Alerta: hay una grave explosión en Perfumerías de la Reina – Sueños de Libertad

🔥 “La explosión que lo cambia todo: el destino de tres vidas pende de un hilo” 🔥

La calma que reinaba en la colonia se rompe con un estruendo que sacude los cimientos de todo lo conocido. En cuestión de segundos, lo que parecía un día rutinario en las perfumerías de La Reina se convierte en una auténtica pesadilla. Nadie contesta en las oficinas, los teléfonos suenan sin respuesta, y una sensación de angustia empieza a apoderarse de todos. El silencio, ese silencio que precede a la tragedia, se convierte en el peor enemigo.

Damián, con el rostro desencajado por la preocupación, toma el teléfono con manos temblorosas. Su voz, cargada de tensión, rompe la quietud: “Llame al guardia de la garita de entrada. Quizás siga allí”. Cada segundo parece una eternidad mientras esperan que alguien al otro lado conteste. Finalmente, una voz conocida responde: “Germán, soy Damián de la Reina. ¿Qué ha ocurrido?”. Lo que escucha a continuación congela la sangre de todos los presentes.

“Una explosión”, responde Germán, con un tono que mezcla el horror y la impotencia. Nadie puede creerlo. Damián, incrédulo, pregunta una y otra vez cómo ha podido pasar algo así. Las palabras se atropellan, el miedo crece, y la mente empieza a imaginar lo peor. “¿Hay heridos? ¿Quién estaba allí?”, insiste. La respuesta cae como un golpe mortal: “Estaban Benítez, el encargado… Gabriel… y Andrés”.

¡Todo el mundo en alerta! ¡Ha habido una grave explosión en Perfumerías de  la Reina!

El nombre de Andrés resuena en el aire como una sentencia. Todos saben que él había salido con urgencia hacia la fábrica, alertado por una llamada que presagiaba peligro. Nadie imaginaba que aquella decisión, tomada con valentía y responsabilidad, podría costarle la vida. En la casa, la noticia llega como un rayo. María siente cómo el suelo se abre bajo sus pies. Sus labios tiemblan, su corazón late con fuerza desmedida, y una sola idea atraviesa su mente: él sabía demasiado.

Padre Román, testigo involuntario del momento, intenta mantener la calma, pero sus ojos no logran ocultar el pánico. “Ha habido una explosión en la sala de calderas”, confirma con voz quebrada. Las palabras se clavan como cuchillos en el aire. Nadie se atreve a respirar, nadie puede pronunciar palabra. El tiempo parece haberse detenido.

En la fábrica, el caos reina. Las llamas devoran los restos de lo que alguna vez fue una maquinaria perfectamente engrasada. El humo se eleva al cielo, negro y espeso, mientras las sirenas comienzan a sonar a lo lejos. Obreros y vecinos corren de un lado a otro intentando ayudar, pero el fuego no da tregua. Entre los escombros, la desesperación se apodera de todos. Algunos gritan los nombres de los desaparecidos, otros rezan en silencio, y otros simplemente observan, paralizados, incapaces de procesar lo que sus ojos ven.

La noticia de la explosión corre como la pólvora. En pocas horas, todo el pueblo habla del desastre. Las teorías no tardan en surgir: ¿fue un accidente o un sabotaje? Los rumores apuntan a una manipulación en las calderas, algo que, si se confirma, podría implicar a personas muy cercanas. Los nombres de Gabriel y Andrés resuenan con fuerza, pero por razones muy distintas. Uno podría haber sido el causante… y el otro, la víctima de su traición.

María, entre lágrimas, no puede dejar de recordar la última conversación con su marido. Aquella súplica desesperada —“Por favor, no vayas”— resuena ahora como una profecía. Si tan solo él la hubiera escuchado… Pero en el fondo sabe que su silencio y sus mentiras contribuyeron a este trágico desenlace. Su secreto, el que creía haber ocultado tan bien, ha terminado siendo su condena.

Damián, por su parte, intenta mantener la cordura mientras organiza a los hombres para acudir al lugar del siniestro. Pero cada paso que da hacia la fábrica es más pesado que el anterior. Los recuerdos lo golpean con fuerza: las risas compartidas, los proyectos, la ilusión de sacar adelante la empresa familiar. Ahora, todo pende de un hilo. El humo visible desde lejos es un presagio del desastre que se avecina.

En la entrada de la fábrica, Germán recibe a los primeros en llegar. Su rostro cubierto de hollín refleja el horror vivido. “La explosión fue brutal”, dice con la voz rota. “Las paredes temblaron, y el fuego lo cubrió todo en cuestión de segundos”. Nadie puede imaginar el alcance de la destrucción. Entre los trabajadores, el miedo se mezcla con la esperanza de que alguien haya logrado sobrevivir.

Avance del próximo capítulo de Sueños de libertad: una muerte y un herido  grave tras la explosión de la sala de calderas

Las autoridades llegan al lugar y comienzan las labores de rescate. Las horas pasan, y la tensión aumenta. Se oyen gritos, órdenes, y el sonido metálico de los escombros moviéndose. Finalmente, alguien grita que han encontrado a un hombre. Todos corren hacia el lugar. El cuerpo está cubierto de polvo y ceniza. El silencio se apodera del grupo. ¿Será Andrés? ¿Será Gabriel? Nadie se atreve a preguntar.

Mientras tanto, en la colonia, las noticias se difunden a toda velocidad. Algunos vecinos rezan, otros lloran, y otros simplemente no pueden creer lo que está ocurriendo. La tragedia ha golpeado el corazón de la comunidad, y ya nada volverá a ser igual. La fábrica, símbolo del trabajo y del esfuerzo de todos, se ha convertido en escenario de una catástrofe que marcará sus vidas para siempre.

La incertidumbre sobre el destino de los tres hombres se convierte en una tortura colectiva. Cada minuto sin noticias es una eternidad. María, incapaz de quedarse quieta, siente que la culpa la consume. Si Andrés no vuelve, jamás podrá perdonarse. Pero al mismo tiempo, teme lo que pueda ocurrir si él sobrevive y descubre toda la verdad.

El humo comienza a disiparse lentamente, revelando los restos calcinados del edificio. En medio de ese paisaje devastador, una certeza emerge: nada será igual después de esta explosión. La fábrica, los secretos, las mentiras y las traiciones han estallado al mismo tiempo, dejando tras de sí un vacío imposible de llenar.

Y mientras el sol cae, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y tristes, solo queda una pregunta flotando en el aire: ¿quién sobrevivió realmente a la explosión… y quién quedará marcado para siempre por ella?