Sueños de libertad (Capítulo 430) La Segunda Vida de Andrés y la Sombra de Marta

Título: “Sueños de Libertad: El despertar, la mentira y los fantasmas del pasado”

El amanecer se cuela entre las cortinas de lino blanco de la vieja casa de los De la Reina. El sol ilumina un rostro que hace apenas unas semanas yacía inmóvil entre tubos y respiradores. Andrés abre los ojos lentamente, respirando el aire denso del cuarto donde el tiempo parecía haberse detenido. A su lado, María Duque apenas se atreve a moverse. Sus manos tiemblan cuando roza la piel tibia de quien había creído perdido para siempre. La emoción la desborda. Le había pedido a los médicos que lo revisaran de nuevo, aunque hacía poco le habían hecho pruebas. Lo que iba a descubrir cambiaría todo: Andrés mostraba sensibilidad en las piernas. Un milagro médico, un renacer que ni los doctores se atrevían a explicar.

Aquel día de la explosión, María sintió algo extraño, una presión leve en sus piernas, incluso calambres. En medio del caos, supo que algo dentro de ella y de Andrés estaba despertando. Y ahora, al verlo abrir los ojos, comprendió que el destino les estaba concediendo una segunda oportunidad. Entre lágrimas, pronunció su nombre. Él apenas pudo responder, pero su mirada bastó para encender una llama que la tragedia había intentado apagar.

Detrás de la puerta, Begoña observaba en silencio. La viuda de Jesús contenía el aliento, debatiéndose entre la alegría por la vida que regresaba y el miedo a lo que esa vida significaba. Sabía que el amor de María y Andrés no había muerto, y su regreso lo confirmaba. Esa “segunda oportunidad” que todos mencionaban no era solo un milagro, sino una amenaza.

Sueños de libertad - Temporada 2 - Capítulo 365 (05-08-25)

Mientras tanto, en los pasillos de la mansión, Marta de la Reina descendía las escaleras con paso firme. Su elegancia era tan fría como su mirada. Acababa de enterarse del despertar de Andrés, pero no había tiempo para emociones: la fábrica estaba al borde del colapso. Entró en el despacho donde Pelayo Oliveres, el gobernador, repasaba los balances de “Perfumerías de la Reina”. Las cifras eran un lamento. Marta, sin perder la compostura, anunció su plan: vender parte de la fábrica a los franceses. Pelayo arqueó una ceja, recordándole que ella misma había jurado nunca traicionar el legado familiar. “No tengo elección”, respondió ella con una voz cortante. “Si no lo hago, todo se perderá.”

Pero bajo aquella frialdad se escondía un secreto más oscuro. Entre Marta y Pelayo existía un pasado manchado por la muerte de Santiago, un hombre que sabía demasiado. El gobernador trató de mantener la distancia, pero ella lo desafió con una frase que heló el aire: “Tu reputación ya está manchada conmigo.” Hubo un silencio denso, un eco del pecado que ambos compartían.

Esa noche, Marta no logró dormir. El viento golpeaba las ventanas del salón y las sombras en la chimenea parecían moverse con vida propia. Santiago. Su nombre resonaba como un susurro del más allá. Lo habían hecho desaparecer, y aun así, cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro cubierto de barro y sangre. Se miró al espejo, intentando convencerse de que los fantasmas no vuelven. Pero en el fondo de su mente, algo le decía que sí.

Y no estaba equivocada. En los montes cercanos, dos campesinos jurarían haber visto una figura arrastrándose entre los pinos, con la mirada perdida y el cuerpo herido. El pasado de los De la Reina había regresado para ajustar cuentas.

A la mañana siguiente, Marta irrumpió en el despacho de Pelayo. “Está vivo”, dijo sin rodeos. Él la miró incrédulo, intentando negar lo imposible. Pero la desesperación en los ojos de Marta lo confirmó. Si Santiago hablaba, todo saldría a la luz: la visita a la cárcel, el dinero, la traición. Ella lo suplicó con voz temblorosa: “Haz que desaparezca otra vez… esta vez para siempre.” Pelayo se negó, horrorizado. “Soy el gobernador, no un asesino.” Ella lo miró fijamente. “Ya lo fuiste una vez.”

Mientras los secretos del poder se revolvían en la oscuridad, la fábrica vivía su propio infierno. El eco de las máquinas se había apagado. Gaspar discutía con Claudia Díez sobre la posibilidad de salvar el negocio creando una cooperativa con los trabajadores. Pero la esperanza era débil. “Esta fábrica no solo huele a perfume”, dijo Claudia con tristeza, “también huele a miedo.” Las deudas, los rumores de venta y el miedo a perderlo todo pesaban más que el aroma del jazmín que antaño había perfumado cada rincón.

Sueños de libertad - Temporada 2 - Capítulo 430 (05-11-25)

En la casa, Andrés se sometía a su rehabilitación con esfuerzo. Cada movimiento era una lucha, pero María no se apartaba de su lado. Su amor se transformaba en fuerza, en promesa. Sin embargo, dentro de ella habitaba una mentira. Sabía que Andrés mostraba señales de mejora antes del accidente, pero lo había ocultado. No lo dijo a Luz ni al médico, temiendo que Begoña —la eterna sombra— se adelantara. Su silencio era una forma de proteger lo que consideraba suyo. Esa noche, frente al espejo, se juró no volver a perderlo. Ni Begoña ni nadie se interpondrían.

Llegó la cena. Era la primera vez que toda la familia se reunía desde el accidente. La mesa brillaba, pero el ambiente estaba enrarecido. Marta servía los platos fingiendo serenidad. Pelayo, con el rostro endurecido, apenas tocó la comida. Begoña, siempre en silencio, servía el vino mientras sus ojos se clavaban en María. Andrés trataba de sonreír, sin comprender la tensión que flotaba a su alrededor.

“Brindemos por la vida, por los nuevos comienzos”, dijo Marta, alzando la copa. Pelayo soltó una carcajada amarga. “Algunos comienzos huelen demasiado al final.” El silencio fue inmediato. Todos lo miraron, pero solo Marta entendió el mensaje oculto en sus palabras. “Por los fantasmas”, añadió Pelayo, “que no descansan hasta ser escuchados.”

La frase resonó como una amenaza. María bajó la mirada, temerosa. Begoña apretó la copa con fuerza. Andrés, confundido, buscó los ojos de su hermana. Y Marta, con la mano temblando, comprendió que el pasado volvía a respirar dentro de aquella casa.

Afuera, el viento volvió a soplar sobre los montes. El rumor de los árboles sonaba como pasos. Y en algún lugar, entre la niebla y la tierra húmeda, una figura avanzaba con dificultad, guiada por una sola palabra que repetía una y otra vez: venganza.

Fin de la parte uno: El despertar, la mentira y los fantasmas del pasado.