Avance semanal de ‘La Promesa’: La última noche…, del 27 al 31 de octubre. Ángela y Curro urden su escapada para esquivar la boda con Lorenzo

La última semana de octubre cayó sobre La Promesa como una bruma fría, densa y cargada de presagios. No solo los árboles centenarios del jardín se teñían de ocres y dorados, sino que también los corazones de quienes habitaban la finca se veían sumidos en sombras de incertidumbre y temor. Los pasillos de mármol y los corredores humildes del servicio vibraban con rumores apenas susurrados, decisiones irrevocables y un tic-tac que recordaba a todos que el tiempo se escapaba sin clemencia. Para algunos, cada minuto era una carrera contra la desgracia; para otros, una cuenta atrás hacia un abismo del que quizá nunca podrían regresar. En medio de esa tormenta silenciosa, dos amantes luchaban por arrebatarle al destino una última noche, un instante de libertad antes de que las obligaciones los atraparan para siempre.

Lunes: El Baile de las Máscaras y la Oferta del Diablo.
El lunes amaneció con un sol pálido, como si el cielo también dudara en iluminar los rostros angustiados que recorrían la casa. Para Curro, cada día era una espina más en el pecho. Observaba a Ángela desde la distancia y sentía cómo la tristeza y la distancia fría de ella lo congelaban por dentro. Ese amor que creían indestructible ahora se veía fragmentado por silencios que gritaban más que cualquier palabra. En la biblioteca, rodeados del olor a papel antiguo y cuero, Curro suplicó por una respuesta, por un gesto, pero Ángela, presionada por las estrategias de Alonso, guardaba su dolor en una sonrisa forzada, dispuesta a jugar el juego de Leocadia a costa de su propio corazón.

Beltrán, el joven abogado, fue el destinatario involuntario de esa fachada. Ángela le dedicaba cortesías que se sentían como dagas para su propio amor. Mientras él admiraba su cortesía y amabilidad, ella sufría la contradicción de traicionar sus sentimientos hacia Curro por la supervivencia y el plan trazado por su madre. Cada paso hacia Beltrán era un sacrificio silencioso, un acto de resistencia en la guerra por su libertad.

Más tarde, en la intimidad del despacho de Alonso, Ángela rompió finalmente la coraza y dejó que las lágrimas brotaran, confesando la desesperación que sentía al tener que fingir, al vivir bajo la constante amenaza de Lorenzo, al ver cómo Curro sufría en silencio. Alonso le recordó que debía continuar con la farsa, pues era la única manera de protegerse a sí misma y a los suyos.

Mientras tanto, Leocadia movía sus piezas con precisión. Citó a Beltrán y, con voz melosa y calculada, le ofreció un matrimonio con Ángela acompañado de una dote que aseguraría su futuro, transformando a Beltrán en un peón cegado por la ilusión y el oro prometido. Era una oferta irresistible, la primera jugada de un plan maestro que solo Ángela conocía en parte.

En otros rincones de la casa, dramas más íntimos se desarrollaban. Toño enfrentaba la traición de Enora, mientras Simona y Candela intentaban ablandar su orgullo herido. Jacobo y Martina experimentaban la distancia que el silencio y los celos habían generado entre ellos; un abismo donde el amor se congelaba y las palabras apenas podían atravesar. María Fernández, con el corazón tembloroso, luchaba con la noticia de su embarazo y, tras mucho pensar, decidió que no podía traer a un hijo a un mundo lleno de dolor, recibiendo el apoyo incondicional de Pía, quien se convirtió en su refugio y confidente.

Petra, por su parte, enfrentaba la amenaza de perder su puesto como ama de llaves. Cristóbal le dio un ultimátum: tres días para demostrar que podía continuar cumpliendo sus funciones. La desesperación la envolvía, sintiendo que todo lo que había construido podría desmoronarse. La presión se mezclaba con la urgencia de Curro, quien ideaba un plan secreto para rescatar a Ángela de la prisión de sus compromisos y darle un instante de felicidad antes de que el destino los separara definitivamente.

Jueves: El Ultimátum y la Decisión de Morir por Dentro.
Ángela seguía con su actuación frente a Beltrán, mientras Curro la observaba, dividido entre comprender el plan y el tormento de verla en brazos de otro. Cada roce, cada mirada furtiva, era un tesoro robado en medio de la farsa. Petra luchaba por no ser despedida, mientras Manuel sorprendía a todos ofreciendo a Enora una segunda oportunidad, aunque Toño aún necesitaba tiempo para curar la herida de la traición. En la cocina, Lope comenzó a ver la posibilidad de publicar sus recetas, un pequeño rayo de esperanza entre tanto dolor.

María, finalmente, decidió interrumpir la tormenta emocional de su vida, renunciando a su embarazo y encontrando en Pía un soporte para enfrentar la decisión más difícil. La tensión que Ángela sentía frente a Lorenzo no disminuía, y Curro, consumido por la desesperación, concebía un plan audaz y arriesgado que solo él conocía, un secreto guardado hasta el momento crucial.

Viernes: El Último Deseo.
El viernes llegó cargado de presagio y resolución. Beltrán, alentado por la bondad de Ángela y la propuesta de Leocadia, solicitó formalmente casarse con ella, cumpliendo el primer paso del plan de su madre. Ángela aceptó, pero imponiendo su última condición: dos días y dos noches a solas con Curro, lejos de La Promesa y de todos. Su petición era un órdago, una súplica por un instante de libertad, una última oportunidad para vivir su amor antes de entregarse a un futuro impuesto.

Mientras tanto, los demás dramas continuaban: Adriano vagaba inquieto por la casa, Martina sentía la culpa por sus confesiones, Enora recibía su segunda oportunidad, y Manuel celebraba el éxito de su proyecto. Pero todos los ojos estaban en Ángela y Curro, en esa última noche que podría cambiarlo todo, en ese breve refugio donde dos corazones intentarían latir como uno antes de que el destino volviera a separarlos. La Promesa estaba a punto de explotar, y cada alma dentro de sus muros aguardaba el desenlace de esta semana crucial.