CHLOE LLEGA CON ÓRDENES IMPOSIBLES Y PONE A TASIO CONTRA LAS CUERDAS EN SUEÑOS DE LIBERTAD
⚠️ SPOILER – “Sueños de Libertad 432: Despidos, traiciones y el golpe final de Chloe”
El nuevo avance de Sueños de Libertad llega cargado de tensión, decisiones dolorosas y movimientos empresariales que prometen cambiarlo todo. En el centro de este episodio, Tasio y Damián se enfrentarán a pruebas que pondrán en jaque su integridad, su orgullo y el futuro mismo de Perfumerías de la Reina.
La trama comienza en el despacho principal de la fábrica. Tasio, agobiado pero siempre fiel a su deber, atiende una llamada cuando la puerta se abre lentamente y aparece Chloe Dua, la enigmática representante de Brosard. Su presencia impone respeto y desconfianza a partes iguales. Tasio interrumpe la llamada, sabiendo que nada bueno traerá su visita. Chloe avanza con paso firme, sin titubeos, y le informa que ha recibido nuevas órdenes directas de su superior. Lo que tiene que comunicarle, advierte, no le será fácil de aceptar.
Tasio, intrigado, la invita a hablar. Entonces Chloe, con una frialdad quirúrgica, pronuncia la sentencia: debe despedir a la mitad de la plantilla hasta que la fábrica recupere la estabilidad económica. El silencio que sigue pesa como una losa. Tasio apenas puede creer lo que escucha. Con el rostro endurecido, toma las carpetas que ella deja sobre la mesa y comienza a hojear los nombres. Uno a uno, los repite en voz baja, reconociendo rostros, historias, vidas enteras detrás de cada expediente. Cuando termina, levanta la vista y pregunta, incrédulo: “¿De verdad espera que despida a toda esta gente? Ellos también tienen familias.”
Pero Chloe no se inmuta. Con el tono de quien habla de simples cifras, responde que ha analizado los perfiles durante toda la mañana y que su criterio ha sido puramente profesional: “Los mejores se quedan. Los prescindibles se van.” Sus palabras caen como un golpe seco.
Tasio, visiblemente alterado, le recrimina no haberlo consultado antes. Ella replica que justamente por eso está allí: porque es él, como director de la fábrica, quien debe comunicar los despidos. Tasio pierde la paciencia. “¿Saneamiento, lo llama usted? Está tratando a las personas como si fueran parásitos.” Chloe conserva la calma, aunque su mirada se endurece. “No me lo ponga más difícil, señor Tasio. Es una orden. Los recortes son imprescindibles para garantizar la supervivencia de la empresa.”

Pero Tasio no se rinde. Con la voz entrecortada por la impotencia, le recuerda que conoce personalmente a la mayoría de esos trabajadores, que muchos tienen hijos pequeños o son demasiado mayores para conseguir otro empleo. Chloe, implacable, insiste en que lo lamenta, pero que las decisiones vienen “de arriba”. Si lo prefiere —añade con tono cortante—, puede ser él mismo quien elija a quién despedir.
El golpe final llega cuando le dice que, tras los despidos, él también será recolocado. “Sigue siendo accionista. Tendrá su lugar”, dice intentando suavizar el impacto. Pero Tasio, con una mezcla de sarcasmo y amargura, le responde: “No sé en qué momento apoyé esta venta.” Chloe lo ignora y trata de calmarlo, asegurándole que, cuando la fábrica vuelva a funcionar con normalidad, todo esto quedará en una simple anécdota. “Incluso podrían reincorporarse algunos empleados más adelante”, añade. Pero sus palabras suenan vacías. Tasio intenta ofrecer alternativas, buscar una salida menos cruel, pero ella le corta con un gesto. “No hay tiempo. Manténgame informada”, dice antes de marcharse, dejándolo solo en un silencio lleno de rabia contenida.
Mientras tanto, la acción se traslada a la casa de los De la Reina. Allí, Damián se muestra inquieto, consumido por la preocupación y el desánimo. Desde hace días no recibe noticias de Gabriel, y el ambiente está cargado de tensión. Pero lo que no imagina es que está a punto de recibir una visita que cambiará el rumbo de todo. Alguien toca la puerta, y cuando el mayordomo abre, aparece Chloe Dua. La misma mujer que acaba de ordenar los despidos irrumpe ahora en el corazón de la familia fundadora de la empresa.
Con una cortesía impecable, se presenta: “Soy Chloe Dua, representante de Brosard. Encantada de conocerlo, don Damián.” Luego saluda a Andrés, que la recibe con una mezcla de cortesía y cautela. Chloe pide permiso para sentarse y, una vez acomodada, explica el motivo de su visita: quiere conocer personalmente a los dos accionistas con los que aún no había tenido trato directo. “Tenía muchas ganas de saludarlos”, dice con una sonrisa diplomática.
Pero Damián no se deja engañar por las apariencias. La interrumpe con tono frío: “¿Y qué piensan hacer con mi fábrica? ¿Con la empresa que yo fundé?” Chloe, sin perder la compostura, responde con elegancia calculada: “Quizás sería más correcto hablar de nuestra empresa, ¿no cree?” Esa frase desata la ira de Damián. Con voz temblorosa, le lanza una acusación directa: “Ustedes nos arrebataron la empresa de la forma más vil, aprovechándose de nuestras desgracias.”
Andrés interviene intentando calmarlo, pero Chloe mantiene su discurso intacto. “Lamento profundamente lo ocurrido”, dice, “especialmente lo de la explosión. Pero nuestra intención no es destruirlos, sino colaborar con ustedes para devolverle a Perfumerías de la Reina el prestigio que merece.” Sus palabras son tan pulidas que resultan peligrosas.
Damián, sin contenerse, le replica: “¿Colaborar? ¡Nos han quitado todo! ¡Nuestra empresa, nuestro legado!” Chloe, imperturbable, le contesta con una frialdad casi científica: “Y también fueron ustedes quienes la llevaron a la ruina. Nosotros solo intentamos reparar los errores del pasado.” Cada palabra suya es como una daga que corta la dignidad de Damián.
Andrés, con tono diplomático, interviene una vez más: “¿Y cómo piensa hacerlo?” Chloe responde con un discurso moderno, casi visionario: “Iniciando una nueva era. Adaptándonos a los nuevos tiempos, a lo que exige el mercado. Los negocios no pueden seguir funcionando como hace veinte años.” Pero Damián no puede soportar su actitud y estalla: “¿Cómo se atreve?” Chloe, serena, insiste: “Deberían estar agradecidos. Brosard les ofrece un futuro.”
Andrés intenta suavizar la conversación: “Lo estaríamos, si de verdad fuera una oportunidad.” Chloe sonríe con sutileza. “Lo es, señores De la Reina. Una gran oportunidad.”

El enfrentamiento alcanza su punto culminante cuando Damián, incapaz de seguir escuchando, se levanta y dice con voz firme: “Si no le importa, doy esta reunión por terminada.” Chloe se despide con educación, pero en su mirada hay un brillo de victoria. Sabe que ha logrado exactamente lo que buscaba: sembrar la discordia entre padre e hijo.
Cuando se queda a solas con Andrés, Damián se derrumba. “Este es nuestro final”, dice con voz rota. Andrés intenta consolarlo, pero él no lo escucha. Su orgullo, su vida entera, se desmorona ante la realidad de haber perdido aquello que construyó con tanto esfuerzo. Lo que alguna vez fue símbolo de éxito y orgullo familiar ahora está en manos de extraños.
El episodio cierra con dos imágenes paralelas:
—Tasio, solo en su despacho, mirando las listas de despidos, con los ojos llenos de impotencia, sabiendo que con cada nombre que tache perderá una parte de sí mismo.
—Damián, frente a la ventana de su casa, contemplando el horizonte, consciente de que su imperio se le ha escapado entre los dedos.
Y en medio de ambos destinos, la figura implacable de Chloe Dua se alza como la nueva fuerza dominante. Su sonrisa no es de satisfacción, sino de poder. Ha ganado el primer asalto, pero el juego apenas comienza.
¿Cederá Tasio ante sus órdenes o se rebelará contra Brosard? ¿Podrá Damián encontrar una forma de recuperar su legado o será Andrés quien tome un camino inesperado? Y sobre todo, ¿hasta dónde llega la verdadera lealtad de Chloe?
Las respuestas llegarán pronto, pero una cosa queda clara: Sueños de Libertad ha entrado en su fase más oscura, donde cada decisión tiene un precio, y la libertad, paradójicamente, parece cada vez más lejana.