Avance Sueños de Libertad, capítulo 424: Gabriel contra Andrés: Despertar mortal
Gabriel contra Andrés: Despertar mortal
El destino de Andrés se tambalea entre la vida y la muerte. Tras semanas sumido en un profundo coma, su cuerpo finalmente da señales de respuesta. Para su familia, la esperanza renace; para Gabriel, sin embargo, esta noticia es la peor pesadilla posible. Si su primo abre los ojos y recuerda lo ocurrido, todos sus planes —la herencia, la empresa y su matrimonio con Begoña— se desmoronarán como un castillo de naipes. La reacción de Andrés lo cambia todo: lo que debería ser un milagro se convierte en una amenaza mortal.
En la gran casa de los De la Reina, el aire está cargado de presagios. Damián, el patriarca, intenta mantener a flote el legado familiar, pero la desesperación se adivina en su rostro. Las deudas asfixian a Perfumerías De la Reina y los socios extranjeros presionan con ofertas cada vez más humillantes. Pelayo intenta convencerlo de vender, mientras Gabriel —maestro del disfraz emocional— sugiere ceder, aparentando calma y sensatez. Pero María, observadora atenta, nota algo inquietante en su comportamiento: hay una frialdad calculada en cada palabra, una sombra que se intensifica con el paso de los días.
Cuando la doctora Luz irrumpe con la noticia de que Andrés ha comenzado a reaccionar, todo cambia. La familia entera estalla en júbilo. Damián se emociona, Pelayo sonríe y María rompe a llorar de alivio. Todos celebran el milagro… excepto Gabriel. Su máscara de felicidad apenas logra ocultar el terror que le recorre el cuerpo. Por dentro, siente que el suelo se abre bajo sus pies. Si Andrés despierta, recordará todo: la pelea, el golpe, su traición. No habrá mentira capaz de salvarlo.

“Voy a avisar a Begoña”, dice, con voz trémula. Nadie sospecha que, detrás de su aparente emoción, solo hay miedo y cálculo. Sale de la casa con paso rápido, y ese mismo temblor en sus manos lo delata: no va a compartir una buena noticia, va a impedir que su secreto salga a la luz.
Mientras tanto, en la fábrica, la tensión crece. Irene, cansada de un mundo que se derrumba a su alrededor, decide marcharse con José para empezar de nuevo. Tasio, resignado, comprende que ha perdido no solo a una compañera de trabajo, sino también a una mujer que eligió la felicidad antes que el deber. Le permite irse con una mezcla de tristeza y admiración, sabiendo que su partida simboliza el principio del fin para la empresa.
En el laboratorio, Luis Merino, el genio detrás de las fragancias de la marca, comete un error fatal. Cristina descubre que ha estado negociando con la competencia, vendiendo sus fórmulas a escondidas. Él se defiende alegando que es la única manera de salvar la compañía, pero cuando Tasio y Marta lo enfrentan, la traición se vuelve insoportable. La discusión estalla, las acusaciones vuelan, y en medio del caos, Luis pronuncia lo impensable: “¡Tu padre está en coma, Marta!”. El silencio posterior es un golpe brutal. Lo que pretendía ser una decisión desesperada por salvar la empresa se convierte en una herida imposible de cerrar.
Mientras la fábrica se desangra en conflictos, la colonia obrera vibra con un extraño movimiento de esperanza. Gaspar y Claudia, decididos a no rendirse, presentan su idea revolucionaria: transformar la empresa en una cooperativa gestionada por los propios trabajadores. Al principio se burlan de ellos, los tildan de soñadores, pero sus palabras —“ser dueños de nuestro destino”— empiezan a calar entre la multitud. Por primera vez en mucho tiempo, el futuro no parece completamente perdido.
En otro rincón de Toledo, el pasado resurge. Carmen, la esposa de Tasio, se reencuentra con David Robles, su primer amor. Lo que comienza como un encuentro casual despierta emociones dormidas: recuerdos de juventud, ternura y una chispa de deseo que creía extinguida. No se atreve a contarle nada a su marido, guardando el secreto como un tesoro peligroso. Sin saberlo, está abriendo una puerta que podría poner en riesgo su matrimonio.
De regreso en la casa grande, Begoña vive una mezcla de esperanza y miedo. La doctora Luz le advierte que Andrés podría despertar con secuelas, que el coma ha podido alterar su cuerpo y su mente. Pero ella, con una determinación que asombra, se niega a dejarse vencer por el temor. “Que despierte como sea”, dice con los ojos llenos de lágrimas. “Yo estaré ahí para él, pase lo que pase”. Es una promesa que, sin saberlo, la coloca en el camino del peligro.
Mientras tanto, María, en pleno proceso de recuperación, conversa con Gema. Su amiga la anima a pensar en un futuro junto a Andrés, recordándole que ambos siempre han estado unidos por algo más que amistad. María se resiste, pero en su interior, la esperanza renace. El posible despertar de Andrés ya no representa solo la salvación de la familia, sino también una nueva oportunidad para su corazón.
Y mientras todos celebran, Gabriel recibe la confirmación que lo condena. El doctor Herrera llama desde Madrid: las reacciones de Andrés no solo son prometedoras, sino el preludio de una recuperación total. “Volverá completamente”, dice el especialista. La palabra “completa” resuena en la mente de Gabriel como una sentencia. Si Andrés despierta con todos sus recuerdos intactos, su caída será inevitable.

El pánico lo invade. Sale del despacho con el corazón desbocado, temblando como si huyera de un incendio. No hay lugar para él en ese mundo si Andrés abre los ojos. Su mente, trastornada por el miedo, concibe un solo camino: impedir que eso suceda. Si el destino quiere salvar a su primo, él mismo se encargará de torcerlo. Un accidente, una complicación médica… una recaída “inesperada”. Nadie sospechará. Nadie sabrá la verdad.
Pero María lo ve. Desde lo alto de la escalera, observa su rostro desencajado, sus gestos nerviosos, la urgencia con la que toma las llaves del coche. No es la cara de un hombre feliz; es la de alguien a punto de cometer un acto terrible. En ese instante, lo entiende todo. “Va al hospital”, susurra, horrorizada.
Sin pensarlo, desciende como puede, ignorando el dolor de sus piernas recién recuperadas. Grita los nombres de Damián y Pelayo, pero el rugido del motor de Gabriel ahoga su voz. Solo queda una certeza: el tiempo se agota.
La noche cae sobre Toledo, envolviendo a la casa grande en un silencio ominoso. Mientras unos celebran el milagro de un despertar, otros corren hacia el abismo. Gabriel, impulsado por el miedo y la culpa, se convierte en su propio verdugo, dispuesto a sellar su destino con sangre. Y María, la única que ha comprendido el peligro, inicia una carrera desesperada contra el reloj.
¿Logrará detenerlo antes de que cometa una locura? ¿Despertará Andrés justo a tiempo para salvarse? ¿O será el amanecer del día siguiente el que revele el crimen más oscuro en la historia de los De la Reina?
El suspense está servido: cuando el amor, la ambición y el miedo chocan, solo uno puede sobrevivir.