La Promesa, avance del capítulo 676: Catalina desafía al barón en La Promesa

El martes 16 de septiembre, la historia de La Promesa alcanza un punto de ebullición con un episodio que marcará un antes y un después. El capítulo 676 se tiñe de intrigas, amenazas y confesiones que harán tambalear los cimientos de la finca. Catalina, el barón de Valladares, Ángela, Leocadia, Cristóbal, Ricardo, Pía, Samuel, Petra, Lope, Vera… cada personaje se verá arrastrado por una vorágine en la que la tensión se desborda y la calma resulta imposible.

El ultimátum del barón

En el gran salón, bajo los ventanales que dejan entrar una luz dorada y pesada, Catalina se enfrenta al barón de Valladares. Él, sentado como un rey destronado pero aún soberbio, lanza la amenaza más cruel que podía imaginarse: Catalina debe abandonar La Promesa. Y no de cualquier manera, sino sola, sin Pelayo, sin sus hijos, sin nadie que la acompañe. Para él, la joven se ha convertido en un foco de conflictos, un estorbo que amenaza con prender fuego a todo el palacio.

Catalina escucha incrédula, pero su rostro se mantiene firme, casi de piedra. Dentro de ella se agita un torbellino de miedo y rabia, pero no se permite mostrar debilidad. Su réplica es un desafío abierto: no piensa irse, mucho menos abandonar a su familia. La discusión escala con insultos velados y acusaciones directas, hasta que la hija del marqués estalla y, con voz encendida, lo llama tirano y usurpador. Catalina se alza como una leona herida que defiende lo suyo: “Antes veré arder esta casa que marcharme dejando atrás a mis hijos”. El choque entre ambos no es solo un enfrentamiento personal, sino el inicio de una guerra que dividirá aún más a los habitantes de la finca.

El veneno de los rumores

Pero la amenaza del barón no es el único enemigo de Catalina. Apenas abandona la estancia, los pasillos se convierten en un hervidero de cuchicheos. Los nobles invitados, con sonrisas hipócritas, la señalan como la responsable de las revueltas de los trabajadores. La acusan de haber alimentado las exigencias de los jornaleros, de hablar con ellos como iguales, de sembrar un caos que pone en riesgo la estabilidad de La Promesa.

El rumor se vuelve sentencia, y Catalina siente cómo el aislamiento la rodea. Su prima Martina intenta acercarse para consolarla, pero la tensión estalla también entre ellas. Catalina, rota por dentro, descarga su rabia llamándola hipócrita y acusándola de haberla traicionado con silencios y miradas. El enfrentamiento llega a oídos de Cruz, que disfruta cada segundo del derrumbe de su hijastra. La marquesa se burla de Catalina, acusándola de revolucionaria y de arrastrar a toda la familia a la ruina. Catalina, sin poder más, se marcha entre gritos y lágrimas contenidas, sintiéndose sola y acorralada en su propio hogar.

Ángela suplica en la oscuridad

En una celda improvisada del palacio, Ángela vive su propio calvario. Encerrada por decisión de Leocadia, la joven suplica entre lágrimas que un médico la examine. Dice sentirse enferma, con mareos y falta de aire, y teme que algo grave esté ocurriendo en su interior. Leocadia, dura en apariencia, empieza a ceder cuando ve el rostro de su hija pálido y tembloroso. Finalmente acepta llamar al doctor, aunque en el fondo solo busca confirmar que los males de Ángela no son más que invenciones. Para Ángela, sin embargo, esa mínima concesión se convierte en una chispa de esperanza en medio de la oscuridad de su encierro.

Orgullo herido entre Ricardo y Cristóbal

Mientras tanto, en el despacho, otra batalla se libra en silencio. Cristóbal acusa a Ricardo de haberse arrastrado ante Manuel para recuperar el favor del marqués. Para el antiguo mayordomo, la acusación es un insulto intolerable: su lealtad ha sido construida con décadas de trabajo, no con súplicas. La tensión entre ambos hombres refleja un choque generacional y moral: el viejo orden de la fidelidad contra el nuevo de la ambición sin escrúpulos. La conversación termina con un portazo y una certeza: Cristóbal no descansará hasta destruir a Ricardo, y Ricardo no está dispuesto a rendirse.

El dolor de Pía y la impotencia de Samuel

En las cocinas, Samuel contempla con impotencia la humillación de Pía, reducida a fregar los suelos como si fuera la criada más baja de la casa. Verla, después de haber sido un pilar en La Promesa, lo hiere como un látigo en carne propia. Su rabia y su tristeza son tan intensas que apenas puede contenerlas, pero sabe que intervenir solo empeoraría las cosas para ella. Samuel calla, pero su corazón sangra con cada gesto de agotamiento de Pía.

El malestar de Petra

Petra, aún afectada por el accidente, sufre una tortícolis que no termina de sanar. Aunque el médico le ha restado importancia, el dolor persiste, haciéndola más irritable que nunca. Cada tarea en la cocina se convierte en un suplicio, y su carácter, ya áspero, se agudiza, contagiando su mal humor a quienes la rodean. La mujer que solía tenerlo todo bajo control ahora se ve vulnerable, y esa fragilidad la llena de frustración.

Lope estalla contra Vera

En medio de este ambiente enrarecido, Lope arrastra un mal humor que Simona y Candela intentan comprender. Le presionan para que confiese qué le ocurre, pero justo cuando Vera interviene para defenderlo, él reacciona con violencia. La acusa de meterse donde no la llaman y le grita con una dureza inesperada. Vera, dolida y con lágrimas en los ojos, le devuelve el reproche antes de marcharse. Lope queda devastado, consciente de que ha herido a alguien que solo quería ayudarle, pero el daño ya está hecho.

La confesión que lo cambia todo

Y en medio de todo este caos, ocurre un hecho clave: Teresa escucha una conversación secreta. Jacobo revela que manipuló la situación para que Martina fuera admitida en el patronato, con el único objetivo de apartarla de la gestión de la finca. Esta confesión, escuchada por casualidad, arroja nueva luz sobre las intrigas que asfixian a La Promesa. Teresa, atónita, guarda la revelación que podría cambiar el rumbo de todo lo que está por venir.


El capítulo 676 de La Promesa no es solo un episodio más: es una sucesión de batallas abiertas, de traiciones silenciosas y de heridas que no cicatrizan. Catalina desafía al barón y planta cara a su familia, Ángela suplica por su vida en un encierro cruel, Ricardo y Cristóbal se declaran la guerra, Samuel sufre por la humillación de Pía, Petra lucha contra su propio cuerpo, y Lope destroza su relación con Vera. Todo mientras una confesión inesperada cae en oídos de Teresa, anunciando que la tormenta que se avecina será aún más feroz.

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