La Promesa – Avance del capítulo 705: María y Petra al límite: la decisión y el ultimátum
María y Petra al límite: la decisión y el ultimátum
La calma aparente de La Promesa se resquebraja una vez más. Esta semana, el destino de varias almas se entrelaza en una espiral de decisiones imposibles, secretos inconfesables y emociones que amenazan con desbordarse. Nada volverá a ser igual cuando el reloj marque el final de esta tormenta que se avecina.
El primer temblor sacude los cimientos del servicio cuando María Fernández, rota por dentro tras días de angustia, decide confesar su verdad más terrible a Pía. En un arranque de desesperación, la joven doncella rompe el silencio y revela su decisión más dolorosa: interrumpir su embarazo. La noticia deja a Pía sin aliento. La muchacha, que siempre fue el alma alegre de la servidumbre, se muestra irreconocible: demacrada, pálida y con la mirada perdida. Entre sollozos, explica que no puede traer un hijo al mundo marcado por el pecado y el abandono. Que no soportaría condenar a una criatura inocente a la vergüenza que ella misma carga. Pía, conmovida hasta el alma, intenta hacerla recapacitar, pero comprende pronto que las palabras sobran: María ha cruzado ya una línea invisible. En su voz no hay duda, solo el eco de una resignación que hiela la sangre.
Mientras tanto, en otro rincón del palacio, Petra libra su propia batalla. El tiempo se ha convertido en su peor enemigo. Cristóbal le ha dado apenas unos días para demostrar que todavía es la implacable ama de llaves que durante años gobernó con autoridad y precisión. De lo contrario, la espera el despido. Aquella palabra, “despido”, retumba en su mente como un veredicto mortal. Petra, que ha dedicado su vida entera a La Promesa, siente que la casa es más que su empleo: es su reino, su identidad, su única razón de ser. Ser expulsada sería como morir en vida.

El miedo, un sentimiento que ella siempre creyó ajeno a su naturaleza, ahora la acompaña a cada paso. Su cuerpo la traiciona, sus manos tiemblan, su mente se nubla. Finge fortaleza, disimula su debilidad, pero la angustia la corroe. Se aferra a su rutina con la desesperación de quien intenta retener arena entre los dedos. Sabe que una sola muestra de flaqueza podría sellar su destino. Ante los ojos de todos intenta mantener la compostura, aunque cada tic-tac del reloj se sienta como un golpe en su pecho. La voz severa de Cristóbal, repitiendo su ultimátum, resuena en su cabeza sin cesar.
Mientras en el servicio se respira tensión y en la mente de María se libra una guerra interior, el hangar se convierte en el escenario de un inesperado giro. Manuel, el joven marqués dividido entre la razón y el corazón, toma una decisión que deja a todos perplejos: reincorpora a Enora al proyecto. Pese a su traición —intentó vender los diseños de su prototipo—, Manuel le ofrece una segunda oportunidad. Su gesto es recibido con sorpresa… y con desconfianza. Para algunos es un acto de misericordia; para otros, una imprudencia imperdonable.
Toño, herido en lo más profundo, es quien peor encaja la noticia. Había confiado en Enora, incluso la había amado. Pero su engaño lo dejó roto, sin fe en ella ni en sí mismo. Cuando se cruzan de nuevo, la conversación es amarga. Enora intenta justificar su arrepentimiento, le habla de amor, de segundas oportunidades. Pero Toño no puede perdonar tan fácilmente. Necesita tiempo, espacio, y sobre todo, recuperar su dignidad. Cada palabra entre ellos suena a despedida. Aunque ella jure que lo ama, el daño ya está hecho. Y él, con voz temblorosa pero firme, le deja claro que el perdón no siempre basta para reconstruir lo que la mentira destruye.
En la cocina, en cambio, la atmósfera es distinta. Allí, Simona y Candela traman un plan mucho más luminoso: convertir el talento oculto de Lope en un tesoro compartido. Han descubierto su secreto: un cuaderno lleno de recetas dibujadas con un arte sorprendente. Cada página es una fusión de sabor y belleza, y ambas mujeres están convencidas de que el mundo debe conocerlo. Lope, modesto como siempre, se resiste, teme el ridículo, pero sus mentoras insisten. Le hablan de publicar un libro, de hacer historia con su talento. Aunque él se sonroja y lo niega, en su interior empieza a germinar una ilusión que no había sentido nunca: la posibilidad de dejar una huella más allá de los fogones.
Sin embargo, ni siquiera la calidez de la cocina logra disipar el aire gélido que recorre el palacio. Un viento invisible parece colarse por las rendijas, cargado de presentimientos y silencios. Todo en La Promesa está a punto de cambiar.
En los pasillos del ala noble, Ángela libra su propio infierno. El capitán Lorenzo la acorrala cada día un poco más con su insistencia y sus insinuaciones. La joven vive atrapada entre el deber y el miedo, aferrada al plan de su madre Leocadia, que busca casarla con Beltrán para alejarla del peligro. Pero el tiempo corre, y cada encuentro con Lorenzo es una tortura. Él la busca, la acosa con palabras suaves y miradas que la hieren. Finge cortesía, pero detrás de cada gesto se esconde una amenaza. Ángela sonríe por inercia, inventa excusas, pero su alma se apaga poco a poco.

El único que percibe su sufrimiento es Curro. Incapaz de seguir siendo un testigo pasivo, toma una decisión radical: no esperará más. Le propone a Ángela un plan desesperado, una jugada que podría salvarla… o condenarlos a ambos. Le sugiere que huyan juntos por unos días. Que simulen una fuga, un escándalo. Que el mundo crea que ella se ha deshonrado. Así, Lorenzo, obsesionado con el honor, la repudiará, y Ángela será libre.
La propuesta es tan audaz como peligrosa. Ángela vacila. Sabe que arriesgará su reputación, su nombre, todo lo que le queda. Pero al mirar a Curro, ve en sus ojos una determinación tan pura que el miedo se disuelve. Él está dispuesto a sacrificarlo todo por ella, incluso su propio futuro. Esa certeza la estremece. En un susurro tembloroso, pronuncia las palabras que sellan su destino: “De acuerdo, lo haremos”.
Esa noche, en la penumbra de la biblioteca, sus manos se unen por última vez como cómplices de un pacto imposible. El aire parece contener la respiración, consciente de la magnitud de lo que está por venir. No hay vuelta atrás. La Promesa, testigo de tantas pasiones y secretos, será ahora escenario de una fuga que desafiará las normas del honor y el amor.
Así, entre lágrimas, miedos y coraje, la semana se cierra con tres mujeres al borde del abismo: María, que se enfrenta al dilema más cruel de su vida; Petra, que lucha contra el tiempo para no perder su lugar en el mundo; y Ángela, dispuesta a desafiarlo todo por amor.
La Promesa se cubre de sombras. Las decisiones tomadas en silencio comienzan a tejer una red que pronto atrapará a todos. Y cuando el amanecer llegue, ya nada será igual: el escándalo, la redención y la pérdida caminarán de la mano por los pasillos del palacio, marcando un antes y un después en la historia de todos sus habitantes.
El reloj sigue su marcha, implacable. La cuenta atrás ha comenzado.