Andrés y Begoña: el reencuentro más esperado

El martes llega a Sueños de libertad un capítulo que promete romper corazones y cambiar destinos. Andrés y Begoña vuelven a verse por primera vez desde el fatídico accidente, un encuentro marcado por la esperanza, la culpa y la mentira. Él, sin recordar su compromiso con Gabriel ni el embarazo que los separa, se aferra a la idea de empezar de nuevo. Ella, atrapada entre el amor y la verdad, intenta no derrumbarse. Pero mientras sus emociones se debaten en el hospital, en la colonia soplan vientos de cambio: la llegada de Chloé Dubois, la sofisticada enviada francesa de Brossard, está a punto de dinamitar el orden en Perfumerías De la Reina y poner en jaque a Tasio.

El episodio comienza en la casa grande, bañada por la luz cruel de la mañana. Damián De la Reina, antaño un símbolo de poder y orgullo, hoy se consume entre recuerdos. Frente a un álbum de fotos, repasa una vida que ya no le pertenece: su esposa muerta, sus hijos corriendo por los jardines, la fábrica que era el alma de su familia… y que ahora pertenece a manos extranjeras. El patriarca murmura para sí que morirá antes de ver resurgir su imperio. Pero no está solo. Manuela, el ama de llaves que ha servido en silencio durante años, entra con una taza de tila. Le habla con ternura, lo anima a resistir, a no dejar que los franceses le roben también el espíritu. En un instante inesperado, la distancia entre amo y sirvienta se desvanece: ella le toma la mano, y el contacto se vuelve un consuelo tan peligroso como necesario. Por un segundo, el tiempo se detiene. Damián siente la calidez de un gesto que traspasa la servidumbre. Manuela, avergonzada, se retira, pero deja en el aire una chispa de humanidad en medio de la ruina.

Mientras tanto, Marta intenta enmendar sus errores. Culpa, arrepentimiento y cansancio la conducen a la puerta de su tía Digna. La última vez se enfrentaron con dureza, pero esta vez Marta viene a pedir perdón. Digna, con la serenidad que solo da el sufrimiento, la abraza sin reproches. Ambas lloran juntas, comprendiendo que solo la unión familiar puede salvarlas del derrumbe. Sin embargo, los secretos del pasado que Digna reveló aún pesan, recordando que en los De la Reina la paz siempre es frágil.

A kilómetros de allí, Begoña avanza por los pasillos del hospital con el corazón en vilo. Lleva flores y un cuaderno de dibujo, símbolos de un amor que creía enterrado. Sabe que Andrés no recuerda nada: ni su ruptura, ni a Gabriel, ni el embarazo que cambió sus vidas. Al verlo, el mundo se le detiene. Él la llama por su nombre con una sonrisa que le rompe el alma. “Eres real”, le dice, y le pide otra oportunidad. Begoña siente que el suelo se abre. Andrés habla desde un amor puro, sin memoria, sin culpa. Pero ella sabe que la verdad los destruiría. Está a punto de confesar cuando el médico interrumpe con una noticia inesperada: Andrés recibirá el alta. Volverá a casa. Volverá a la verdad que ella ha intentado ocultar. Begoña huye, dejando atrás la promesa de un amor imposible y la culpa latiendo como una herida abierta.

En la colonia, la desesperanza crece. Luz y Gaspar intentan mantener vivo su proyecto de la cooperativa, pero nadie se atreve a invertir. El miedo a los franceses paraliza a todos. Gaspar, en un gesto conmovedor, le ofrece sus ahorros a Luz, dispuesto a sacrificar su futuro por su fe en ella. Ella, conmovida, se niega con firmeza. No puede permitir que alguien tan noble se arruine por su causa. En ese instante, irrumpe Claudia, con malas noticias: la cuidadora de la Casa Cuna ha abandonado su puesto, temerosa del nuevo régimen. Los problemas se multiplican, y la colonia parece hundirse lentamente bajo el peso del miedo.

Pero justo cuando todo parece estancado, aparece una figura que nadie esperaba. Una mujer elegante, misteriosa y absolutamente fuera de lugar: Chloé Dubois. Alta, impecable, con un traje de corte parisino y una seguridad que intimida, atraviesa la plaza como si fuera suya. Su sola presencia despierta rumores. Marta y Pelayo la observan con inquietud. “Demasiado elegante para ser de aquí”, murmura ella. Pronto se confirma la sospecha: Chloé es la enviada de Brossard. Su llegada marca el principio del fin de la era De la Reina.

En el despacho de Tasio, la tensión estalla. Ella se presenta con una cortesía glacial, explicando que su misión es “evaluar” las instalaciones y al personal. Pero sus palabras esconden el golpe final. Sin rodeos, anuncia que Tasio será destituido. El mundo del joven se derrumba en segundos. Todo su esfuerzo, su lealtad y sus sacrificios, borrados por una firma francesa y una sonrisa de acero.

En otro rincón de la colonia, Begoña se sienta en un banco, perdida. Su corazón está dividido entre la ternura y el miedo. Digna y Luz la encuentran y tratan de consolarla. Ella miente, incapaz de contar lo ocurrido con Andrés. Culpa a Don Agustín de haberla alterado, pero Luz, con su intuición de médico y amiga, sabe que hay algo más. Digna, indignada por las habladurías del cura, decide enfrentarlo. Lo encara con una valentía feroz, advirtiéndole que no tolerará más juicios hacia su familia. Por primera vez, el hombre de sotana se queda sin palabras ante la furia de una mujer harta de ser medida por la moral ajena.

Esa misma tarde, Andrés regresa a la casa grande. Damián, conmovido, lo abraza como si intentara retener el tiempo. María, desbordante y posesiva, se desvive por atenderlo, llamándolo “mi amor”, aunque él apenas reacciona. Hay algo en esa cercanía que no encaja. Sus ojos buscan, sin poder evitarlo, la figura de Begoña. Pregunta por ella, y el silencio que sigue lo dice todo.

La jornada termina con un aire denso, preñado de presagios. Tasio recoge sus cosas, derrotado. Luz y Gaspar cuentan las monedas de su caja vacía. Digna contempla el cielo, temiendo por los suyos. Y en el despacho de los De la Reina, Marta abre una carta que la deja helada. El remitente: la prisión provincial de Toledo. Eladio escribe desde su celda, mencionando a Santiago, el hombre cuya sombra aún persigue a la familia. Habla de secretos que no puede poner por escrito y le ruega que vaya a verlo. “Hay cosas que debe saber… cosas que pueden cambiarlo todo.”

El episodio cierra con Marta temblando, sola frente a esa carta que puede ser una trampa o la clave de la verdad. Afuera, la noche cae sobre la colonia, pero no trae calma. Solo deja la promesa de nuevas tormentas, amores rotos y decisiones imposibles. Porque en Sueños de libertad, cada amanecer parece más incierto… y cada reencuentro, más doloroso que la despedida.