Sueños de Libertad Capítulo 427 (La traición de Gabriel y el secreto que podría destruirlo todo)
Título: “El despertar de Andrés: secretos, mentiras y el miedo oculto de María”
Hola amigos, bienvenidos a este avance extendido del capítulo 427 de Sueños de Libertad, un episodio cargado de emociones, silencios que pesan como piedras y verdades que comienzan a resquebrajar los cimientos de la familia. Lo que parece un simple despertar se convierte en una batalla de conciencias, donde cada palabra puede cambiarlo todo y donde el miedo de María amenaza con arrastrarla hacia un abismo del que quizá ya no pueda salir.
La historia inicia en el hospital, un lugar donde el tiempo parece detenido. Solo se escucha el sonido constante de las máquinas y el murmullo lejano de los pasillos. En una habitación iluminada por una luz tenue, María permanece junto a la cama de Andrés, inmóvil, con el rostro marcado por el cansancio. No se ha movido desde que lo ingresaron. Tiene los ojos rojos, el corazón en vilo, y una esperanza que se apaga y se enciende con cada respiración de él. Le acomoda las sábanas, le limpia el sudor, le toma la mano con ternura, como si el contacto pudiera despertarlo. Pero Andrés sigue dormido, atrapado entre la vida y los recuerdos que su mente parece haber borrado.
Las horas pasan lentas, y aunque los médicos aseguraron que lo peor ya había pasado, María no logra tranquilizarse. Entre rezos y pensamientos confusos, teme no solo por la salud de Andrés, sino también por lo que pueda recordar cuando despierte. Hay algo que le aterra más que su silencio: que despierte sabiendo demasiado.
Sale al pasillo, buscando a un médico que le dé respuestas. En ese momento aparece Damián, con el rostro demacrado y la chaqueta arrugada. María lo ve y apenas puede ocultar la ansiedad. Le explica que nadie les ha dado aún los resultados y que teme que algo no vaya bien. Damián intenta mantener la calma, pero su mirada denota agotamiento. Le sugiere que descanse, que coma algo, pero María se niega rotundamente. No piensa moverse de allí hasta saber la verdad.

Damián la observa, con esa mezcla de ternura y desesperación que solo un padre puede sentir. Le advierte que va a enfermar si sigue así, pero ella calla. En el fondo, Damián ignora la verdadera razón por la que María se aferra a ese lugar: teme que Andrés despierte y diga algo que podría ponerlos a todos en peligro.
Cuando Damián entra a la habitación, se acerca a su hijo, le toma la mano y le susurra unas palabras llenas de cariño. “Vas a salir adelante, hijo mío.” En ese momento, el hombre no imagina que, al despertar, Andrés no solo traerá consigo el peso del accidente, sino también el eco de secretos que alguien ha intentado enterrar.
Minutos después, María vuelve a entrar. Damián sigue allí, abatido, sin haber dormido. Hablan sobre la empresa y la situación crítica tras la venta del 51% a los italianos. María intenta calmarlo, pero Damián explota: siente que todo lo que construyó se desmorona. Le reprocha a María haber entregado su legado, mientras ella se defiende, insistiendo en que era la única manera de salvar la fábrica y asegurar el futuro de Julia. La tensión se eleva hasta que Marta irrumpe alarmada. Intenta mediar, pero Damián no cede. Con sarcasmo, agradece a María “por haber vendido la empresa a los italianos”. El ambiente se llena de reproches y heridas no cerradas.
Entonces, algo rompe el caos: un leve sonido. Andrés comienza a toser. Sus párpados tiemblan y, finalmente, abre los ojos. María corre hacia él, con lágrimas en los ojos. “¡Ha despertado!”, exclama entre sollozos. Damián se acerca con el corazón en la garganta, tratando de controlar su emoción. Sin embargo, su instinto de padre lo lleva a pedir a Marta que se lleve a María. Quiere estar a solas con su hijo. Ella se resiste, alegando que es su esposa, pero Damián insiste con voz suave pero firme. Marta la acompaña fuera de la habitación mientras María, entre la confusión y el temor, se deja llevar.
Dentro, Damián se sienta junto a la cama. Toma la mano de Andrés, que respira con dificultad. “¿Cómo te sientes, hijo?”, pregunta con ternura. “Un poco mejor”, responde él débilmente. Damián intenta indagar sin presionarlo. “¿Recuerdas algo de lo que pasó?” Andrés frunce el ceño. Solo fragmentos, destellos confusos. “¿Dónde fue la explosión?”, pregunta. Damián le explica que ocurrió en la sala de calderas y que hubo heridos. Andrés pregunta por los demás. Damián le revela que Tacio logró evacuar gracias a él, que Gabriel está bien, pero que Benítez no sobrevivió. Andrés guarda silencio, devastado, y se culpa en voz baja. “Entonces fue mi culpa…” Damián se apresura a negarlo. “No digas eso, hijo. Salvaste muchas vidas.”
Sin embargo, la culpa pesa sobre Andrés, y su mente se nubla con recuerdos borrosos. Damián intenta distraerlo contándole que la fábrica se está reparando, pero también le confiesa que la venta ya se ha hecho efectiva. Andrés se sorprende. “¿Vendiste la empresa?” Damián le pide que no piense en eso ahora, que solo se concentre en sanar. Pero el joven no puede dejar de pensar en todo lo que ha perdido.
Cuando las enfermeras entran para llevarlo a más pruebas, Damián se queda solo, roto, con la mirada perdida. Sabe que nada volverá a ser igual.
En el jardín del hospital, María se cruza con Gabriel. El tono entre ellos es frío y tenso. Gabriel, mirando alrededor para asegurarse de que nadie los escuche, le dice con dureza: “Más vale que Andrés no recuerde nada. Si recupera la memoria, estaremos acabados.” María lo mira con indignación, pero su mirada también refleja miedo. Gabriel la presiona para que lo ayude a mantener el secreto. Le recuerda que ella también está implicada, que no tiene escapatoria. “Andrés está confundido. Podemos manipular lo que cree recordar”, dice con voz gélida. María lo escucha temblando, consciente de que se ha convertido en cómplice de algo que jamás debió permitir.

Horas después, cuando Andrés regresa de las pruebas, María vuelve a la habitación. Él la ve y sonríe débilmente. “María, ¿estás aquí?”, susurra. Ella finge serenidad. Le pregunta cómo se siente, y él responde que las pruebas salieron bien, que no hay daños graves. “Parece que sigo siendo el mismo de antes”, dice con una sonrisa leve. María lo observa con alivio fingido y le pregunta si recuerda algo del accidente. Andrés niega frustrado. “Nada. Quisiera saber si todo fue culpa mía.” María no duda un segundo: “No fue tu culpa. Te llamaron por un problema en la caldera y gracias a ti se evitó algo peor.”
Andrés, confundido, le pregunta si ella estaba allí. María asiente y le cuenta que resultó herida, pero que está recuperando la sensibilidad en las piernas. Él se emociona y la felicita, ignorando que detrás de esa ternura se esconde una mentira cuidadosamente tejida.
En ese instante, entra Digna para ver a Andrés. Lo saluda con cariño y le desea pronta recuperación. María apenas la escucha. Se queda mirando el suelo, atrapada en su propio remordimiento. En sus ojos hay una mezcla de alivio y terror. Sabe que acaba de manipular los recuerdos de su esposo para proteger su secreto y que cada palabra que pronunció podría volverse en su contra.
Mientras el sol del atardecer se filtra por la ventana, María comprende que el verdadero peligro no está en la fábrica ni en la explosión, sino en lo que Andrés podría llegar a recordar. Si la verdad sale a la luz, ni ella ni Gabriel podrán escapar de las consecuencias.
Y así termina este episodio desgarrador, donde la traición y el miedo se mezclan con el amor y la culpa. ¿Recordará Andrés lo que realmente ocurrió aquella noche? ¿Podrá María seguir sosteniendo sus mentiras sin perderlo todo? No te pierdas el próximo capítulo de Sueños de Libertad, porque el despertar de Andrés podría ser solo el comienzo del fin.