Sueños de Libertad Capítulo 429 (Tasio frente a su destino: ¿podrá salvar su puesto en la fábrica?)
“Sombras del pasado y promesas rotas: el capítulo que lo cambia todo en Sueños de Libertad“
El nuevo episodio de Sueños de Libertad se abre bajo un cielo gris, presagio de los conflictos que están por estallar. Dos líneas narrativas corren en paralelo, tejiendo una red de tensión y emociones reprimidas que marcan el rumbo del destino de sus protagonistas. Por un lado, Tasio se enfrenta al mayor desafío de su carrera: mantener su puesto en la fábrica frente a la llegada de una representante enviada desde París, decidida a evaluar —y tal vez reemplazar— su gestión. Por otro, Andrés Reina despierta del coma y regresa a una casa que le resulta familiar y ajena al mismo tiempo, enfrentándose a los fantasmas de una memoria fragmentada que amenaza con revelarle más de lo que puede soportar.
La mañana comienza silenciosa en la fábrica. Tasio, concentrado en sus papeles, apenas levanta la vista cuando la puerta se abre y entra una mujer de traje oscuro, mirada firme y un acento extranjero que corta el aire. Es la enviada de Brosart, la poderosa compañía matriz francesa. Desde el primer instante su presencia impone respeto y desconfianza. Se sienta frente a él, deja una carpeta sobre el escritorio y, con una voz serena pero afilada, anuncia que ha venido a evaluar su desempeño. “Señor Anastasio, antes de continuar, me gustaría saber más sobre usted. ¿Tiene formación en administración, finanzas o contabilidad?”, pregunta, aunque el tono revela que ya conoce la respuesta.
Tasio levanta la mirada, consciente de la trampa oculta en la pregunta. “No, señora. Aprendí trabajando. Empecé descargando cajas en el almacén, y con el tiempo lo demás vino solo. Todo lo que sé lo aprendí aquí.” Ella asiente sin mostrar emoción. “¿Domina algún idioma extranjero?” “Algo de inglés”, responde él con modestia. “Tenemos clientes americanos, tomé clases, pero el trabajo me deja poco tiempo.” La mujer sonríe apenas, un gesto calculado que no alcanza sus ojos. “Admiro su ascenso, señor Anastasio. De obrero a director… no es algo común.” Tasio percibe la ironía disfrazada de elogio y, con una mueca de molestia, replica: “Entonces ya sabe quién soy. ¿Por qué tanta pregunta?”

Ella lo mira directamente, impasible. “Solo quería confirmar que usted es, en efecto, el señor Anastasio.” En ese instante el aire se vuelve denso. Él comprende que no está ante una simple evaluación, sino ante el principio de su destitución. La representante se inclina hacia él y, con la frialdad de quien dicta una sentencia, le comunica que Brosart iniciará una nueva etapa de liderazgo. “La compañía necesita un perfil diferente. Usted seguirá al frente de forma temporal, hasta que el señor Antón decida quién tomará su lugar.”
Las palabras caen como piedras. Tasio siente que el suelo se le abre bajo los pies, pero logra contener su rabia. “Entendido”, murmura, “¿dónde debo trabajar mientras tanto?” Ella, sin inmutarse, responde: “Usará la oficina contigua.” El tono con que lo dice, seco y distante, hiere más que la decisión misma. Él la acompaña con cortesía, pero cuando cierra la puerta detrás de ella, siente que todo su esfuerzo se desmorona. Minutos después, la representante toma el teléfono y habla en francés con voz baja y precisa: “Monsieur Brosart, ya está hecho. Le informé al señor Anastasio. Oui, haré lo que me indicó. Le monde André est en marche.” Al colgar, su expresión cambia. Lo que parecía una simple supervisora se revela como una pieza clave de un plan mucho más oscuro.
A kilómetros de allí, el ambiente en la casa de los Reina es igual de tenso, aunque teñido por la emoción contenida. Andrés, aún pálido tras su convalecencia, camina lentamente por los pasillos de su hogar, tocando los muebles y observando los retratos como si fueran fragmentos de un sueño que intenta recordar. “Todo me parece tan familiar y tan ajeno a la vez”, murmura. Su padre, Damián, lo sigue con preocupación. “No te exijas demasiado, hijo. Recuperarse lleva tiempo.” Pero sus palabras suenan más a súplica que a consuelo.
Desde un rincón, María los observa con una mezcla de ternura y miedo. No pertenece del todo a esa familia, pero su presencia es imposible de ignorar. Se acerca despacio, temerosa de romper el frágil equilibrio. “Deberías descansar, Andrés. Tu mente y tu cuerpo lo necesitan”, dice con dulzura. Él la mira confundido. Hay algo en sus ojos que despierta un eco en su interior. “¿Nos conocíamos?”, pregunta casi en un susurro. María sonríe con tristeza. “Sí, Andrés. Nos conocíamos… y mucho.”
Damián escucha la conversación y desvía la mirada, incómodo. Sabe que entre ellos hay una historia que preferiría enterrar. “Andrés, ve a tu habitación. Necesitas descanso”, ordena con firmeza. El joven obedece, dejando un silencio espeso tras de sí. Cuando él desaparece, Damián enfrenta a María con tono severo. “No quiero que lo confundas más. Andrés necesita paz, no emociones que lo alteren.” Ella sostiene su mirada sin retroceder. “No quiero dañarlo, Damián. Solo quiero ayudarle a recordar quién fue… quién es.”
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F07d%2Fa4e%2F150%2F07da4e1508340822165c22ec153e3161.jpg)
Él suspira con resignación. “Algunos recuerdos solo traen dolor, María. Hay cosas que es mejor dejar enterradas.” Pero ella responde con calma: “Y a veces olvidar también duele. Él merece la verdad, aunque duela.” Damián no replica. Se aleja, dejando a María sola, mirando un retrato de Andrés. Una lágrima silenciosa cae sobre la mesa.
Esa noche, Andrés se despierta sobresaltado. Fragmentos de memoria lo asaltan: risas, promesas, una voz femenina susurrando “Te esperaré, aunque todo cambie.” Se levanta y camina hacia la ventana. Afuera, bajo la penumbra, distingue una silueta inmóvil: es María. Sus ojos se encuentran por un instante eterno, y en esa mirada se abre una grieta en su amnesia. Algo dentro de él despierta.
Al amanecer, en la fábrica, Tasio llega antes que nadie. No ha dormido, pero su mente está más clara que nunca. Recorre los pasillos, observa a los trabajadores que lo saludan con respeto y siente una mezcla de orgullo y rabia. Todo lo que construyó está en peligro, pero no está dispuesto a rendirse. Algo dentro de él se enciende: la determinación de luchar por lo que es suyo.
Mientras tanto, la representante francesa recibe otra llamada. “El señor Anastasio es más fuerte de lo que pensábamos”, dice con tono analítico. “Pero todo está bajo control.” Sin embargo, su mirada delata una sombra de duda. Nada está bajo control realmente.
Las piezas están en movimiento. Tasio, decidido a no dejarse arrebatar lo que considera su legado. Andrés, atrapado entre la confusión y un amor que su memoria intenta rescatar del olvido. María, dividida entre el deseo de decir la verdad y el miedo a destruir lo poco que queda. Y Damián, guardando un secreto que podría romper a su familia para siempre.
El destino se ha puesto en marcha. Las máscaras comienzan a caer. Y en Sueños de Libertad, cada verdad que salga a la luz traerá consigo una herida más profunda. Porque a veces recordar es la peor forma de sufrir.
(Avance exclusivo de “Sueños de Libertad”: el episodio que marcará un antes y un después en la vida de Tasio, Andrés, y María.)