Avance Sueños de Libertad, capítulo 418: Begoña, aterrada ante la posibilidad de perder a André
Avance ‘Sueños de libertad’: Begoña, aterrada ante la posibilidad de perder a Andrés, en el capítulo 418 (20 de octubre)
La tranquilidad habitual de la colonia De la Reina se vio sacudida desde la primera luz del lunes 20 de octubre. El sol asomaba tímidamente entre los tejados y las copas de los árboles, pintando todo con un dorado suave que prometía un día sereno, uno de esos que hacen pensar que el tiempo se ha detenido, engañosamente, en un remanso de paz. Sin embargo, nadie podía sospechar que aquella aparente calma estaba a punto de romperse en un estallido que cambiaría la vida de todos para siempre.
En la tienda de Perfumerías De la Reina, los aromas de lavanda y jazmín flotaban en el aire, mezclándose con las conversaciones animadas y el murmullo de los clientes. En la fábrica, la maquinaria mantenía su ritmo constante, como un corazón metálico que latía por toda la colonia, insuflando vida y prosperidad a quienes dependían de ella. Era un latido que nadie imaginaba que pronto se detendría de manera abrupta y trágica.
Mientras tanto, en un estudio fotográfico iluminado por una luz suave, Gema y Carmen disfrutaban de una mañana cargada de glamour. Bajo la dirección de la reconocida fotógrafa Emma Govantes, posaban con elegancia, entre risas y copas de champán, ajenas al desastre que se cernía a kilómetros de distancia. Cada flash de la cámara parecía celebrar la vida, la belleza y el éxito, mientras en la fábrica la tensión crecía silenciosa.
Begoña, siempre alerta al bienestar de todos, había percibido un olor extraño cerca de la sala de calderas. Ese aroma químico, intenso y penetrante, despertó su instinto de alarma, aunque Andrés, ocupado en una reunión urgente con Damián y Marta sobre los mercados internacionales, no le prestó atención. Determinada, Begoña decidió buscar ayuda y encontró a Gabriel revisando albaranes en un pasillo. Con la urgencia marcando cada palabra, le pidió que la acompañara a inspeccionar el sótano, temiendo que algo fuera muy grave.

Gabriel la tranquilizó con una sonrisa y un tono paternalista, asegurando que probablemente no era nada importante, pero aceptó acompañarla. Sin embargo, el destino ya estaba trazado: la explosión que cambiaría sus vidas estaba a punto de ocurrir. Andrés, informado por un operario de la preocupación de su esposa, decidió sumarse a ellos. Incluso Benítez, el encargado de mantenimiento, apareció con su caja de herramientas, ajeno a que se acercaban al epicentro de la tragedia.
Entonces sucedió. La explosión fue devastadora, una onda expansiva brutal que sacudió toda la colonia. El suelo tembló, los cristales estallaron, el aire se llenó de humo negro y tóxico, y la maquinaria se detuvo de golpe. El pánico se apoderó de los trabajadores, quienes huyeron aterrados mientras Begoña, presa del instinto y la desesperación, corría hacia la sala de calderas, sin escuchar las advertencias de Tasio sobre el riesgo de un colapso. Su único pensamiento era Andrés.
Junto a ella, Tasio, Raúl y Joaquín se lanzaron tras Begoña, luchando por mantenerla a salvo y organizando la evacuación. Descendieron al sótano, enfrentándose al calor sofocante, el humo denso y los escombros que bloqueaban el camino. La visión que encontraron era dantesca: Benítez yacía sin vida entre los restos de la maquinaria, mientras Gabriel estaba atrapado pero consciente, con heridas visibles y un quejido que helaba la sangre.
Y Andrés. El estado de Andrés era crítico: lo hallaron tendido boca abajo, inconsciente, rodeado de polvo y escombros, su respiración apenas perceptible. Begoña se arrodilló junto a él, comprobando su pulso y sintiendo cómo un nudo de miedo y angustia se apoderaba de su pecho. Su amor, su pilar, estaba al borde de la muerte, y la desesperación la consumía.
La llegada de bomberos y servicios de emergencia convirtió la fábrica en un hervidero de actividad frenética. Ambulancias y sirenas llenaron el aire, mientras Marta y Damián llegaban apresurados, temiendo lo peor. La visión de Gabriel, magullado pero consciente, trajo un respiro breve, pero al ver a Andrés en una camilla, inmóvil y conectado a oxígeno, la angustia de la familia De la Reina se volvió insoportable.
Damián, el patriarca fuerte y decidido, quedó devastado ante la imagen de su hijo postrado en la cama. El recuerdo de la pérdida de Jesús se mezcló con el miedo a perder a otro hijo, y su dolor se manifestó en un grito desgarrador. Begoña, a su lado, apenas podía contener sus lágrimas, aterrada ante la posibilidad de que Andrés no despertara. La fragilidad de la vida de su esposo, y el futuro incierto de todos los que dependían de la fábrica, colapsaba sobre sus hombros como una sombra pesada.
Mientras tanto, la noticia de la explosión se propagó por toda la colonia y llegó hasta la tienda, donde Gema y Carmen vieron cómo la alegría de su sesión de fotos se desvanecía al instante. La realidad cruel reemplazaba el glamour y la sofisticación, y la preocupación por la seguridad de sus seres queridos eclipsaba cualquier otro pensamiento.

En la zona cero, Joaquín, Luis y Tasio recorrieron los restos de la fábrica. La maquinaria retorcida, las paredes derruidas y el polvo suspendido en el aire eran la evidencia de la magnitud del desastre. La devastación era total: el corazón productivo de la empresa había sido destruido, y con él, la estabilidad de toda la colonia y la familia. Cada uno, desde su perspectiva, sentía el peso de la tragedia: la ruina económica, la culpa, la responsabilidad y la impotencia.
La jornada no solo fue un golpe a la empresa, sino también a la familia. Tasio tuvo que enfrentar la dolorosa tarea de comunicar a la familia de Benítez su fallecimiento, mientras en la casa grande, María se debatía entre la ansiedad y la culpa, recorriendo el salón como un animal enjaulado. Pelayo intentaba dar explicaciones, pero la intervención de Manuela fue crucial para calmarla y llevarla a sus aposentos.
En el hospital, el tiempo parecía detenerse. Damián, Begoña y María esperaban noticias sobre Andrés y Gabriel. La fortuna había protegido a Gabriel, aunque con heridas, pero Andrés había sufrido un traumatismo craneoencefálico severo. La doctora Luz informó que su estado era crítico y que se encontraba en coma, dejando a Begoña aterrada y a Damián desbordado por la desesperación. La certeza de que la vida de Andrés pendía de un hilo dominaba cada pensamiento y acción de quienes lo amaban.
La semana en ‘Sueños de libertad’ comenzaba con un drama absoluto, donde el destino de la familia De la Reina y de la empresa estaba suspendido sobre la delgada línea entre la vida y la muerte. La pregunta que todos se hacían: ¿despertará Andrés del coma o será la siguiente víctima del siniestro plan de Gabriel? La espera y la angustia apenas comenzaban, marcando un capítulo cargado de tensión, emoción y el miedo profundo que solo la tragedia puede despertar.