LA PROMESA Avance Capítulo 716 viernes 14 noviembre CURRO y ÁNGELA vuelven a encontrarse
La semana va tocando a su fin… pero el secreto que estalla mañana podría cambiarlo todo
Mañana viernes, La Promesa nos entregará un capítulo cargado de tensión, sospechas y revelaciones que amenazan con hacer tambalear más de una relación dentro del palacio. La semana está a punto de cerrar, pero no sin antes dejar caer una bomba emocional que dejará a todos preguntándose en quién confiar… y en quién no. Porque lo que está a punto de descubrirse no solo afecta a los habitantes de los pasillos nobles, sino también a aquellos que viven en la planta de servicio y que, sin saberlo, están a un paso de ver sus vidas cambiar para siempre.
El eje central del episodio se sostiene sobre Martina, atrapada en una red de acusaciones que no deja de apretarse. A pesar de las pruebas que Jacobo ha puesto sobre la mesa —cartas, gestos, coincidencias que la incriminan de manera directa— la joven continúa negándolo todo con una frialdad que desconcierta incluso a quienes la conocen desde siempre. Para ella, esas misivas provenientes de Catalina no son responsabilidad suya, y aunque logre mantener la calma en la superficie, por dentro la tormenta es evidente. Cada palabra que pronuncia Jacobo la hiere más profundamente, no solo porque la acusa, sino porque lo hace desde un lugar de sospecha que destruye poco a poco la confianza entre ambos.
Esa desconfianza abre una grieta que Adriano aprovecha sin proponérselo. Mientras Jacobo decide hundirse cada vez más en su obsesión por descubrir la verdad detrás de las cartas, Adriano se posiciona del lado de Martina de una manera totalmente distinta: con cariño, con comprensión, con una cercanía inesperada. El gesto que tiene con ella —un regalo emocional, íntimo, casi confesional— la descoloca por completo. No es un presente material, sino algo que le demuestra que alguien todavía la ve, la escucha, la cree. Esa pequeña luz es suficiente para que Martina empiece a cuestionarse quién está realmente de su lado, y sobre todo, si su promesa matrimonial sigue teniendo sentido.
Mientras tanto, en la planta de servicio, Teresa vive su propio calvario de indecisión. Cristóbal le ha ofrecido el puesto de ama de llaves, un ascenso tan inesperado como significativo, pero la joven no consigue dar el paso. Sería un cambio enorme: más responsabilidad, nuevas obligaciones, un lugar diferente en la estructura de La Promesa. La duda la paraliza… hasta que sus compañeros se enteran. Y, lejos de impedirle avanzar, todos la empujan con entusiasmo. Ellos la ven capaz, fuerte, preparada. Teresa es quizá la única que no lo ve así, aunque poco a poco el apoyo común empieza a calar en ella. La pregunta ya no es si merece el puesto, sino si está preparada para aceptar lo que ese puesto significará en su vida.

En otro rincón del palacio, Adriano —tan enigmático como siempre— recibe noticia de su invitación a la gran celebración por el aniversario del duque de Carvajal y Cifuentes. Para cualquiera sería un honor… pero él, en un giro sorprendente, revela que no asistirá. Su negativa no es un simple capricho. Es un misterio. Una decisión pronunciada con un peso extraño, casi doloroso, que llama la atención de Alonso de inmediato. El marqués, con su habitual intuición, percibe claramente que el joven esconde algo detrás de esa firmeza repentina. El hecho de que en la fiesta esté presente nada menos que su majestad, el rey Toño, convierte su ausencia en un enigma aún más delicado. Alonso intenta convencerlo, persuadirlo, recordarle la importancia del evento. Pero Adriano permanece inmóvil, como si su negativa fuera más un refugio que una elección.
Mientras esto ocurre, lejos de los salones nobles, el periódico local publica una entrevista con Madame Cocot, un nombre que despierta curiosidad y revuelo entre quienes la conocen y quienes no. El artículo agita nuevamente las aguas en el servicio, animando a más de uno —especialmente a Vera— a insistir para que López intervenga. Pero él, impasible, parece decidido a no mover un dedo. Su inmovilidad resulta casi provocadora, y su silencio alimenta teorías, sospechas y una creciente frustración entre quienes creen que ya es hora de que actúe.

En contraste con estas tensiones, en la zona más íntima del palacio se desarrolla uno de los momentos más delicados: Pía y Curro se convierten en el principal soporte emocional de María Fernández, cuya angustia por su embarazo no hace más que aumentar. Ella vive con el miedo constante de que Cristóbal descubra la verdad y la despida sin contemplaciones. La doncella se siente atrapada, incapaz de decidir qué hacer, incapaz de confiar, incapaz de imaginar un futuro que no esté marcado por las consecuencias de su secreto. Pía, lúcida y maternal, intenta darle calma. Curro, conmovido y atento, también la acompaña, aunque su propio corazón está demasiado cargado para sostenerse por sí solo.
Porque Curro, más allá de su apoyo a María, arrastra un dolor que no consigue ocultar. La situación con Ángela lo tiene al borde del colapso emocional. Y cuando Pía lo encuentra vulnerable, roto por dentro, intenta ofrecerle una salida radical: alejarse del palacio. Marcharse de La Promesa para cortar de raíz el vínculo que tanto daño le está causando. Olvidar, aunque eso le cueste el alma. Pero las heridas del amor no se curan con distancia.
La prueba llega más tarde, cuando Curro y Ángela, pese a todos los intentos por mantenerse firmes, vuelven a caer en lo inevitable. Se buscan, se encuentran, se rompen y se reúnen como dos imanes que no saben vivir separados. El encuentro íntimo que comparten no es fruto del impulso, sino de un amor que ninguno de los dos ha conseguido controlar. Una vez más, incumplen su promesa de mantenerse alejados… y esta vez no parecen tener fuerzas para fingir indiferencia.
Así cerrará la semana en La Promesa: con secretos que se aprietan, relaciones que se resquebrajan, decisiones que se acercan y destinos que empiezan a torcerse. Lo que ocurra mañana será decisivo para todos ellos, y quizá marque el inicio de un nuevo ciclo donde nadie podrá seguir escondiendo lo que siente… ni lo que teme.
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