La Promesa: Curro y Ángela: El Plan Secreto para Escapar de La Promesa
Curro y Ángela: El Plan Secreto para Escapar de La Promesa
El amor entre Curro y Ángela enfrenta su mayor prueba en los sombríos pasillos de La Promesa. Las manipulaciones de Leocadia y las amenazas veladas de Lorenzo han tejido una red invisible que asfixia a la joven, empujándola hacia un destino que no eligió: un matrimonio impuesto con Beltrán, el abogado ambicioso que ve en ella un ascenso social sin imaginar la tragedia que encierra su sonrisa forzada. En medio de ese ambiente enrarecido, Curro, movido por un amor tan profundo como desesperado, traza un plan que podría cambiarlo todo: escapar juntos del palacio antes de que las puertas se cierren sobre ellos para siempre.
El aire en La Promesa es pesado, saturado de secretos y silencios. Las paredes parecen escuchar, los retratos observan y los ecos del pasado se confunden con los pasos furtivos del presente. Curro siente ese peso en el pecho cada vez que ve a Ángela fingir serenidad ante los demás. Sus ojos, antaño llenos de luz, se han tornado opacos, presos de una angustia que no logra disimular. Ella ya no ríe, apenas habla; se mueve por el palacio como una sombra, obedeciendo a su madre mientras su espíritu grita por dentro.
Leocadia, con su mirada fría y calculadora, controla cada movimiento de su hija. Cree estar labrando su triunfo definitivo: casar a Ángela con un hombre de posición, asegurar la fortuna y el poder familiar, y borrar cualquier vestigio del amor que la joven siente por Curro. A sus ojos, el amor no es más que un obstáculo que debilita la voluntad. Y Curro, para ella, representa todo lo que desprecia: la pasión, la rebeldía, el caos.
Beltrán, ajeno al drama, se siente afortunado. La sonrisa ensayada de Ángela le parece un gesto de ternura, no la máscara de una mujer atrapada. No ve las lágrimas que esconde tras los muros de su habitación ni las cartas que nunca se atreve a enviar. Cree que el futuro les pertenece, sin sospechar que forma parte de un plan ajeno, de una transacción donde los sentimientos valen menos que una dote.
Mientras tanto, en otras estancias del palacio, los conflictos hierven con la misma intensidad. Martina y Jacobo libran su propia guerra matrimonial, donde cada palabra es un reproche y cada silencio un abismo. María Fernández y Samuel, en cambio, hallan un rayo de esperanza en medio de la incertidumbre: el valor de formar una familia pese al miedo. Y Petra, despedida y humillada, encuentra en la bondad de Pía una salvación discreta, un refugio lejos del dolor que la casa le ha causado.
Pero todo esto es solo el telón de fondo de una tormenta mayor. Porque en el corazón de La Promesa, Leocadia ha descubierto que alguien conoce su secreto más oscuro. Una carta anónima, enviada en el momento más inoportuno, amenaza con exponerla. La mujer que creía tenerlo todo bajo control comienza a sentir que las sombras conspiran en su contra. En su paranoia, sospecha de todos: de Petra, de Martina, incluso de Manuel. Su poder comienza a resquebrajarse, y la certeza de que hay un traidor dentro del palacio la mantiene al borde del abismo.
En medio de esa tensión, Curro y Ángela se reencuentran en la biblioteca. Ella, desbordada por la presión, se derrumba entre lágrimas. Confiesa lo que lleva semanas ocultando: Lorenzo la manipula, la amenaza con destruirla si no obedece, y su madre no solo lo permite, sino que lo apoya. “Me siento atrapada en una tela de araña”, solloza. Curro la escucha con el corazón en llamas. Quisiera enfrentarse a su enemigo, pero sabe que la violencia no es la salida. Entonces, se le ocurre algo más audaz: una huida.
“Nos iremos de aquí”, le promete con voz firme. “Lejos de todos ellos. Lejos de este infierno.” Ángela duda. El miedo la ha mantenido prisionera durante demasiado tiempo, pero en los ojos de Curro ve la promesa de algo que nunca ha tenido: libertad. El plan parece imposible, pero en esa imposibilidad reside su fuerza. Él la convence de que el amor que los une vale cualquier riesgo. Ella asiente, y en un susurro que cambiará sus destinos, pronuncia la palabra que lo sella todo: “Sí.”

Esa noche, bajo la luz pálida de la luna, sellan su pacto. No hay testigos, solo el murmullo del viento y el temblor de sus manos entrelazadas. Mientras en otra ala del palacio Leocadia maquina venganzas y sospecha de todos, sus dos víctimas más inocentes deciden desafiar el destino. Han elegido el amor, aun sabiendo que la libertad que buscan tiene un precio alto.
En la rectoral del pueblo, Petra también vive un nuevo comienzo. Gracias a Pía, consigue un trabajo lejos de La Promesa, donde por primera vez en años siente paz. Su historia, llena de orgullo y dolor, encuentra un respiro, mientras que en el palacio la guerra silenciosa continúa.
El amanecer llega con la calma engañosa que precede a las tragedias. María Fernández, decidida, le anuncia a Samuel que tendrá al hijo que esperan. El miedo sigue ahí, pero también la esperanza. En sus manos se entrelazan la vida y la promesa de un futuro distinto.
Y mientras los primeros rayos de sol bañan las torres de La Promesa, Curro se prepara. Esa noche, cuando todos duerman, comenzará su fuga con Ángela. No hay marcha atrás.
Pero el destino rara vez deja escapar a quienes lo desafían. En los pasillos, Leocadia observa, presiente algo, siente que una pieza de su tablero se mueve sin su permiso. “¿Qué estás ocultándome, hija mía?”, murmura frente a la ventana, con el rostro endurecido.
El reloj marca las horas con un eco fúnebre. Cada segundo los acerca al amanecer… y al peligro.
¿Lograrán Curro y Ángela escapar antes de que el palacio cierre sus puertas?
¿O la marquesa descubrirá su plan y jugará su última carta?
En La Promesa, el amor no es un refugio: es un desafío al poder. Y la libertad, la más hermosa y cruel de las rebeldías, exige siempre un precio. 🌙