LA PROMESA – URGENTE: Leocadia PLANEA su VENGANZA y prepara una TRAMPA MORTAL dentro del PALACIO

⚜️ Por todos los santos: La venganza más oscura se desata en La Promesa ⚜️

El amanecer se alza sobre La Promesa con la engañosa calma de siempre. Los rayos del sol bañan los jardines con destellos dorados, los criados van y vienen cumpliendo sus tareas, y la familia Luján se reúne en torno al desayuno como si nada pudiera alterar su perfecta rutina. Pero bajo ese orden, bajo esa serenidad tan medida, se oculta una tormenta silenciosa. Una fuerza tan oscura que, cuando estalle, destruirá todo a su paso.

Esa fuerza tiene nombre: Leocadia de la Mata, Condesa de Grazalema.
La mujer que un día llegó al palacio como aliada, hoy se convierte en el centro de una conspiración mortal. Sus manos, elegantes y frías, sostienen una carta que cambiará para siempre el destino de los Luján. Una carta escrita por Manuel, el heredero del marquesado, en la que el joven solicita a un investigador privado información sobre el pasado de Leocadia y su conexión con la trágica muerte de Hanna Expósito, la doncella cuyo recuerdo aún ensombrece los pasillos del palacio.

La sangre se le hiela.
Esa carta es la prueba de que Manuel está demasiado cerca de descubrir la verdad, de atar los hilos del crimen que ella creía enterrado para siempre. La sorpresa inicial de Leocadia se transforma en una furia desbordada, tan intensa que casi la consume. En su mente no hay espacio para el arrepentimiento. Solo para el cálculo, la estrategia… y la venganza.

La Promesa: Leocadia hace frente a la marquesa de Luján

—“¿Así que el querido Manuel quiere jugar a ser detective?”— susurra con voz venenosa, mientras arruga la carta entre sus manos. Ese gesto marca el punto de no retorno. Si Manuel quiere desafiarla, si pretende exponerla ante todos, ella responderá con la única moneda que conoce: la muerte.

En cuestión de minutos, Leocadia recupera la compostura. Sale de su habitación con la elegancia de siempre, saludando a criados y damas sin que nadie sospeche el fuego que arde tras su mirada. Su destino es claro: encontrar a Lorenzo de la Mata, su cómplice, su sombra, el único hombre que comparte sus secretos. Lo halla en el salón de fumadores y, sin rodeos, le revela la amenaza:
—“Manuel nos está investigando. Si descubre lo que hicimos con Hanna, estamos acabados los dos.”

Lorenzo palidece. Él también ha cruzado demasiadas líneas junto a ella como para escapar ahora. Cuando Leocadia le muestra la carta interceptada, comprende que el peligro es real. Entonces, la Condesa propone lo impensable:
eliminar a Manuel.
No un enfrentamiento, no una advertencia, sino un plan meticuloso, silencioso, perfecto. Un “accidente” que nadie podría cuestionar.

Leocadia habla con la frialdad de una mente perversa:
—“El hangar. Es el lugar ideal. Manuel pasa horas allí, solo, concentrado. Un fallo mecánico bastará. Nadie sospechará.”
Lorenzo, tembloroso, aporta su conocimiento técnico. Propone sabotear la plataforma elevada donde Manuel suele trabajar y manipular el sistema de ventilación para liberar monóxido de carbono. Un veneno invisible. Mortal.
—“Será una tragedia perfecta,” murmura Leocadia con satisfacción.

Pero aún falta el toque maestro. Si alguien dudara del accidente, si surgieran sospechas, las pruebas apuntarían a otro culpable: Curro.
El joven, cercano a Manuel, con acceso al hangar y una relación tensa con él, será el chivo expiatorio perfecto. Herramientas marcadas con su nombre, rumores sembrados entre el servicio… cada detalle diseñado para hundirlo.

Esa misma noche, mientras el palacio duerme bajo la luz fantasmal de la luna, Lorenzo ejecuta el plan.
Camina en silencio hasta el hangar, cargando con las herramientas del crimen. El aire es frío, el silencio absoluto. Afloja los tornillos de la plataforma, prepara el mecanismo del gas, limpia cada huella. Cuando termina, contempla la trampa mortal que ha creado y siente el peso insoportable de la culpa. Pero ya no hay marcha atrás.

Al amanecer, Leocadia despierta con el mismo porte sereno de siempre. En el desayuno, sonríe dulcemente a Manuel:
—“Querido, me encantaría ver tus progresos en el hangar. Me hace ilusión conocer tu trabajo.”
Manuel, confiado, acepta sin sospechar que acaba de firmar su sentencia de muerte.

Todo está listo. Mañana, a las cuatro de la tarde, el destino cumplirá su papel.

La Promesa - Leocadia administrará las tierras con Jacobo

Sin embargo, como en toda gran tragedia, la justicia puede llegar de donde menos se espera. Pía Adarre, el ama de llaves, pasa por el corredor y escucha, sin querer, un fragmento de conversación entre Leocadia y Lorenzo. “Debe parecer un accidente”, alcanza a oír. Es solo una frase, pero suficiente para despertar su instinto. Ese mismo instinto que le ha permitido sobrevivir a tantos engaños en La Promesa.

Mientras Pía frunce el ceño, intentando comprender lo que ha escuchado, el reloj del destino ya está en marcha.
Leocadia afila su sonrisa, Lorenzo lucha contra sus remordimientos, y Manuel —ajeno a la trampa que lo espera— continúa soñando con su avión, con su futuro, con un cielo que quizás nunca llegue a ver.

La calma de La Promesa está a punto de romperse en mil pedazos.
Porque detrás de los muros dorados del palacio, se ha decretado una condena.
Y esta vez, ni la inocencia, ni el amor, ni la verdad podrán salvar a quien se atreva a desafiar la maldad de Leocadia de la Mata.

El próximo capítulo promete ser el más oscuro de todos.
El capítulo donde la muerte, vestida de seda y perfume, se paseará por los pasillos del palacio.
Y el eco de un grito se alzará entre las sombras:
“Por todos los santos… lo que está a punto de suceder en La Promesa superará todos los límites de la maldad.”