Título: “El secreto de la habitación prohibida: la verdad que amenaza con destruir La Promesa”

En los pasillos sombríos del palacio Luján, el destino de Curro y Jana se entrelaza con un misterio que ya nadie puede ignorar: la habitación secreta y la verdad enterrada en el pasado de Dolores, su madre. Después de días cargados de sospechas, silencios y revelaciones, Curro toma una decisión que lo cambiará todo. Está dispuesto a llegar hasta el final, aunque eso signifique abandonar La Promesa, su hogar, su mundo, e incluso a Jana, su mayor apoyo.

Impulsado por la necesidad de saber qué ocurrió realmente con su madre, Curro parte solo en busca de Ramona, convencido de que ella guarda la clave de todo. Antes de irse, confía en Jana una misión delicada: disculparse ante todos por su repentina ausencia y justificar su partida. Pero cuando la marquesa Cruz descubre que su sobrino se ha marchado sin permiso y que Jana está implicada, algo oscuro se agita en su interior. La desconfianza y los celos la consumen. Empieza a observarlos con una mezcla de rabia y miedo, convencida de que entre ambos hay algo más que una simple amistad. Cada gesto, cada mirada entre los jóvenes se convierte para ella en un indicio de un vínculo que debe ser destruido a cualquier precio.

Mientras tanto, Curro llega a la casa del hijo de Ramona, decidido a obtener las respuestas que lleva años buscando. Pero el encuentro no sucede como imaginaba. Al verlo aparecer, la anciana reacciona con violencia y terror. Le grita que se marche, que deje el pasado donde está, que hay cosas que jamás deben salir a la luz. Lo acusa de querer desenterrar fantasmas que deberían permanecer dormidos y lo expulsa de su casa sin darle oportunidad de explicar nada. Confuso, herido, Curro se pregunta por qué una mujer que fue tan cercana a su madre ahora se comporta como si él fuera su enemigo.

Lo que ignora es que la verdad es amarga. Tiempo atrás, la marquesa Cruz había visitado a Ramona en secreto. Con su habitual frialdad, le ofreció dinero a cambio de silencio y le advirtió que, si hablaba, pagaría un precio muy alto. Aterrorizada, Ramona desapareció, pero aquella amenaza sigue pesando sobre ella como una losa. Por eso, cuando Curro se presenta ante su puerta, el miedo la domina. Sin embargo, en el fondo sabe que su silencio no podrá durar para siempre. El pasado que Cruz creía enterrado está a punto de volver, más vivo y peligroso que nunca.

Mientras Curro intenta comprender lo ocurrido, Jana sigue en el palacio y decide continuar su investigación sobre la habitación secreta. Siente que su hermano está cada vez más cerca de una revelación decisiva. Pero cuando él regresa y le cuenta lo sucedido con Ramona, Jana se queda sin aliento. La hostilidad de la anciana, su mirada llena de miedo, todo apunta a una verdad mucho más oscura de lo que imaginaban. Empieza a sospechar que aquella habitación no es solo un rincón olvidado del pasado, sino una prisión donde se ocultaron los pecados de los Luján. Cada paso hacia ese secreto la acerca al dolor… y también a la verdad que cambiará sus vidas para siempre.

Mientras tanto, la marquesa Cruz siente que su poder se resquebraja. Las mentiras que construyó durante años comienzan a derrumbarse, los murmullos se multiplican y su propio esposo, el marqués Alonso, empieza a dudar de ella. Torturado por el recuerdo de Dolores y el peso del pasado, Alonso presiente que la verdad sobre su desaparición está más cerca de lo que imagina. Pero Cruz no piensa rendirse. Se siente acorralada: Ramona ha reaparecido, Leocadia la desafía, y Jana y Curro siguen escarbando donde no deberían. La marquesa está dispuesta a todo para evitar que su mundo se derrumbe, incluso a destruir a quienes se interpongan en su camino.

En medio de esta tormenta, otra batalla se libra en el palacio. Martina, la sobrina de Cruz, anuncia orgullosa que ha heredado oficialmente el 25% de La Promesa, la parte que pertenecía a su madre Margarita. Lo que para todos parece una noticia alegre, para Cruz representa una oportunidad. Con las finanzas familiares al borde del colapso y un marido incapaz de tomar decisiones, la marquesa ve en esa porción de la propiedad una tabla de salvación. Si logra hacerse con ella, podría recuperar poder y dominio sobre todo el palacio.

Decidida, Cruz pone en marcha un plan tan sutil como venenoso. Finge cariño hacia Martina, la adula, le habla con ternura fingida, y trata de convencerla de que ceda su parte a Alonso o a Manuel, argumentando que la gestión de La Promesa es demasiado compleja para una joven inexperta. Pero para sorpresa de todos, Martina demuestra una inteligencia inesperada. Se niega a entregar lo que es suyo y anuncia que confiará la administración de su herencia a su prima Catalina, la única persona en la que realmente confía.

Aquella decisión desata la furia de Cruz. No solo pierde su oportunidad de apropiarse de la propiedad, sino que ve fortalecida a Catalina, la hijastra a la que detesta desde siempre. Humillada y herida en su orgullo, la marquesa decide actuar con más astucia. Planea una nueva estrategia: convencer a Martina de venderle su parte bajo el pretexto de “proteger a la familia”. Pero hay un obstáculo insalvable: Cruz no tiene dinero. Las arcas del palacio están vacías. Aun así, su mente fría y calculadora encuentra una salida: manipular los sentimientos de su sobrina, jugar con su ingenuidad y hacerle creer que el sacrificio la convertirá en la verdadera heredera de los Luján.

Mientras el engaño se teje, otra amenaza crece en las sombras: Leocadia, la mujer que ha regresado del pasado para ajustar cuentas. Junto a su hija, la dulce pero decidida Ángela, empieza a minar los planes de Cruz sin que esta lo note. Ambas saben más de lo que aparentan y su presencia comienza a alterar los equilibrios dentro del palacio.

En otro rincón de La Promesa, Jana continúa su investigación, impulsada por una mezcla de miedo y valentía. Una noche, decide colarse en los pasadizos que conectan la habitación secreta con los aposentos nobles. Allí, entre las sombras y el silencio, hace un hallazgo sobrecogedor: un acceso oculto que conduce directamente a la chimenea de la habitación de la marquesa Cruz. Sin dudarlo, se desliza por el estrecho conducto, recordando las veces en que, como una heroína silenciosa, desafió el peligro para salvar a quienes amaba. Pero esta vez, el riesgo es aún mayor.

Mientras se encuentra oculta, escucha voces: Cruz, Alonso y Manuel han entrado en la habitación contigua. Los pasos resuenan, las palabras se mezclan con el crepitar del fuego. Jana contiene la respiración, consciente de que cualquier ruido puede delatarla. Sin embargo, su cuerpo tiembla, y un pequeño movimiento provoca la caída de un candelabro. El sonido resuena en la estancia. Cruz se detiene. Sus ojos se llenan de sospecha, aunque no ve a nadie. Por un instante, parece recordar algo. Tal vez, en el fondo, ella también sabe que ese pasadizo fue testigo de un crimen: la muerte de Tomás de Luján, aquel joven cuyo cuerpo apareció misteriosamente en el salón principal sin que nadie supiera cómo.

Cuando el peligro pasa, Jana logra escapar. Su corazón late con fuerza, pero su mente está más clara que nunca. Ha descubierto la conexión entre la habitación secreta y los aposentos de la marquesa. Esa pista lo cambia todo. Ahora sabe dónde buscar… y a quién temer.

Mientras tanto, Ángela sufre por la partida de Curro. Cree que la ha dejado porque ya no siente nada por ella, y entre lágrimas, se refugia en los brazos de su madre. Leocadia, visiblemente afectada, intenta consolarla, pero un nuevo secreto se cierne sobre ambas: Ángela quiere saber quién es su verdadero padre. La respuesta, que Leocadia teme pronunciar, podría destruirlo todo.

En los niveles inferiores del palacio, otro escándalo sacude a los sirvientes. Han desaparecido varios sacos de harina, y los rumores apuntan incluso al padre Samuel. Pero la verdad sorprende a todos: la responsable es Ángela, que ha robado la comida para repartirla entre los pobres. Su gesto noble está a punto de convertirse en un desastre, hasta que el sacerdote interviene para evitar el escándalo.

Esa misma noche, Jana se queda sola en la oscuridad del pasadizo secreto. Mira la pared fría que la separa de la habitación de Cruz y susurra: “Mamá, estoy más cerca que nunca”. Pero sabe que cada paso hacia la verdad la acerca también al peligro. Si la marquesa descubre que ha estado allí, la pagará caro. Porque en La Promesa, la verdad no libera… destruye.

Y mientras el fuego del pasado vuelve a encenderse, la llama de la verdad está a punto de consumir todo el palacio. La Promesa ya no es solo un lugar de secretos. Es una trampa, y nadie saldrá indemne cuando la verdad finalmente salga a la luz.