AVANCE DE SUEÑOS DE LIBERTAD, MARTES 4 DE NOVIEMBRE, ANTENA 3, CAPÍTULO 432, ¿PODRÁ ANDRÉS…?
Título: “El capítulo 432: la verdad que amenaza con salir a la luz”
El episodio 432 de Sueños de Libertad comienza con una tormenta emocional dentro de la casa de los Reina. Las paredes, testigo de años de poder y orgullo familiar, parecen estremecerse ante la noticia que acaba de caer como un rayo: Damián acaba de enterarse de que Brosard ha solicitado despedir a la mitad de los trabajadores de la fábrica. La indignación se le escapa por la voz, cargada de rabia y frustración. “¿Cómo es posible?”, exclama, golpeando la mesa. “Esa mujer estuvo esta mañana aquí, en nuestra casa, y no mencionó nada.” La tensión se respira, se corta con el aire.
Marta intenta calmarlo, temerosa de que su padre, ya mayor y con problemas de salud, se altere demasiado. “Por favor, cálmese, padre”, le suplica, pero Damián, rojo de ira, se niega a serenarse. “¿Que me calme? ¡No puedo quedarme de brazos cruzados mientras destruyen lo que tanto nos ha costado levantar!” Su voz resuena en toda la estancia. “Tengo que llamar a vuestro primo, hace días que no sé nada de él.”
En medio del caos, Andrés intenta aportar algo de sensatez. Con tono pausado pero firme, le dice que quizás no hay alternativa: “Por duro que resulte, habría que tomar esa medida, esté quien esté al frente de la fábrica.” Las palabras hieren el orgullo de Damián, que lo observa con una mezcla de decepción y furia. “¡Pero resulta que ahora quienes mandan son los Brosard! Treinta años de esfuerzo para que unos extranjeros lo arrasen todo en un instante.” Su voz tiembla, no solo de enojo, sino de impotencia.
María, siempre conciliadora, intenta suavizar las aguas. Sugiere que quizá Gabriel tuvo que ceder en ese punto para obtener otras ventajas, que no todo es tan negro como parece. Pero Damián no lo ve así. El orgullo herido lo hace desconfiar incluso de su propio yerno. “Eso espero”, murmura, dejando ver que la rabia aún le arde por dentro.

Marta, intentando cambiar el aire, deja caer una noticia que despierta sorpresa: “Chloe me insinuó que podrían contar conmigo como posible directora.” Damián abre los ojos con asombro. “¿De veras, hija? ¿Eso te dijo?” Marta sonríe con prudencia, sin querer alimentar falsas esperanzas. “No fue nada concreto, solo elogió mi trabajo y dijo que podría ser necesaria en esta nueva etapa.” Pero algo en su tono hace pensar que no todo fue casualidad: Chloe podría estar tanteándola.
María observa a Marta con atención. Hay algo en esa conversación que no le gusta. Damián, por su parte, asiente lentamente. “Si esos franceses son inteligentes, sabrán que nadie conoce este negocio mejor que nosotros. Solo falta que tú no rechaces la oferta, como hiciste cuando intentamos reemplazar a Pedro.” Marta lo enfrenta con firmeza. “Era otro momento, padre. Yo también he cambiado.” Pero él, incrédulo, la observa con duda. “Ya veremos si es verdad.”
Andrés vuelve a intervenir, intentando aportar una visión práctica. Si Marta logra acceder a ese cargo, podrían saber de primera mano los planes de los franceses. Damián lo apoya de inmediato. “Exacto. Al menos los de la Reina volveríamos a estar en el lugar que nos corresponde, aunque tuviéramos que seguir sus reglas.” Marta, sin comprometerse del todo, se excusa. “Lo veremos con el tiempo. Ahora debo seguir trabajando.” Se retira con calma, pero el aire queda cargado de tensión.
María la sigue con la mirada, molesta por la frialdad de Damián. Está cansada de su carácter autoritario, de su obsesión con mantener el control de todo, incluso cuando el mundo a su alrededor se desmorona.
Horas más tarde, la escena se traslada al vestíbulo de la casa. Andrés baja las escaleras con dificultad, pálido, con una mano sobre el abdomen. Cada paso parece dolerle, y su respiración es entrecortada. María lo ve desde el pasillo y corre hacia él. “¿A dónde vas?” pregunta, notando las llaves del coche en su mano. “A la fábrica”, responde él con voz débil. María lo mira, incrédula. “¿Estás loco? Luz te dijo que debías descansar. No estás listo para volver a conducir.”
Andrés intenta tranquilizarla. “Estoy bien, no exageres.” Pero María no cede. “Por favor, Andrés, no lo hagas. Puede ser peligroso.” En ese momento entra Damián, que percibe la tensión. “¿Qué ocurre aquí?” María no duda en explicar. “Su hijo quiere ir solo a la fábrica, ¡y en coche!”
Damián se acerca con gesto severo. “Tu madre tiene razón. Es demasiado pronto para eso.” Andrés levanta la mirada, decidido. “Padre, necesito ir. No puedo seguir dudando si lo que recuerdo es real o solo una ilusión.” El tono desesperado de su voz sorprende incluso a Damián. “¿Y crees que ir allá te ayudará?” “No lo sé —responde Andrés—, pero debo intentarlo. Luz dijo que podría recordar algo si vuelvo al lugar de la explosión.”
El nombre de la tragedia flota en el aire. María palidece. “¿Quieres volver al lugar donde casi mueres? ¡Fue terrible, Andrés! Deberías dar gracias por seguir con vida.” Pero él la mira con una mezcla de dolor y frustración. “¿De qué sirve vivir si no recuerdo quién era antes?”

Damián intenta imponerse. “No quiero que lo hagas, hijo. Recordar algo tan traumático podría hacerte más daño.” Pero Andrés insiste: “Prefiero enfrentar el dolor que seguir viviendo en la oscuridad.”
María lo toca suavemente, con ternura. “Déjate cuidar, Andrés. Solo quiero eso, cuidarte.” Pero él se aparta. “Voy a ir, y no me vas a detener.”
Damián suspira y asiente, sabiendo que no lo convencerá. “Entonces iré contigo. No pienso dejarte solo.” Andrés protesta, pero su padre no da lugar a discusión. “Soy más terco que tú, muchacho. Vamos.”
María se queda en el salón, inmóvil, viéndolos marchar. Su rostro refleja un miedo profundo. Sabe que si Andrés logra recordar lo que ocurrió en la fábrica, podría descubrir la verdad que tantos esfuerzos ha hecho por ocultar: que fue Gabriel quien provocó todo. Su mirada se pierde en el vacío mientras la puerta se cierra. La música se eleva en un susurro melancólico, presagio de un futuro desgarrador.
El capítulo avanza con un aire de tragedia inminente. Los secretos se tambalean, las mentiras comienzan a resquebrajarse. Marta, sin saberlo, se aproxima cada vez más a un juego peligroso al dejarse tentar por la promesa de poder que ofrece Chloe Brosard. Damián lucha contra su impotencia, y María se consume entre el amor y el miedo.
En el horizonte, Sueños de Libertad se prepara para un nuevo estallido: no de fuego ni de humo, sino de verdades que, una vez reveladas, podrían cambiarlo todo. Porque en esta historia, el silencio también mata, y el pasado nunca permanece enterrado por mucho tiempo.
Así, el capítulo 432 no solo marca un giro en la trama, sino el principio del fin para los secretos de la familia Reina. Una vez que Andrés cruce las puertas de la fábrica, nada volverá a ser igual.