Avance Sueños de Libertad, capítulo 427: Gabriel logra su venganza: adiós Perfumerías Reina

🔥 Gabriel logra su venganza: adiós Perfumerías Reina 🔥

El viernes llega un capítulo que marcará un antes y un después en Sueños de libertad, un episodio donde las traiciones estallan como pólvora y los imperios se derrumban bajo el peso de los secretos. Gabriel, después de meses de mentiras, alianzas ocultas y una paciencia que rozaba la obsesión, finalmente consigue lo que tanto había soñado: ver arder el mundo de los Reina.

El plan, meticulosamente tejido en las sombras, llega a su clímax cuando Brossard se convierte en el nuevo dueño de Perfumerías De la Reina, el orgullo y emblema de Damián. Con una sola firma, todo el legado familiar se desploma, dejando al patriarca frente al abismo. Lo que comenzó como un negocio familiar se transforma en un campo de ruinas, un símbolo de cómo la ambición puede devorar hasta los cimientos del poder.

Gabriel contempla su triunfo desde el silencio. No hay júbilo en su rostro, solo una calma gélida, la del hombre que ve cumplida su venganza, pero a un precio que ni él imaginaba. Su mirada, perdida entre los documentos firmados, se detiene en el nombre de Damián. “Fin del linaje”, murmura, como una sentencia.

Damián, en cambio, vive el derrumbe con una mezcla de furia y desesperación. Durante décadas construyó su imperio ladrillo a ladrillo, sacrificando familia, amor y descanso. Ahora, todo lo que queda son paredes vacías y el eco de su propio orgullo. Sus manos tiemblan al sostener los papeles que certifican su derrota. “No puede ser”, repite una y otra vez, pero la realidad es inquebrantable. Lo han traicionado desde dentro.

Y en el centro de esa traición late el nombre de Gabriel, el hombre que supo fingir devoción mientras urdía su venganza con precisión quirúrgica. María, que en otro tiempo habría dado la vida por él, ahora lo mira con miedo y duda. Su amor, antes refugio, se ha convertido en una jaula. Siente que Gabriel la manipula, que juega con sus emociones para mantenerse cerca del poder que tanto ansía.

Avance semanal de 'Sueños de libertad': Gabriel, por fin, termina con los  De la Reina - Sueños de libertad

“¿Por qué hiciste esto?”, le pregunta, con lágrimas en los ojos.
“Porque era justo”, responde él, sin apartar la mirada. “Damián me arrebató todo una vez. Ahora, simplemente, he equilibrado la balanza.”
Pero María no ve justicia, solo destrucción. Y en ese momento comprende que el hombre al que amó ya no existe. Gabriel se ha transformado en su propio enemigo, en un fantasma alimentado por el rencor.

Mientras tanto, lejos de la caída de los Reina, otras tormentas personales sacuden el alma de quienes los rodean.
Digna, tras años de silencio, confiesa a Marta la verdad más dolorosa: la muerte de Jesús no fue un accidente. Con voz quebrada, le revela que hubo manos manchadas de culpa, decisiones tomadas desde el miedo, y un encubrimiento que cambió el rumbo de sus vidas. Marta queda paralizada. Las piezas del pasado comienzan a encajar en su mente, pero lo que descubre la destroza. “Toda mi vida ha sido una mentira”, susurra, sintiendo cómo el peso de la verdad la arrastra hacia un abismo moral del que quizás no pueda salir.

En otra esquina de la historia, Begoña enfrenta su propio calvario. El párroco del pueblo, hombre de palabra severa y mirada implacable, la humilla públicamente al descubrir su embarazo fuera del matrimonio. La llama “pecadora”, “vergüenza del templo”, mientras los fieles murmuran y bajan la cabeza. Begoña, con el rostro erguido y la dignidad intacta, no responde. Sabe que no tiene defensa ante una sociedad que juzga sin compasión, pero también sabe que dentro de ella late una fuerza nueva: la de una madre dispuesta a proteger a su hijo, aunque el mundo entero la condene.

Y en medio del caos, Andrés comienza a despertar de su largo letargo físico y mental. Su cuerpo recupera fuerzas, pero su mente sigue envuelta en sombras. Recuerdos fragmentados lo atormentan: el olor del perfume de Marta, una conversación a media voz, un grito en la oscuridad. Sabe que algo se le escapa, una verdad que podría cambiarlo todo. María lo observa con preocupación, sin imaginar que el regreso de su memoria podría abrir heridas que nunca debieron tocarse.

El episodio se convierte en una danza de traiciones cruzadas. Gabriel celebra su victoria con una copa de vino, observando desde la distancia cómo los Reina se desmoronan. Pero en su mirada hay una grieta. Lo ha conseguido todo, y sin embargo, el vacío lo consume. “La venganza no huele a justicia”, murmura en la soledad de su despacho, mientras el viento de la noche agita los papeles sobre su mesa.

Damián, en su mansión silenciosa, recorre las estancias que alguna vez fueron símbolo de su poder. Las lámparas apagadas, los retratos familiares cubiertos de polvo. La derrota lo ha envejecido de golpe. En un arranque de furia, arroja al suelo una botella de su perfume más antiguo. El aroma que inunda el aire no es fragancia, sino epitafio. “Perfumerías Reina ha muerto”, dice con amargura.

María intenta acercarse, pero él la rechaza con un gesto. “Tú sabías lo que hacía Gabriel, ¿verdad?”, le espeta. Ella guarda silencio. No lo sabía todo, pero lo suficiente como para sentirse culpable. “Nos vendiste”, grita él. “Nos entregaste al enemigo.”
María llora, consciente de que su silencio la convierte en cómplice.

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Mientras tanto, Digna reza por el alma de Jesús, buscando perdón donde solo hay culpa. Marta, consumida por el dolor, se encierra en la capilla, incapaz de perdonar a nadie, ni siquiera a sí misma. Begoña, sola en su habitación, acaricia su vientre con una mezcla de miedo y ternura. Y Andrés, desde su cama, susurra nombres en sueños que nadie entiende.

El capítulo alcanza su clímax cuando Gabriel, de pie frente al edificio que alguna vez llevó el nombre Perfumerías De la Reina, observa cómo los trabajadores retiran el rótulo dorado. En su lugar colocan uno nuevo: Brossard & Co.. El sonido metálico de los clavos golpeando la fachada es como una sentencia definitiva. “Así termina una era”, dice con voz baja.

Pero lo que no sabe es que la victoria es efímera. Porque en los pasillos del poder, nada queda enterrado para siempre. Pelayo, aliado ocasional de los Reina, ya ha comenzado a mover sus hilos para investigar cómo se produjo la venta. “Nadie destruye un imperio sin dejar rastros”, comenta con una sonrisa que promete revancha.

La cámara se aleja lentamente del edificio, mostrando a Gabriel solo, bajo una lluvia ligera que empieza a caer. Su rostro, sereno por fuera, esconde una tormenta. La venganza se ha consumado, pero el precio ha sido demasiado alto: ha perdido a María, ha destruido una familia y ha sellado su destino con el amargo perfume del poder.

Y mientras la lluvia borra los últimos restos del nombre “Reina”, el viento arrastra una pregunta que quedará flotando en el aire:
¿qué queda del vencedor cuando su victoria sabe a ruina?

Porque en Sueños de libertad, cada triunfo tiene su castigo, y cada venganza deja una herida que jamás cicatriza.