La Promesa – Avance del capítulo 715: Beltrán acorralado por Lorenzo y un secreto
Beltrán acorralado por Lorenzo y un secreto
La tensión en La Promesa alcanza niveles críticos cuando Lorenzo comienza a sospechar que Beltrán guarda secretos que podrían cambiarlo todo. Sin contemplaciones, el capitán decide actuar y hacer que cada movimiento del joven quede bajo escrutinio. Mientras tanto, una invitación inesperada amenaza con alterar la boda, y Jacobo se acerca peligrosamente a la verdad sobre las cartas de Catalina, mientras Teresa recibe una propuesta que podría transformar su destino por completo. Ángela, consciente del caos que se avecina, intenta mantener la calma, mientras Beltrán siente que su mundo se desmorona. Lorenzo ha visto demasiado, y ahora parece dispuesto a destruir cualquier futuro que el joven intente construir. La pregunta que todos se hacen es si Beltrán logrará salvarse antes de que sea demasiado tarde.
El amanecer sobre La Promesa llegó con un gris inusual, como si el cielo no pudiera decidir entre luz y tormenta. Los sonidos del palacio despertaban lentamente: cubetas que tintineaban, pasos apresurados de criados, murmullos que se perdían entre los pasillos. Sin embargo, aquel jueves 13 de noviembre, cada ruido parecía portar consigo una amenaza, una duda, un secreto.
En una de las habitaciones del ala de servicio, Teresa permanecía inmóvil frente a la pequeña ventana que daba al patio, aún sin ponerse el delantal. Sostenía el cordón entre los dedos como si fuera un vínculo con su vida anterior, esa rutina que ahora se le quedaba corta. Las palabras de Cristóbal resonaban en su mente: “Quiero que seas la nueva ama de llaves del palacio”. La serenidad de su mirada le había hecho sentir que no era una orden, sino un destino que podía cambiarlo todo. Teresa no sabía si era una bendición, una trampa o un salto al vacío.
Al escuchar pasos en el pasillo, se apartó de la ventana. Era Pía, con el rostro cansado y una sombra de tristeza que la acompañaba últimamente. Con voz práctica y apenas un dejo de ternura, le preguntó si pensaba bajar a la cocina. Teresa, con el corazón acelerado, murmuró que necesitaba hablarle sobre el doctor. Pía percibió que no era una queja común. Con un hilo de voz, Teresa le confesó que Cristóbal le había ofrecido convertirse en la nueva ama de llaves de La Promesa.

Las palabras quedaron flotando entre ambas. Pía sintió primero sorpresa, luego orgullo, y finalmente recordó la herida que aún no cerraba tras la destitución de Petra. El nombre de la anterior ama de llaves cayó entre ellas como una losa. Petra, traicionada por Leocadia, rota de orgullo, parte esencial del alma del palacio, ahora relegada. Pía preguntó entonces qué sentía Teresa al escuchar la propuesta. Teresa, con temor, admitió miedo, pero también una chispa de esperanza: por primera vez alguien veía en ella algo más que una simple doncella.
Pía le aconsejó prudencia. No debía apresurarse a contárselo a Petra; primero tenía que reflexionar y aceptar su decisión con claridad. A pesar de la incertidumbre, Teresa sintió que había dado un primer paso hacia algo que podía cambiar su vida.
En otra parte del palacio, Petra estaba sola en su habitación, intentando recomponerse tras la humillación de perder su puesto. La traición de Leocadia la consumía más que la pérdida del trabajo. Caminaba de un lado a otro, decidida a no desaparecer, a no dejar que la borraran de La Promesa, aunque sentía que la sombra de Leocadia se extendía cada vez más.
Mientras tanto, en el despacho, Adriano descubría a Jacobo revisando las cartas de Catalina. La tensión era palpable. Jacobo había detectado inconsistencias: fechas, expresiones y detalles que no coincidían con lo que se sabía de Catalina. Sospechaba que algunas cartas no habían sido escritas por ella, o al menos no en las circunstancias que creían. Adriano se sintió descolocado; cada carta era un hilo que lo unía a Catalina, y la posibilidad de falsedad era insoportable.
Martina irrumpió accidentalmente en la escena, atrapada entre la curiosidad y el miedo. Jacobo la interrogó con sutileza, sugiriendo que Leocadia podría estar detrás de las irregularidades. Martina, nerviosa, intentó mantener distancia y negar cualquier implicación, pero la tensión en el aire delataba que no todo era lo que parecía. Jacobo decidió no presionarla por ahora, consciente de que el silencio podía ser más eficaz que la confrontación directa.
Mientras tanto, en la cocina, Simona, Candela y Vera intentaban concentrarse en sus tareas, pero los pensamientos volaban hacia la boda cancelada y los peligros que acechaban a Beltrán. Samuel intentaba mediar, pero María Fernández se mantenía firme: debía enfrentar sus problemas sola, sin que otros asumieran sus cruces.

Beltrán, agotado por la falta de sueño y la incertidumbre, caminaba por los pasillos del palacio. La cancelación de la boda y la presencia vigilante de Lorenzo lo mantenían en constante tensión. Lorenzo había visto gestos y conversaciones privadas, y podía interpretar cualquier movimiento como una amenaza a su autoridad. Beltrán se apoyó en una ventana, recordando la mirada de Lorenzo: una advertencia silenciosa que podía poner en riesgo su honor y su relación con Ángela.
Ángela se acercó a Beltrán, reconociendo su angustia. Le recordó que debían jugar con las propias armas de Lorenzo: aparentar normalidad, cumplir con su papel y no darle motivos para reforzar sus sospechas. Ambos comprendieron que cualquier debilidad podría ser usada en su contra. La valentía de Ángela emergió con fuerza, dejando claro que no permitiría que su futuro fuera controlado por la amenaza constante de su padre.
Más tarde, Curro se encontró con Leocadia en un pasillo oscuro. La mujer, con una calma inquietante, le advirtió que cuando se celebrara la boda de Ángela, ella se encargaría de que él abandonara el palacio. La amenaza era clara: el tiempo estaba contado y cada decisión tendría consecuencias.
A lo largo del palacio, secretos, cartas ambiguas, bodas canceladas y alianzas cambiantes mantenían a todos en un estado de tensión continua. Las relaciones se fracturaban, los corazones se vigilaban, y los muros de La Promesa se llenaban de susurros y sospechas. La pregunta flotante, silenciosa y devastadora, era inevitable: ¿quién sobrevivirá cuando la verdad finalmente salga a la luz?
En cada rincón, desde la cocina hasta los despachos, los balcones y los pasillos, los personajes luchan entre el deber, el honor, el miedo y la esperanza. La intriga y la manipulación alcanzan su clímax, y el capítulo 715 deja claro que nada volverá a ser igual. La tensión, el secreto y la traición dominan la escena, preparando el terreno para un enfrentamiento inevitable, donde cada gesto y cada palabra podrían alterar para siempre el destino de quienes viven en La Promesa.