Sueños de Libertad Capítulo 4 de Novimb (¿Begoña volverá a la vida de Andrés?¿Qué pasará con María?)

Sueños de Libertad: El Día en que Todo Cambió

El martes amaneció con una calma engañosa sobre la colonia. El sol entraba tímido por las ventanas de la mansión de los De la Reina, iluminando un hogar que alguna vez fue símbolo de prosperidad y ahora respiraba desolación. Damián, el patriarca, permanecía en su despacho, sumido en un silencio que pesaba tanto como los recuerdos que lo atormentaban. Entre sus manos, un álbum de fotos amarillentas le devolvía escenas de un pasado que ya no existía: su esposa sonriendo a su lado, sus hijos corriendo por el jardín, los días en que la fábrica era orgullo y no ruina. Cada imagen era un golpe al alma. “Moriré antes de ver todo esto recuperado”, murmuró con la voz rota. La vida se le escapaba poco a poco, sin el sonido de las máquinas ni el perfume que un día fue su mundo.

Manuela, su fiel ama de llaves, entró con sigilo, llevando una bandeja con té y galletas. Había visto cómo el hombre fuerte que admiraba se marchitaba con los días, y no podía soportarlo. “Señor Damián, debe comer algo”, dijo suavemente. Él levantó la mirada, con los ojos enrojecidos, y respondió con un hilo de voz: “No tengo hambre, Manuela”. Ella insistió, acercándose con ternura. “Usted no puede rendirse. Su familia lo necesita.” Damián soltó una risa amarga. “¿Familia? Marta está al borde del colapso, Andrés no recuerda ni quién es, y Jesús… Jesús ya no está. Solo queda un apellido en un edificio que ya no es nuestro.”

El dolor en sus palabras hizo que Manuela rompiera el protocolo. Se acercó y posó su mano sobre la de él. Fue un gesto breve, pero lleno de humanidad. “Usted levantó todo esto con esfuerzo y amor, don Damián. No deje que los franceses también le arrebaten la esperanza.” Él la miró sorprendido, conmovido. “Gracias, Manuela… por quedarse, por seguir aquí.” Ella sonrió con discreción, se disculpó por el atrevimiento y salió del despacho, dejando atrás a un hombre solo, pero por primera vez en días, un poco menos vacío.

Sueños de Libertad', avance capítulo del martes 4 de noviembre: el giro con  Andrés y Begoña y la llegada de Chloé

Mientras tanto, en casa de Digna, Marta se debatía entre el orgullo y la culpa. Llegó a la puerta con el corazón encogido. “Tía, vengo a pedirte perdón”, dijo apenas cruzó el umbral. “Te hablé mal, descargué mi frustración contigo.” Digna la miró con dulzura. “No te preocupes, hija. Todos estamos heridos. Es normal perder los estribos.” Pero Marta no podía calmar su conciencia. “Tú siempre has estado ahí por mí y yo… te fallé.” Digna abrió los brazos. “Ven aquí.” Se abrazaron con fuerza, llorando juntas, dejando que las lágrimas lavaran las heridas. “Entre nosotras no hay rencor, Marta. Somos familia, y es ahora cuando más debemos estar unidas.”

A kilómetros de allí, en un hospital de Toledo, Begoña caminaba por un pasillo silencioso. Estaba a punto de ver a Andrés después del accidente. Su corazón latía desbocado. Sabía que él había perdido la memoria, que no recordaba su ruptura, ni su embarazo con otro hombre, ni su compromiso con Gabriel. Al abrir la puerta, lo vio sentado junto a la ventana, con una sonrisa que la desarmó. “Begoña”, susurró él con alegría genuina. “Hola, Andrés”, respondió ella, intentando fingir serenidad. “Te traje flores y un cuaderno para que dibujes.” Él la miró con ternura. “¿Te acordabas?” “Hay cosas que no se olvidan”, dijo ella, intentando controlar la emoción.

Entonces, Andrés habló con el corazón en la mano: “Desde que desperté no dejo de pensar en ti. Tal vez olvidé algunas cosas, pero no lo que siento. Eres tú, siempre has sido tú.” Begoña se quedó sin aire. Aquellas palabras que había soñado escuchar llegaban demasiado tarde. Intentó decirle la verdad, pero él le tomó la mano con fuerza. “Dame otra oportunidad, Begoña. Empecemos de nuevo.” Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Justo en ese instante, el médico entró. “Excelentes noticias, don Andrés. Hoy le damos el alta.” Ella, abrumada, aprovechó para huir. “Nos veremos en casa”, murmuró antes de salir. La puerta se cerró tras ella, y con ella, también su valentía. El reencuentro había abierto una herida aún más profunda.

De regreso en la colonia, los problemas se acumulaban. Luz y Gaspar seguían luchando por su sueño de crear una cooperativa de cremas naturales. Gaspar, decidido, ofreció todos sus ahorros para financiar el proyecto, pero Luz no quiso aceptar su sacrificio. “No puedo permitir que lo pierdas todo por mí”, le dijo con tristeza. Como si eso no bastara, Claudia se quedó sin ayuda en la guardería, justo cuando más necesitaba apoyo.

Y fue entonces cuando una desconocida apareció en la plaza. Su presencia llamó la atención de todos: alta, elegante, vestida con un traje de chaqueta impecable, caminaba con paso firme y mirada calculadora. “Es la enviada de Brosart”, murmuraron entre los vecinos. Marta y Pelayo la vieron desde lejos, sintiendo un escalofrío. “Ha venido a tomar el control”, dijo él con voz grave.

La mujer entró en las oficinas de la fábrica y se presentó sin rodeos. “Soy Chloé Du Bois, de Brosart. Estoy aquí para evaluar la situación y reorganizar el personal.” Tío, el director, la observó con desconfianza. “¿Reorganizar después de arrebatarnos nuestra empresa?” La sonrisa de Chloé se borró. “Los negocios no entienden de sentimentalismos, señor. Y lamento informarle que la nueva dirección traerá su propio equipo. Está despedido.”

Las palabras cayeron como un golpe. Tío se quedó helado, incapaz de reaccionar. En un solo instante, su mundo se desmoronó. En otro punto del pueblo, Begoña vagaba sin rumbo, desgarrada entre su amor por Andrés y su compromiso con Gabriel. Sentada en un banco, temblaba. Luz y Digna la encontraron pálida, perdida. “¿Qué te ocurre?”, preguntó Luz. Begoña no se atrevió a confesar la verdad y mintió. “Fue el cura, don Agustín… dijo cosas terribles.” Digna frunció el ceño. “Ese hombre no tiene derecho a juzgarnos.”

Avance semanal de Sueños de libertad: Begoña por fin será libre tras  recibir la nulidad de su matrimonio con Jesús

Poco después, la tía indignada fue directamente a la casa parroquial. “¡Estoy harta de sus habladurías!”, gritó frente a don Agustín. “Un comentario más sobre mi familia y no tendrá lugar en esta colonia.” El cura, acobardado, no respondió. Digna salió de allí con la dignidad que su nombre llevaba implícita.

Esa misma tarde, Andrés regresó a casa. Damián, a pesar del dolor que lo consumía, se sintió aliviado al verlo. María, la antigua prometida de Jesús, lo recibió con una calidez que él no entendía, pero sus ojos solo buscaban a una persona. “¿Dónde está Begoña?”, preguntó. “Estará ocupada. Descansa primero”, respondió María, ocultando la verdad.

El día agonizaba con más sombras que certezas. Tío recogía sus pertenencias de la fábrica, destrozado por haber perdido su lugar. En la casa de Digna, Begoña observaba la noche caer desde la ventana, sabiendo que tarde o temprano debería confesarlo todo. Y en el despacho de la mansión, Marta abría una carta que cambiaría su destino. El remitente: Prisión Provincial de Toledo.

El corazón le dio un vuelco. Era de Eladio, un hombre ligado al oscuro pasado de Santiago. “Señorita Marta —decía la carta—, tengo información que podría cambiarlo todo. No puedo escribir más. Debe venir. Hay verdades que necesita saber.” Marta sintió el suelo abrirse bajo sus pies. ¿Era una trampa o el inicio de una revelación que pondría su mundo patas arriba?

La noche se adueñó de la colonia. En cada rincón, alguien lloraba, alguien recordaba, alguien temía lo que estaba por venir. Lo que nadie imaginaba era que ese martes, que comenzó con calma y terminó en silencio, sería el punto de inflexión donde el pasado, el amor y la ambición se entrelazarían para siempre. Porque en Sueños de Libertad, ningún amanecer llega sin antes atravesar la tormenta.