AVANCE DE SUEÑOS DE LIBERTAD, VIERNES 7 DE NOVIEMBRE, ANTENA 3, CAPÍTULO 435, JULIA ACEPTA EL ALOJAMIENTO…

💔 “Sueños de Libertad: el amor, la adopción y una decisión que parte el alma” 💔

El capítulo 435 de Sueños de Libertad, que se emitirá este viernes 7 de noviembre, promete ser uno de los más emotivos y desgarradores de toda la serie. Una entrega donde el amor, la familia y las decisiones imposibles se entrelazan en un episodio que dejará huella en el corazón de los espectadores. Todo comienza en la casa de la familia Reina, donde los nervios y la ternura se mezclan en una conversación que cambiará para siempre el destino de Julia.

El salón está en silencio, apenas roto por el sonido de los pasos inquietos de Begoña y Gabriel. Ambos caminan de un lado a otro, sabiendo que ha llegado el momento que llevan días preparando: hablar con Julia. Se miran con complicidad, intentando disimular la ansiedad. Begoña, con una mezcla de ternura y miedo, rompe el silencio: “Gracias por no dejarme sola en esto, Gabriel”. Él le responde con una sonrisa cálida y unas palabras que lo dicen todo: “Julia también va a ser mi hija. No estás sola, Begoña”. En ese instante, ambos se toman de la mano. No necesitan más para darse valor.

De pronto, se escuchan pasos en el pasillo. Julia aparece en la puerta, con su mirada curiosa y ese gesto entre serio y dulce que la caracteriza. Begoña se acerca despacio, con voz suave y un nudo en la garganta. “Julia, cariño, Gabriel y yo queremos hablar contigo”, dice intentando mantener la calma. La niña frunce el ceño, algo preocupada. “¿Es algo malo? He visto al abuelo un poco cansado”, comenta con inocencia. Begoña la tranquiliza enseguida: “No, cielo, el abuelo está bien. Es solo que no he dormido mucho últimamente”.

Capítulo 177 de Sueños de libertad; 5 de noviembre: Julia empieza a  recordar la verdadera cara de su padre

Gabriel les hace una seña para que se sienten. El aire se llena de expectación. Begoña respira profundo antes de pronunciar las palabras que lleva días ensayando. “Verás, cariño. Gabriel, tu abuelo y yo hemos hablado mucho. Sabemos que te preocupa lo de nuestro matrimonio y el bebé que viene, y queremos que sepas que no tienes nada que temer. Queremos que te sientas segura, parte de esta familia. Por eso… hemos pensado en adoptarte”.

El tiempo parece detenerse. Julia abre los ojos de par en par, intentando asimilar lo que acaba de escuchar. “¿Adoptarme?”, pregunta con voz temblorosa. Begoña le toma la mano con dulzura y asiente. “Sí, cielo. Queremos que sepas que este será siempre tu hogar, y que nosotros seremos tus padres para toda la vida”.

Julia baja la mirada, confundida, mientras la emoción se mezcla con la sorpresa. “¿Y el abuelo?”, susurra con voz frágil. Begoña le acaricia el rostro. “El abuelo te adora, y aceptará lo que tú decidas. Nadie va a dejar de quererte, ni él ni nosotros”. Gabriel la observa en silencio, conmovido. Begoña, viendo que la niña no responde, continúa con lágrimas en los ojos: “Julia, mi amor, decidas lo que decidas, te voy a querer igual. Desde el primer día supe que eras especial, que eras el gran amor de mi vida. Nada cambiará eso. Eres y siempre serás mi hija”.

La niña levanta la vista, buscando a Gabriel, y con una inocencia que desarma pregunta: “¿Tú quieres ser mi padre?”. Gabriel, conteniendo la emoción, responde con ternura: “Sería un honor. Me haría mucha ilusión tener una hija tan buena para encontrar nidos de pájaros”. Julia sonríe entre lágrimas. “Entonces, si me adoptáis, el bebé será mi hermano, ¿verdad? Llevo tanto tiempo deseando tener uno”. Begoña no puede evitar reír, mientras sus ojos brillan de felicidad. “Entonces, Julia… ¿aceptas que te adoptemos?”, pregunta con voz temblorosa. Julia asiente sin dudar. Los tres se abrazan, y en ese momento, el salón se llena de amor, alivio y esperanza.

Pero mientras una familia se fortalece, otra conversación en paralelo amenaza con fracturarse. Más tarde, Damián convoca una reunión con Andrés y María. Los recibe con gesto serio, y su tono anuncia algo importante. “He tomado una decisión que afectará directamente a la familia”, dice sin rodeos. María, intrigada, pregunta qué sucede. Damián no titubea: “He decidido renunciar a la patria potestad de Julia, para que Begoña y Gabriel puedan adoptarla cuando se casen”.

El silencio cae de golpe. María abre los ojos de par en par, indignada. “¿Qué está diciendo?”, exclama sin poder creerlo. Andrés intenta intervenir, pero Damián lo interrumpe. “Déjame explicarte, hijo. Julia está confundida y tiene miedo de quedarse sola. Desde que supo que Begoña va a tener un bebé, teme perder su lugar. Y no quiero que eso ocurra”. Andrés replica con firmeza: “Padre, eso no tiene sentido. Julia sabe que la queremos”. Damián suspira, agotado. “Lo sé, hijo, pero no siempre el cariño basta. He reflexionado mucho. Soy un hombre mayor, y la vida no me garantiza tiempo. No quiero dejar nada sin resolver”.

María, con los nervios al límite, intenta disuadirlo. “Está usted exagerando, Damián. No dramatice”, dice molesta. Pero él la mira con serenidad y melancolía. “La ley de la vida es así, María. Mi final está más cerca de lo que querrían aceptar. No quiero que Julia sufra si me pasa algo”. María aprieta los labios, conteniendo la rabia y el dolor. “¿Y ha pensado cómo se lo tomará la niña? Parece que la están pasando de unas manos a otras como si fuera un objeto. Julia no es un trasto viejo”.

Avance del próximo capítulo de Sueños de libertad: Julia, decidida a  denunciar a su padre tras recordar la verdad

Damián la observa con paciencia. “No se trata de eso. Ha sido ella misma quien ha tomado la decisión. Para Julia, Begoña ha sido su madre durante estos años, y eso vale más que cualquier papel”. María baja la cabeza, con lágrimas en los ojos. “Si es su decisión…”, murmura con voz quebrada. Damián asiente con ternura y se retira lentamente, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tristeza.

El silencio se apodera del lugar. María lo sigue con la mirada, su rostro mezcla de rabia e impotencia. Luego se vuelve hacia Andrés, buscando apoyo. “¿No vas a decir nada?”, le lanza con tono amargo. Andrés, cansado, responde con frialdad: “Ya lo has oído. Está velando por los intereses de Julia”. María no puede contenerse. “¿Y sin consultarnos? Jesús dejó claro en su testamento que nosotros podríamos adoptarla. Pero tú lo rechazaste”. Andrés suspira, tratando de mantener la calma. “Ya lo hablamos, María. Renuncié porque era lo correcto. Begoña ha sido su madre desde siempre”.

María siente que su corazón se desgarra. “¿Y qué hay de justicia para mí? No puedo tener hijos, y tú te niegas a adoptar. ¿No ves que me estás destrozando?”. Andrés se queda mudo unos segundos antes de responder con frialdad: “Esa conversación ya la tuvimos. Todo quedó claro”. María lo mira con una mezcla de tristeza y rabia contenida. “No, Andrés. Lo que está claro es que soy profundamente infeliz… y parece que no soy la única”.

Con esas palabras, María se aleja lentamente en su silla de ruedas, mientras Andrés queda solo, inmóvil, con la mirada perdida. El eco del silencio llena la habitación. Lo que parecía un día de esperanza se transforma en un retrato del precio que a veces se paga por amar.

Así, el capítulo 435 de Sueños de Libertad nos sumerge en una tormenta emocional donde la familia Reina enfrenta sus dilemas más profundos: el amor frente al deber, la adopción como acto de entrega y la renuncia como último gesto de amor. Un episodio que demuestra que la libertad, en ocasiones, se encuentra en dejar ir… incluso cuando duele.