¡EXPLOSIVO! Fuerte pelea entre Pelayo y Marta – Sueños de Libertad

Spoiler: El enfrentamiento que rompe el silencio entre Marta y Pelayo en Sueños de libertad

La escena se abre con un ambiente cargado de tensión, donde la música acompaña el eco de una rutina que se ha vuelto habitual: Pelayo descubre nuevamente a Marta bebiendo a escondidas. Con una mezcla de decepción y cansancio, la confronta directamente. “¿Otra vez bebiendo a escondidas?”, le pregunta, dejando al descubierto no solo su frustración, sino también el abismo emocional que los separa. Marta, desafiante y visiblemente herida, no intenta justificarse. Le contesta con frialdad que no se esconde y le advierte que la conversación que él quiere tener no será precisamente cordial. Pelayo insiste, queriendo hablar, pero Marta lo interrumpe y, en un gesto de resignación o tal vez de defensa, se sirve otra copa, convencida de que la necesitará para soportar lo que viene.

Pelayo, intentando mantener la calma, le ruega que no beba más, diciéndole que ya ha tenido suficiente. En ese momento aparece Manuela, a quien Marta presenta con un tono casi teatral, disculpándose por el estado de su marido y justificándolo con un simple “está un poco nervioso hoy”. Manuela, ajena a la tensión que flota en el aire, informa que la cena estará lista pronto y se retira. Pelayo apenas puede contener su ira mientras Marta intenta restarle importancia a la situación, refugiándose en la ironía.

Pero Pelayo no está dispuesto a dejarlo pasar. La acusa de haber contado a su hermano el secreto sobre la ayuda que le prestó en el asunto de Santiago, algo que habían decidido mantener entre ellos y Fina. Marta se defiende: explica que su hermano insistió tanto en remover el tema que no tuvo otra salida que contárselo, para evitar un mal mayor. Sin embargo, Pelayo la acusa de haberle revelado más de lo debido, insinuando que ella expuso su verdadera naturaleza. Marta lo niega rotundamente, asegurando que jamás mencionó nada sobre sus verdaderos gustos o la realidad de su matrimonio.

Pelayo, sin embargo, no se deja convencer. La interroga sobre cómo su hermano descubrió que su matrimonio era solo una fachada, un acuerdo para protegerse mutuamente. Marta intenta justificarse, diciendo que simplemente su hermano ató cabos, que nunca fue su intención traicionarlo. Pero el daño está hecho. Pelayo, con el orgullo herido, afirma que ya no le preocupa lo que piense su cuñado, sino la propia Marta, a quien acusa de haber perdido el control.

Ella, indignada, le responde que puede controlarse perfectamente, pero sus palabras pierden fuerza ante la evidencia: su copa llena y su mirada vidriosa. Pelayo se lo señala con frialdad, diciéndole que está viendo justo lo contrario. Marta, sintiéndose acorralada, confiesa entre lágrimas contenidas que está atravesando un momento muy difícil, que su dolor la supera. Pero Pelayo, en lugar de consolarla, decide enfrentarla con la cruda realidad. Le dice que es hora de admitir que la han abandonado.

Marta reacciona como si esas palabras fueran un golpe. Niega con vehemencia, asegurando que Fina no la abandonó. Sin embargo, Pelayo insiste, diciéndole que alguien que realmente la ama no se va sin ella. Marta se quiebra por dentro. Intenta justificar a Fina diciendo que se marchó para protegerlos a ambos, para evitar que el peligro los alcanzara. Pero Pelayo, con un tono duro y definitivo, le responde que está equivocada.

Entonces, el diálogo se vuelve más intenso. Pelayo la llama por su nombre una y otra vez, pidiéndole que lo escuche, que lo mire a los ojos. Marta, al borde del llanto, finalmente lo hace. Pelayo, con la voz grave y contenida, le dice que le va a revelar la verdad. Le confiesa que Fina no se fue por amor ni por protección, sino por cobardía y debilidad. Que la situación ya estaba controlada, que él mismo se había encargado de solucionarla, pero que Fina no soportó la presión y huyó.

Las palabras caen como una sentencia. Marta, destrozada, apenas puede procesar lo que escucha. Pelayo, en su intento de liberarla del dolor, termina destruyendo su último refugio emocional. Le dice que no quiere verla sufrir por alguien que no vale la pena, que Fina actuó por egoísmo, no por amor. La expresión de Marta cambia: entre incredulidad, rabia y tristeza, comprende que Pelayo quiere arrancarle la última esperanza, el último vestigio de lo que alguna vez la mantuvo viva.

El ambiente se vuelve insoportable. La música sube levemente, como un eco del caos interior de ambos. Pelayo intenta cerrar la conversación con un gesto de falsa calma, sugiriendo que se sienten a esperar a los demás para cenar, como si nada hubiera pasado, como si fueran un matrimonio feliz. Marta, sin embargo, queda paralizada. La mujer que minutos antes bebía para soportar el vacío ahora está rota, enfrentada a una verdad que no quería escuchar.

La escena termina en un silencio tenso, donde las miradas dicen más que las palabras. Pelayo, creyendo haber hecho lo correcto, ignora que sus palabras han cavado una herida mucho más profunda. Marta, hundida en su dolor, se aferra a su copa no por vicio, sino porque ya no tiene nada más a lo que aferrarse. El matrimonio que fingía estabilidad queda expuesto como una farsa sostenida por el miedo, la mentira y el peso de un pasado que ambos intentan enterrar, pero que sigue resurgiendo con cada palabra, con cada reproche.

Este enfrentamiento entre Pelayo y Marta se convierte en uno de los momentos más intensos y reveladores de Sueños de libertad. No solo desnuda la fragilidad de su relación, sino también la compleja red de secretos, apariencias y emociones reprimidas que los atan. Mientras Pelayo busca imponer su versión de la verdad, Marta lucha por mantener viva la memoria de un amor que, pese a todo, sigue siendo el motor de su dolor. En este duelo de palabras y miradas, ambos se destruyen un poco más, dejando al espectador frente a la cruel ironía de un matrimonio que solo sobrevive en apariencia, pero que ya está muerto en el corazón de sus protagonistas.