Luis rechaza la oferta de Floral – Sueños de Libertad
🔥Spoiler: “El precio del legado: la traición silenciosa de los Merino”🔥
En el nuevo episodio de Sueños de Libertad, la tensión en Perfumerías de la Reina alcanza un punto de no retorno. Las paredes del despacho donde se decide el futuro de la empresa parecen cargadas de electricidad. Los silencios pesan más que las palabras, y las miradas revelan lo que los labios intentan callar: la desconfianza, el cansancio y la desesperación ante una crisis que amenaza con arrasar no solo una compañía, sino también los lazos familiares que la sostienen.
La escena se abre con una noticia que nadie esperaba. “Me acaba de decir que está dispuesto a mejorar la oferta que nos hicieron”, anuncia Marta, con un tono entre la sorpresa y la preocupación. Todos la miran con atención. Gabriel frunce el ceño, Tasio cruza los brazos. “¿Pero si ya les dijimos que no?”, pregunta alguien con incredulidad. La respuesta llega con un matiz inquietante: “Les dijimos que no a entrar en la empresa, pero ahora dicen que están interesados en nuestras patentes no comercializadas”.
El aire se vuelve espeso. Las patentes. El verdadero corazón de Perfumerías de la Reina. Aquello que contiene la esencia de su historia, la huella del trabajo de generaciones. “¿Cuándo nos hicieron una oferta por las patentes?”, pregunta Tasio, cada vez más tenso. Marta niega con la cabeza: “Así me he quedado yo. Dice que se lo comunicó directamente a Luis”.
El desconcierto crece. “¿Y por qué Luis no nos ha dicho nada al resto?”, añade Damián, con un tono que empieza a rozar la ira contenida. Nadie tiene respuesta. O al menos no todavía. Marta, con la serenidad de quien intenta mantener el orden, murmura: “Creo que ahora lo sabremos”.

En ese momento, la puerta se abre. “Buenas tardes. ¿Estáis ocupados?”, pregunta Luis mientras entra con el informe de los daños causados por la explosión. Pero el silencio que recibe le hace comprender al instante que el ambiente no es precisamente propicio para informes. Marta toma la palabra con frialdad calculada: “Luis, me acaba de llamar don Enrique Burgos, de Floral. Dice que está dispuesto a aumentar un diez por ciento la oferta que nos hizo por las patentes”.
El golpe cae como una losa. Luis baja la mirada, atrapado. “Así que tú lo sabías”, espeta Tasio, con los ojos clavados en él. “Sí”, responde al fin Luis, titubeante. “Sí, lo sabía… y disculpadme por no haberos informado antes.”
La palabra “disculpa” suena hueca. Marta lo observa con decepción. “¿Y por qué ese secretismo?”, le exige. La respuesta llega, pero no calma a nadie. “Porque no creo que sea buena idea mercadear con nuestras creaciones”, argumenta Luis. “Estamos hablando de un valor de futuro para la empresa. Por mucho dinero que nos paguen, no será suficiente para resolver todos los problemas que tenemos encima.”
Su tono mezcla orgullo y obstinación. Pero lo que para él es una defensa de principios, para los demás es una traición. Marta lo interrumpe con firmeza: “Luis, pienso exactamente igual que mi hermana. Pero no tiene ningún sentido que te hayas callado algo así. Es una decisión que compete a la junta, no a ti solo.”
La tensión crece. Nadie respira. Y entonces, Luis explota. “No, Marta, lo siento… pero no. Sé que no es lo correcto, pero por una vez —por una puñetera vez— vamos a ser los Merino los que decidamos algo, y la junta no va a decir ni pío. Porque estamos hablando de patentes que eran de mi padre, muchas de ellas. Otras son mías. Y por mucho que sean propiedad de la empresa, forman parte de mi familia. Eso es intocable.”
Un silencio helado llena la sala. Las palabras de Luis resuenan con la fuerza de una sentencia. El apellido Merino, que durante años fue sinónimo de honor y esfuerzo, ahora se convierte en una bandera de división. Damián cierra los ojos, exasperado. Tasio golpea la mesa, conteniendo la rabia. Marta respira hondo, intentando mantener la calma, pero su mirada delata la decepción.
“Luis… te entiendo perfectamente”, dice con tono conciliador. “Pero también deberías entendernos tú a nosotros. No tiene sentido que gestiones así las cosas cuando tenemos el agua al cuello. Precisamente para salir a flote deberíamos remar todos en la misma dirección.”
Gabriel asiente en silencio. “Si nos hubieras contado la situación, si lo hubiéramos discutido juntos, probablemente habríamos llegado a la misma conclusión que tú”, añade Marta, intentando tender un puente. “Pero los Merino estáis siempre a la defensiva… y parece que se os olvida que en esta empresa hay cosas que siguen siendo sagradas.”
Luis alza la vista, dolido. “¿Sagradas?”, pregunta con ironía. Marta lo mira fijamente. “Sí. Como el legado de tu padre.”

Las palabras se clavan como un cuchillo. En ese instante, todos los presentes saben que algo se ha roto entre ellos. La empresa que durante décadas fue símbolo de unidad familiar se tambalea bajo el peso de los reproches y las decisiones impulsivas.
Luis intenta justificar su silencio, pero ya es tarde. Sus compañeros sienten que ha cruzado una línea. Ha puesto sus emociones personales por encima del bien común, y eso, en un momento de crisis, puede costarles la supervivencia.
Fuera, el viento sopla con fuerza, agitando los carteles medio caídos de la fábrica, como si el propio destino quisiera advertirles de que el tiempo se agota. Dentro, el ambiente se torna denso, cargado de orgullo, historia y heridas que nunca cicatrizaron.
Mientras Marta intenta reconducir la reunión, Gabriel observa a Luis con una mezcla de compasión y desconfianza. Sabe que sus palabras nacen del dolor, pero también del miedo: el miedo a perder el legado de su padre, a ver desvanecerse todo por lo que trabajaron. Sin embargo, su actitud podría condenarlos a todos.
La música de fondo crece lentamente, subrayando la tensión de una escena donde cada gesto es una declaración. Marta guarda los documentos sobre la mesa, mira a su hermano y dice con voz grave: “Si de verdad honramos la memoria de nuestro padre, debemos hacerlo juntos, no enfrentados.”
Pero Luis no responde. Mira por la ventana, hacia la fábrica que fue su vida, y en sus ojos se refleja una mezcla de orgullo y tristeza. Quizá sabe que tiene razón, pero también que ha perdido algo más importante que una discusión: la confianza de los suyos.
💥 En el próximo capítulo de “Sueños de Libertad”, las consecuencias de esta ruptura no tardarán en sentirse. Mientras la empresa se tambalea, las alianzas se redefinen, y el apellido Merino podría convertirse en el símbolo no del legado… sino de la caída.