La promesa: Angela y Curro: la tormenta de despedidas que terminó en una promesa

Ángela y Curro: la tormenta del adiós que terminó en promesa

El viento helado de la montaña soplaba con la crudeza de un final inevitable. Allí, entre la neblina y el eco del silencio, Ángela había decidido despedirse de Curro. Había escogido ese lugar precisamente porque quería claridad; aunque su corazón estuviera atrapado en una tormenta de dudas, el aire limpio le recordaba que debía soltar. Creía que su amor era una ilusión hermosa pero imposible, una llama condenada a apagarse por las diferencias de su origen y el peso de los apellidos. Curro, en cambio, la seguía en silencio, con el alma encogida, sin entender por qué debía renunciar a aquello que le daba sentido a su vida.

Cuando ella se detuvo y señaló el horizonte, su voz tembló con dignidad. Quería que él recordara ese lugar, no su sufrimiento. “Esto fue un sueño, Curro”, le dijo, “y es hora de despertar antes de que nos consuma”. Pero Curro se negó a aceptar un adiós que le destrozaba por dentro. Le tomó las manos, frías como el mármol, y le confesó que su único hogar era donde ella estuviera. Ángela, sin embargo, lo amaba tanto que decidió dejarlo libre, convencida de que su amor era una condena para ambos. Su despedida fue un acto de amor desesperado.

El destino, sin embargo, tenía otros planes. Justo cuando el silencio entre ellos parecía sellar la ruptura, una figura emergió del bosque: una mujer joven, de porte distinguido y acento extranjero. “¿Curro?”, pronunció ella con voz dulce y sorprendida. Él se quedó petrificado. “¿Juliette?”, alcanzó a decir antes de que ella lo abrazara con familiaridad. Ángela lo vio todo, y su mundo se derrumbó en un segundo. Aquella mujer, con su elegancia y su cercanía hacia Curro, encarnaba todo lo que ella temía: el recordatorio de que él pertenecía a un mundo que no era el suyo.

El malentendido fue devastador. Ángela, herida hasta el alma, interpretó aquella escena como una traición. Sin escuchar explicaciones, huyó montaña abajo entre lágrimas y barro, gritando que lo dejara todo atrás. Curro trató de detenerla, pero el orgullo y el miedo la cegaban. La tormenta comenzó a desatarse, como si el cielo reflejara la tempestad interior de ambos.

Avance de 'La Promesa', capítulo de hoy, lunes 6 de octubre: Curro y Ángela  rompen su relación | Series

Mientras tanto, en los pasillos de La Promesa, otra batalla se libraba. Petra Pérez, cansada de los abusos de Don Cristóbal, se rebeló. Su desafío marcó un antes y un después: por primera vez, el ama de llaves se enfrentó al poder masculino que llevaba años humillándola. Con palabras afiladas y una mirada firme, Petra le recordó que ella no servía a un hombre, sino a la casa, y que sabía demasiado sobre los secretos del marqués como para seguir siendo tratada como una sirvienta. Cristóbal, pálido de ira y miedo, comprendió que su poder comenzaba a desmoronarse. Petra salió victoriosa, más fuerte que nunca.

En otro rincón del palacio, la joven María Fernández se enfrentaba a su propio abismo. Pía, siempre perceptiva, descubrió su secreto: María estaba embarazada. La muchacha, aterrorizada, lloró entre sus brazos, confesando que no sabía cómo decírselo a Salvador, temiendo su rechazo. Pero el destino quiso que él entrara justo en ese momento. Pía, con la serenidad de una madre, los dejó solos. Y fue entonces cuando María, temblando, le reveló la verdad. El silencio posterior fue un precipicio. Salvador, al principio, quedó atónito, pero en lugar de juzgarla, la abrazó. Le dijo que no importaban las fechas ni los fantasmas del pasado: si esa vida crecía dentro de ella, era de ambos. En ese instante, el miedo dio paso al amor más puro, y su unión se volvió inquebrantable.

Mientras tanto, en el taller, Manuel enfrentaba una decisión crucial: debía elegir entre dos proyectos de motores. Uno seguro y tradicional; el otro, arriesgado pero revolucionario. El consejo de su padre, Alonso, resonó en su mente: “Las mejores decisiones se toman con las tripas, no con el libro de cuentas”. Cuando llegó un telegrama informando que el industrial “seguro” había sido arrestado por fraude, Manuel entendió que su instinto había tenido razón. Eligió el riesgo, eligió el futuro. Era el comienzo de una nueva era para La Promesa.

La Promesa, avance del capítulo 638 (21 de julio): Ángela y Curro: beso  revelado, destino en juego

De regreso en la montaña, la tormenta alcanzaba su punto máximo. La lluvia empapaba todo mientras Ángela corría sin rumbo, cegada por el dolor. Curro la alcanzó justo a tiempo para evitar que cayera por un terraplén. Ella lo golpeaba, gritando entre sollozos que se fuera con su amante. “¡No es mi amante!”, gritó él. “¡Es la hermana de un amigo! ¡Vino a buscar ayuda!”. En ese momento, Juliette apareció jadeante, explicando la verdad: Curro había salvado a su hermano en África, y ella solo había venido a pedirle auxilio. Ángela se quedó helada. La verdad era tan simple, tan cruel en su obviedad, que se sintió ridícula.

El peso del error la derrumbó. Murmuró disculpas entre lágrimas mientras Curro la abrazaba con ternura. “Estás helada”, le dijo, llevándola en brazos hasta un cobertizo donde pudieron refugiarse del aguacero. Allí, entre el olor a heno húmedo y el sonido lejano del trueno, él la miró a los ojos y le habló con una determinación que no dejaba espacio a dudas. “El adiós se acabó, Ángela. No más despedidas. No más miedo. Me quedaré contigo, pase lo que pase”.

Ella lo miró, temblando, pero no de frío. Era el peso de una verdad que por fin se abría paso en su pecho: lo había amado tanto que casi lo pierde por temor a no merecerlo. Y ahora comprendía que el amor no se mide en apellidos ni en apariencias, sino en la fuerza de resistir juntos.

En ese refugio, mientras la tormenta purificaba el mundo exterior, Ángela dejó caer la última de sus defensas. “Juntos”, susurró, y sus labios se encontraron en un beso que ya no era de despedida, sino de promesa.

A lo lejos, el cielo comenzaba a despejarse. En La Promesa, cada habitante enfrentaba un nuevo comienzo: Petra descubría su poder, María y Salvador su esperanza, Manuel su valentía. Y Curro y Ángela, bajo la lluvia, sellaban su destino. La tormenta no había sido el final, sino la prueba que los transformó. Porque solo después de perderse, comprendieron lo que realmente significa amar sin miedo.

Esa noche, el palacio se cubrió de calma. Pero no era el silencio del fin, sino el de un nuevo amanecer.