Aprobada la venta a Massina del 51% de las acciones de Perfumerías de la Reina – Sueños de Libertad

🔥 Spoiler Impactante: “La venta que divide a la familia De la Reina: traiciones, lágrimas y un destino incierto” 🔥

El ambiente en la sala de juntas de Perfumerías De la Reina está cargado de tensión. El aire huele a miedo, a desesperación y a un silencio que pesa como una sentencia. Sobre la mesa, un solo documento marca la línea entre la salvación y la ruina. Cada mirada, cada respiración contenida, deja entrever que lo que está a punto de ocurrir cambiará para siempre el destino de la empresa… y de la familia.

El director toma la palabra con voz firme, aunque su tono delata la duda que lo atormenta. “Después de pensarlo mucho, igual que todos ustedes… mi voto es a favor de vender el 51% de las acciones a los italianos.” Sus palabras retumban en la estancia como un golpe seco. Nadie aplaude, nadie asiente. Todos saben que acaba de dar el primer paso hacia una traición disfrazada de necesidad.

Don Damián, el patriarca, con el rostro endurecido por la decepción, levanta la vista y responde con solemnidad: “Mi voto, obviamente, es en contra.” Su voz, aunque serena, tiembla con la rabia contenida de quien ve desmoronarse su legado. La empresa no es solo un negocio; es su vida, su historia, el símbolo de la dignidad familiar.

Llega el turno de los Merino. Sin miramientos, casi con frialdad, ambos pronuncian la palabra que sellará su destino: “A favor.” La decisión parece calculada, como si hubieran olvidado la sangre y la lealtad que alguna vez los unió. Don Damián, dolido, murmura con amargura: “Si vuestro padre levantara la cabeza… entendería que cualquier opción es mejor que la ruina.” Pero su súplica cae en oídos sordos.

Tensión, emoción y nuevos proyectos: se confirma la entrada de los Merino  en las Perfumerías de la Reina

María Duque, en representación de Andrés y Julia de la Reina —ambos ausentes—, anuncia con voz firme: “Los dos votos son a favor de la venta.” Es un golpe directo al corazón de Damián, que apenas puede contener las lágrimas. Su familia, aquella que tanto defendió, parece darle la espalda por completo.

“Es tu turno, Cristina”, dice el secretario con tono neutro. Ella asiente con gesto decidido: “A favor, siguiendo los pasos de mi tío.” Una frase que suena más a obediencia que a convicción. La tensión se incrementa.

Entonces, los ojos se posan sobre Marta. Todos saben que su voto podría inclinar la balanza definitivamente. Marta, visiblemente afectada, respira profundo antes de hablar. “Dadas las últimas circunstancias, ninguno de nosotros ha podido reflexionar con frialdad… pero la situación es crítica, así que voto a favor.” Su voz se quiebra. El silencio que sigue es ensordecedor.

Gabriel, que hasta ese momento ha permanecido callado, se levanta lentamente. La decisión ya está tomada, pero él no puede quedarse en silencio. Mira a cada uno de los presentes con desesperación contenida y, con un nudo en la garganta, suplica:

“Por favor, permitidme decir algo antes de que se firme esta locura.”

Sus palabras resuenan con la fuerza del amor y del orgullo herido. “Estamos entregando nuestro esfuerzo, nuestros sueños, a unos desconocidos. En manos de esos italianos, nuestra empresa no durará mucho. Y todavía estamos a tiempo de esperar una oferta mejor. ¡Os lo pido, os lo suplico! No sigamos adelante con este despropósito.”

La emoción le quiebra la voz. Se humilla sin importarle el orgullo, porque sabe lo que está en juego. “Hemos trabajado demasiado duro para llegar hasta aquí. No podemos perderlo todo ahora. Perfumerías De la Reina no puede morir así.”

Pero sus palabras caen en el vacío. Nadie parece dispuesto a escucharlo. La mayoría ya ha decidido vender el alma de la empresa por una promesa de estabilidad que, en el fondo, todos saben falsa.

Don Damián, con los ojos vidriosos, se levanta de su asiento. Se dirige a su hijo con una mezcla de dolor y rabia: “La decisión ya está tomada, padre. Lo siento”, dice Gabriel con voz temblorosa.

El patriarca lo mira con una decepción que atraviesa el alma. “¿Lo sientes? ¿De verdad lo sientes? Decís que es la única alternativa si queremos sobrevivir. Pero, ¿desde cuándo la familia De la Reina se conforma con sobrevivir? Nuestra casa ha vivido con dignidad… hasta hoy.”

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Su discurso es un réquiem. La voz se le apaga, pero su mirada permanece firme. “Algún día os daréis cuenta de lo que acabáis de hacer. Hoy habéis vendido algo más que acciones… habéis vendido nuestro honor.”

El silencio que sigue es más cruel que cualquier grito. Todos evitan cruzar miradas. Nadie se atreve a contradecir al viejo Damián, pero tampoco nadie retrocede. La votación es irreversible.

El director, con gesto mecánico, toma los papeles y declara: “Ha llegado el momento de formalizar la venta. Aquí tienen el contrato.” El sonido del papel al deslizarse por la mesa parece marcar el fin de una era.

La cámara se detiene en los rostros: Marta reprime las lágrimas, María evita mirar a Gabriel, y este último se queda con la vista clavada en el documento, como si aún pudiera detener el tiempo. Pero ya es tarde.

El bolígrafo traza las firmas que sellan el destino de Perfumerías De la Reina. Con cada rúbrica, se desvanece una parte del legado familiar. Las notas de un piano melancólico acompañan la escena final, donde Damián, derrotado, se aleja lentamente sin mirar atrás.

Aferrado a su bastón y con la voz quebrada, susurra para sí mismo: “Sobrevivir no es vivir… y esta casa, desde hoy, ya no tiene alma.”

El plano final muestra el logotipo de la empresa, ese que durante generaciones representó elegancia y orgullo, desdibujándose lentamente hasta desaparecer. Y en el aire, como un presagio, flota la certeza de que la venta no traerá salvación, sino una nueva ola de conflictos, traiciones y lágrimas.

💔 Próximo capítulo: los nuevos dueños italianos llegan al poder, pero su presencia despertará viejas heridas y secretos enterrados. El nombre “De la Reina” está a punto de perder su corona… ¿o alguien logrará devolverle el esplendor perdido?