Sueños de Libertad 431(Chloe llega con órdenes imposibles y pone a Tasio entre la espada y la pared)
🌹 Spoiler Sueños de Libertad: Despidos, traiciones y una visita que lo cambia todo
El nuevo capítulo de Sueños de Libertad promete ser un auténtico terremoto emocional y empresarial. Las decisiones drásticas de Chloe, los enfrentamientos con Damián y la angustia de Tacio marcarán un episodio en el que nada volverá a ser igual. Las consecuencias de la venta de la fábrica comienzan a sentirse con dureza, y los personajes deberán decidir si se rinden o si luchan por lo que aún consideran suyo.
Todo comienza en la oficina de dirección. El ambiente está cargado de tensión y silencios pesados. Tacio, concentrado en una llamada telefónica, apenas tiene tiempo de reaccionar cuando Chloe entra sin anunciarse. Su sola presencia impone respeto, y él, algo nervioso, cuelga de inmediato. Ella avanza con paso firme, con ese aire de autoridad calculada que tanto irrita a quienes aún recuerdan los viejos tiempos de Perfumerías de la Reina. Sin rodeos, le dice que acaba de hablar con su jefe y que viene con una misión difícil de aceptar.
Tacio, intrigado y ya con una mala corazonada, le pregunta qué sucede. Chloe lo mira a los ojos y suelta la bomba sin pestañear: deberá despedir a la mitad del personal hasta nuevo aviso, al menos hasta que la fábrica recupere la estabilidad. El rostro de Tacio se transforma. Pide que repita lo que acaba de decir, convencido de haber entendido mal. Pero ella mantiene su postura fría e inmutable. Le entrega unas carpetas con nombres y cifras. Él las abre, revisa los documentos con manos temblorosas, leyendo en voz baja los nombres de quienes quedarán sin trabajo. Finalmente, estalla: “¿Cómo puedo hacer esto? ¡Son personas con familia, con hijos, con una vida entera aquí!”
Chloe responde sin emoción, asegurando que ha analizado los expedientes y que su decisión se basa en criterios estrictamente profesionales. “Los mejores se quedan, los prescindibles se van”, sentencia. Tacio, indignado, le recrimina no haberlo consultado antes de tomar una decisión tan dura. Ella, con aparente calma, explica que precisamente por eso está allí, porque necesita que él sea quien comunique la noticia al personal, recordándole que aún es el director de la fábrica.

Las palabras hieren el orgullo de Tacio. Con sarcasmo, le responde que parece hablar de personas como si fueran parásitos. Chloe mantiene la compostura y le pide que no complique las cosas, argumentando que los recortes son necesarios para la supervivencia económica de la empresa. Pero Tacio no puede aceptar una lógica tan fría: conoce a esos trabajadores por nombre, sabe quién tiene hijos enfermos, quién depende de ese sueldo para subsistir, quién lleva décadas entregando su vida a la fábrica. Chloe lo escucha en silencio y luego, con tono implacable, le recuerda que las órdenes vienen de arriba. Si lo prefiere, añade, puede ser él quien decida exactamente a quién despedir.
El golpe es brutal. Tacio entiende que no solo deberá ejecutar los despidos, sino que probablemente esa será su última tarea antes de ser reemplazado. Chloe intenta suavizar la situación, diciéndole que su futuro en la empresa no corre peligro y que será reubicado en otro puesto, ya que sigue siendo accionista. Pero sus palabras suenan vacías. “No sé en qué momento apoyé esta venta”, responde él con amargura. Ella insiste en que todo pasará, que cuando la fábrica vuelva a funcionar, quizás algunos empleados puedan regresar. Sin embargo, sus promesas suenan más a consuelo que a realidad.
Finalmente, Chloe se levanta, cortando cualquier intento de negociación. Pide a Tacio que la mantenga informada de los avances y abandona la oficina dejando tras de sí un silencio insoportable. Tacio se queda solo, mirando los nombres en la lista, sintiendo el peso de la traición y la impotencia.
Mientras tanto, en la casa de los De la Reina, otro frente de batalla se prepara. Damián se encuentra sumido en la preocupación por Gabriel, cuyo paradero sigue siendo incierto. El ambiente en la casa es sombrío hasta que una inesperada visita toca la puerta. Cuando el mayordomo anuncia quién es, el desconcierto recorre a todos: se trata de Chloe, la misma mujer que está desmantelando su fábrica.
Una vez en el despacho, Chloe se presenta con cortesía. Se dirige primero a Damián, con voz suave pero segura: “Permítame presentarme, soy Chloe Dua.” Luego saluda a Andrés con una sonrisa profesional, reconociéndolo como el otro accionista principal. Ambos, todavía incrédulos, la invitan a sentarse. Damián, receloso, rompe el silencio: “¿Y qué planean hacer con mi fábrica, con la empresa que fundé con mis propias manos?”
Chloe mantiene su serenidad. “Quizás deberíamos hablar de nuestra empresa”, responde con diplomacia. Explica que Brosart quiere trabajar en conjunto con ellos, devolver a Perfumerías de la Reina el prestigio perdido y abrir una nueva etapa de prosperidad. Pero Damián no lo tolera. Se levanta, su voz se quiebra entre la rabia y el dolor. “¡Nos quitaron la empresa cuando más vulnerables estábamos! Se aprovecharon de nuestras desgracias.”
Andrés intenta intervenir para calmar los ánimos, pero Chloe no retrocede. Le dice que comprende su enojo, que lamenta sinceramente las tragedias ocurridas, especialmente las consecuencias de la explosión, pero que su llegada representa una oportunidad real de reconstrucción. Les pide dejar atrás las diferencias y mirar hacia adelante.
Andrés, prudente, pregunta qué propone concretamente. Damián, en cambio, exige saber cuál será el papel de los verdaderos dueños en esta nueva etapa. Chloe no se inmuta: “Verdaderos somos todos”, dice con firmeza. La frase es una provocación directa. Damián pierde el control: “¡Yo fundé esta empresa, la llevé a la cima!” Ella responde con frialdad quirúrgica: “Y también fueron ustedes quienes la llevaron a la ruina. Nosotros solo venimos a reparar los errores del pasado.”

Andrés intenta mantener el diálogo y pregunta cómo piensan lograr esa recuperación. Chloe expone su plan: modernizar la empresa, adaptarse a las exigencias del mercado actual y dejar atrás métodos obsoletos. Damián vuelve a interrumpir, indignado. “¿Cómo se atreve?” Pero ella prosigue con calma: “Deberían agradecer que Brosart esté aquí. Estamos preparados para el futuro.”
Andrés, intentando encontrar algo de sensatez, comenta que podrían verlo como una oportunidad si realmente fuera una colaboración y no una conquista disfrazada. Chloe le dedica una sonrisa enigmática. “Lo es, señores de la Reina. Una gran oportunidad.”
La tensión estalla definitivamente cuando Damián, furioso, da por terminada la reunión. Chloe, impasible, se levanta, se despide con educación y abandona la casa.
En cuanto se queda a solas con Andrés, Damián se derrumba emocionalmente. Con los ojos nublados por la impotencia, confiesa: “Este es nuestro final.” Andrés intenta consolarlo, recordándole que aún hay caminos posibles, pero Damián apenas lo escucha. Todo lo que construyó se desmorona frente a él. La empresa que levantó con esfuerzo y orgullo ya no le pertenece.
Su mirada se pierde en los recuerdos, en los rostros de sus empleados, en el eco de una fábrica que fue símbolo de familia y de lucha. Ahora, bajo el control de una mujer implacable y de una corporación extranjera, todo lo que queda es la esperanza de no desaparecer del todo.
¿Será capaz Tacio de desafiar las órdenes y proteger a sus trabajadores? ¿Podrá Damián recuperar el control de su legado o está condenado a perderlo todo? ¿Hasta qué punto Chloe actúa obedeciendo o manipulando en beneficio propio? Y Andrés… ¿seguirá los pasos de su padre o tomará un rumbo distinto?
El futuro de Perfumerías de la Reina pende de un hilo, y en Sueños de Libertad, cada decisión marcará la diferencia entre la redención y la caída definitiva.