmascarará a la joven, exponiendo que todo lo que había dicho sobre la venta del prototipo del motor del avión era falso. La sala quedará en silencio, con miradas de asombro e incredulidad. Manuel, incapaz de ocultar su desconcierto, exigirá a Enora una explicación. Sin saber qué decir, ella comenzará a llorar, dándose cuenta de que su engaño ha sido descubierto. Intentará huir del lugar, pero el destino tiene preparado un giro que cambiará por completo la dirección de la serie.
Mientras tanto, en la mañana siguiente, Toño y Manuel conversarán sobre la situación. Manuel, con las manos cubiertas de grasa y caminando de un lado a otro entre las piezas del motor, admitirá no saber qué pensar: “Desde que me contó lo de su tío y de haber intentado vender el prototipo para conseguir dinero, no sé si creerle o no”. Toño, sentado sobre una caja de madera, permanecerá unos segundos en silencio antes de responder: “He estado pensando en eso toda la noche. Parecía sincera. Se lo vi en los ojos, nadie finge un llanto así”.

Manuel, sin ocultar su desconfianza, replicará: “Pero Enora siempre supo cómo hablar, y además tú vas a casarte con ella. Estás enamorado, es más fácil que te convenza”. Toño suspirará y dirá con firmeza: “Puede que sea conveniente, pero tiene sentido. Temblaba cuando lo contó. Dijo que su tío está enfermo y necesita un tratamiento caro. Intentó vender el prototipo porque pensó que nadie le creería si pedía ayuda”. Manuel cruzará los brazos, respirando hondo, preocupado por la gravedad de la situación: “Quiero creer, Toño, de verdad quiero, pero se metió con algo que no es solo suyo. Ese motor es fruto de meses de trabajo, el futuro de la aviación y de nuestro honor. Enora no es ingenua”.
Toño responderá con voz firme: “No lo hizo por maldad. Vi desesperación en ella. A veces hacemos tonterías por amor, y yo haría lo mismo si un familiar estuviera sufriendo”. Un silencio pesado se instalará entre ambos, mientras el sonido del viento golpea las ventanas. Toño, más tranquilo, preguntará: “Y si es verdad… y si su tío realmente está enfermo? Si solo intentó hacer lo que cualquiera habría hecho en su lugar?”. Manuel bajará la cabeza: “Entonces habría sido injusto”. Toño insistirá: “No fuiste injusto, solo prudente. Pero quizás sea hora de creer en ella. Está destrozada, no tiene a dónde ir. Dice que se arrepiente y que no duerme desde el día en que tocó ese prototipo. Yo le creo”. Manuel suspirará, reconociendo la verdad en las palabras de su amigo: “Tal vez tengas razón. Solo no quiero que confunda perdón con olvido. Lo que hizo fue grave, pero si su motivo es genuino, merece una oportunidad”.
Será entonces cuando Enora aparecerá en la puerta del hangar, vacilante, vestida con sencillez, el cabello recogido y los ojos hinchados por el llanto. Respirará hondo antes de entrar: “¿Puedo?”. Toño será el primero en responder: “Puedes, justo estábamos hablando de ti”. La joven se acercará al banco donde descansaba el motor desmontado y confesará: “Sé que dudan de mí y tienen todo el derecho, pero mentí. Mi tío está mal y me desesperé. Cuando vi el proyecto funcionando, pensé que podría conseguir dinero para su tratamiento. Fue un error, lo sé, pero no lo hice por maldad”.
Manuel la observará atentamente, intentando comprender cada palabra: “¿Y por qué no lo contaste antes? ¿Por qué ocultarlo?”. Ella bajará la mirada: “Me dio vergüenza. Sabía que nadie lo entendería, que parecería ambición… y tal vez lo fue. Pero al ver sufrir a alguien que amas, la cabeza deja de pensar con claridad”. Toño se acercará y pondrá una mano en su hombro: “Debiste confiar en nosotros desde el principio. La verdad siempre encuentra la forma de salir”. Enora esbozará una leve sonrisa triste: “Lo sé. Y ahora pago el precio”.
Manuel, aún serio, pero con mirada menos dura, le propondrá: “Si lo que dices es cierto, encontraremos otra forma de ayudar a tu tío, no vendiendo el motor”. Enora, sorprendida: “¿Harías eso por mí?”. Manuel responderá: “No por ti, sino porque creo que aún es posible reparar lo que se rompió: el proyecto y la confianza”. Los tres quedarán en silencio, escuchando el canto de los pájaros afuera, mientras Toño plantea un plan: “Tenemos que actuar rápido. Si el marqués descubre que el motor casi fue vendido, ni tú ni yo podremos contener la situación”. Enora se ofrecerá a redactar una carta explicando lo sucedido para adelantarse a los problemas, y Manuel aceptará, entendiendo que solo complicaría más las cosas interrumpirla.
Al día siguiente partirán hacia Villaseca, pero el encuentro con el supuesto tío será pospuesto debido a una carta urgente enviada por Enora, indicando que él estaba débil y sin fuerzas para recibir visitas. A pesar de esto, Manuel se mostrará decidido a conseguir los recursos necesarios para el tratamiento y Toño, motivado por el amor y la culpa, hará todo lo posible para ayudarla. La tensión en el palacio disminuirá poco a poco, y los criados comenzarán a murmurar que quizás Enora no era tan mala como parecía, aunque la paz será efímera.

Una tarde sofocante, mientras Manuel y Toño ajustan piezas del motor, una carroza desconocida llegará al palacio. De ella bajará un hombre sencillo, con ropa modesta pero expresión decidida: Damián, el tío de Enora. La tensión se disparará cuando él confronte a la joven: “Bonita historia, ¿no? Lástima que sea mentira”. Enora intentará explicarse, pero Damián la acusará con firmeza: “¿Todo eso era mentira? Has usado mi nombre y mi supuesta enfermedad para engañar a todos”. Manuel y Toño quedarán paralizados, incapaces de creer lo que escuchan. Enora llorará desconsolada mientras intenta justificarse: “Solo quería ayudar, pensé que nadie me escucharía”. Pero Alonso, firme y severo, le recordará el daño causado: “Involucraste nuestro trabajo, nuestra confianza y casi pusiste en riesgo el nombre de La Promesa. Eso no es ayudar”.
El tío intervendrá con dureza, explicando que Enora siempre había usado mentiras para manipular a los demás. Manuel y Toño, con el corazón roto, comprenderán que habían confiado en alguien que los engañó, mientras Enora intentará defenderse, afirmando que quería empezar de nuevo y que lo que sentía por ellos era verdadero. La realidad será innegable: la joven no podrá quedarse en La Promesa. Damián y Alonso la obligarán a regresar a Villaseca, dejando atrás el palacio, con el rostro bañado en lágrimas, derrotada pero consciente de que deberá reconstruir su vida lejos de todos los que aún tenían honor.
El capítulo cerrará con Enora subiendo a la carroza, mirando por última vez hacia el palacio, y susurrando: “Algún día lo entenderéis”. Manuel y Toño, a lo lejos, contemplarán su partida, mientras el sol ilumina el hangar y las piezas del motor, recordando que la verdad y la confianza, aunque tardías, siempre encuentran su camino.