Sueños de Libertad Capítulo 432 (Traición y Poder: ¿Marta Nueva Directora en Fábrica Reina?)
🔥 Capítulo 432: El rugido del patriarca y el secreto que amenaza con destruirlo todo 🔥
El amanecer en la mansión Reina no trae paz, sino un temblor silencioso que pronto se convierte en tormenta. En el corazón de la casa, Damián —el patriarca, el hombre que forjó un imperio con sus propias manos— recibe la noticia que jamás imaginó oír. La señora Brosar, la nueva dueña parcial del destino de Perfumerías de la Reina, ha ordenado el despido inmediato de la mitad de la plantilla. La decisión cae como una bomba sobre la familia. Las paredes que alguna vez fueron símbolo de estabilidad tiemblan bajo el peso del desconcierto.
La furia de Damián se desata. Su rostro, encendido de indignación, refleja no solo el enojo del empresario traicionado, sino la desesperación de un padre que ve derrumbarse toda una vida de esfuerzo. “¡Esa mujer estuvo aquí esta mañana, en esta misma sala, y no dijo nada! ¡Nada!”, grita golpeando la mesa con fuerza. El eco de sus palabras retumba, y todos comprenden que lo peor está por venir.
Marta, su hija, intenta acercarse con cautela. Con la voz dulce pero temblorosa, le ruega que se calme, temiendo por su salud. Pero Damián no puede detener el huracán que lo habita. “¿Calmarme? No puedo quedarme de brazos cruzados mientras destruyen lo que levanté con mis manos. Esto no es solo una empresa, es mi vida.” Sus ojos, humedecidos de rabia, buscan una respuesta, una salida, algo que le devuelva el control que ha perdido.
Andrés, el hijo pragmático, se atreve a intervenir. Su tono, racional y contenido, contrasta con la tempestad de su padre. “Padre, quizá… incluso sin los Brosar, habría que haber tomado una medida similar. Las finanzas lo exigían.” Pero sus palabras son como cuchillos. Damián lo mira con decepción, sintiendo que la juventud de su hijo no entiende el peso del sacrificio. “No es lo mismo —replica—. No es lo mismo despedir por necesidad que hacerlo por ambición extranjera. ¡Nos han robado el alma de la fábrica!”

María, observando desde un rincón, intenta aportar un hilo de esperanza. “Tal vez Gabriel tuvo que ceder para conseguir algo más importante. A veces hay que perder una batalla para ganar la guerra.” Pero Damián no confía. El cansancio se asoma en su mirada, un cansancio que no viene solo del cuerpo, sino del alma.
Entonces, Marta, con una mezcla de prudencia y audacia, rompe el hielo: “Padre, Sloe me insinuó que podrían contar conmigo como candidata para la dirección.” La noticia sorprende a todos. Damián la mira con un destello de orgullo y esperanza. “¿De verdad crees que te darían ese puesto?” pregunta, como si entre esas palabras se aferrara a la posibilidad de redención. Marta sonríe con discreción: “Nada es seguro. Pero me dio a entender que valoran mi trabajo. Puede que solo me esté tanteando.”
María observa la escena con tensión. Algo en esa conversación le provoca un mal presentimiento. Intuye que los movimientos de los Brosar esconden algo más. Damián, en cambio, ya maquina estrategias. “Si son listos, sabrán que en España nadie conoce mejor este negocio que nosotros. Si te ofrecen el puesto, hija, no lo rechaces. Necesitamos tener ojos dentro.” Marta baja la mirada. “Era otra época cuando renuncié a la dirección, padre. Ahora soy diferente.” Damián la examina con frialdad. “Ya veremos si de verdad has cambiado.”
Andrés interviene con sensatez: “Si Marta entra en la dirección, tendremos información de primera mano. Podremos anticiparnos.” Damián asiente, con una chispa de esperanza renacida. “Sería una victoria pequeña, pero al menos seguiríamos en pie.”
Marta, elegante y distante, se levanta con su taza de café y se despide con calma. “Todo eso está por verse. Tengo trabajo que hacer.” Su salida deja tras de sí un silencio denso, un aire cargado de tensión familiar. María, cansada del autoritarismo de Damián, lo mira con un gesto de desprecio contenido.
Horas después, la atmósfera en la casa se torna más pesada. Andrés desciende las escaleras lentamente, con el rostro pálido y una mano sobre el abdomen. Su cuerpo aún siente el eco del dolor, el trauma físico y mental de la explosión que casi le costó la vida. En el vestíbulo lo espera María, que al verlo con las llaves del coche en la mano, lo detiene alarmada. “¿Vas a salir? No puedes, Andrés. Los médicos fueron claros.” Él intenta calmarla. “Solo voy a la fábrica. Necesito hacerlo.”
María lo mira con incredulidad. “¿A la fábrica? ¡Estás loco! Luz dijo que debías descansar.” Pero Andrés insiste, su voz trémula pero decidida. “No puedo seguir sin recordar, María. No sé si lo que sueño son recuerdos o fantasías. Estoy perdiendo la cabeza. Si regreso allí, quizá todo vuelva.”
En ese momento entra Damián, con paso firme. “¿Qué ocurre aquí?” María no duda: “Su hijo quiere ir a la fábrica. Está débil, no puede conducir.” Damián lo mira con severidad. “Tu madre tiene razón, hijo. No estás listo. Forzarte podría ser peligroso.”

Pero Andrés no retrocede. “Necesito hacerlo, padre. Si vuelvo al lugar donde todo ocurrió, tal vez recuerde algo. Luz dijo que podría ayudar.” María interviene, temblorosa. “¡No puedes volver allí! Fue una pesadilla, Andrés. Casi mueres. ¿Por qué remover eso?” Él la mira con un dolor inmenso. “Porque no puedo vivir sin saber. No puedo vivir sin entender qué pasó.”
El silencio que sigue es abrumador. Damián suspira, atrapado entre la preocupación y el respeto por la voluntad de su hijo. “Está bien, pero no irás solo. Yo te acompañaré.” María intenta detenerlos, desesperada. “No, Damián. Es peligroso, está todo en ruinas.” Pero Damián, con voz implacable, responde: “Precisamente por eso. No dejaré que enfrente ese lugar sin apoyo.”
Andrés, aunque irritado por sentirse vigilado, termina cediendo. Ambos se preparan para salir, dejando a María sola en el salón, con el alma en vilo. Su mirada se pierde en la ventana mientras observa cómo el coche se aleja por el camino del jardín. En su interior, el miedo crece: si Andrés logra recordar, si su mente une las piezas rotas de aquel día, descubrirá la verdad más oscura de todas… que fue Gabriel, el hombre de confianza, quien provocó la explosión.
María siente un escalofrío recorrerle el cuerpo. El secreto que ha guardado podría destruirlo todo: el imperio, la familia, el amor. En el aire queda suspendida una sensación de fatalidad. El regreso de Andrés a la fábrica no solo podría devolverle la memoria… sino despertar un monstruo dormido.
Así concluye el capítulo 432 de Sueños de Libertad: con un patriarca herido que no se rinde, un hijo decidido a enfrentar sus fantasmas, y una mujer que vive al borde del colapso, temiendo que la verdad estalle con más fuerza que la propia explosión que casi los mata. 💥💔
El próximo episodio promete ser el más intenso hasta ahora, donde los recuerdos se convertirán en armas y la verdad, en la chispa que podría incendiar todo el legado de los Reina.