La Promesa: Curro y Ángela desafían a Lorenzo: traición y venganza

Curro y Ángela desafían a Lorenzo: traición y venganza en La Promesa

El amanecer cae sobre La Promesa como un presagio de tormenta. Los muros del palacio parecen contener un aire espeso, cargado de secretos, de culpas y de planes que podrían cambiarlo todo. En ese ambiente enrarecido, el destino de cada habitante se teje con hilos de traición y venganza. Curro y Ángela, empujados al límite, están dispuestos a desafiar el poder de Lorenzo, aunque para ello deban cruzar la línea entre la cordura y el abismo.

Petra Arcos, humillada y herida en su orgullo, siente el aliento del fracaso sobre la nuca. Las palabras de Don Cristóbal le resuenan como una sentencia: demostrar su valor o perderlo todo. Pero Petra no es una mujer que se rinda. En su mente germina una idea cruel, una trampa silenciosa destinada a hundir a Pía Adarre, la mujer que representa todo lo que ella perdió: el respeto, la posición, incluso la maternidad. Su venganza será tan discreta como efectiva. Moverá frascos, alterará etiquetas, cambiará azúcar por sal. Su castigo no será con gritos, sino con desastres que huelen a humillación.

Mientras tanto, Manuel de Luján, en su hangar, juega su propia partida de ajedrez. Ha traído de vuelta a Enora, pero no por compasión: la quiere cerca para observarla, para analizar cada uno de sus movimientos y descubrir si su arrepentimiento es real o solo una nueva máscara. Toño, por su parte, no soporta su presencia. Su amor convertido en desprecio lo consume, y ver a Enora trabajando a su lado es un castigo diario. Cada palabra, cada mirada entre ellos, es una herida abierta. Manuel lo sabe, lo provoca. Quiere ver hasta dónde llega la lealtad de ambos, y en silencio, va tejiendo su propia red de control.

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En las cocinas, Candela y Simona, ajenas a la oscuridad que corroe los pasillos, sueñan con algo más luminoso: convencer a Lope de escribir un libro de recetas. Lope, tímido pero inspirado, siente por primera vez que podría aspirar a algo más. Pero ese pequeño soplo de esperanza contrasta brutalmente con la sombra que envuelve a María Fernández. Su corazón roto por la muerte de Salvador la ha llevado a tomar una decisión devastadora: no seguirá adelante con su embarazo. Entre lágrimas, confiesa su resolución a Pía, que la escucha con el alma encogida. María no ve salida, solo dolor y vergüenza. Y aunque Pía la abraza y le promete apoyo, ambas saben que lo que viene será insoportablemente difícil.

Sin embargo, la trama más peligrosa se teje en silencio, bajo la apariencia de serenidad. Ángela, cada día más asfixiada por el acoso sutil de Lorenzo, siente que la locura la roza. Su sonrisa cortés, sus frases cargadas de amenaza, sus pasos detrás de ella en los pasillos… todo se ha vuelto una pesadilla. Curro, incapaz de soportarlo más, decide actuar. No con palabras, sino con un plan que desafía toda lógica: una farsa tan peligrosa que podría costarle la vida.

Su idea es tan audaz como temeraria: fingir su propio ataque y dejar pruebas falsas que incriminen a Lorenzo. Para ello, necesita algo que lo vincule directamente con el supuesto crimen: uno de sus gemelos de oro y ónix. La misión de conseguirlo recae sobre Ángela. Entrar al despacho de Lorenzo, robarlo y escapar sin ser descubierta. Ella acepta, aunque sabe que si falla, no habrá segunda oportunidad.

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La tensión se apodera de La Promesa. Mientras los señores cenan, Ángela abandona el comedor fingiendo un malestar. Se desliza por los pasillos vacíos hasta el despacho de Lorenzo. El corazón le late con una violencia que amenaza con delatarla. Encuentra el joyero, abre el cajón y toma el gemelo. Pero justo cuando se dispone a huir, oye pasos. Lorenzo. Se esconde tras las cortinas, conteniendo la respiración mientras él pasea por la habitación, saboreando un brandy. A centímetros de ella. Un solo movimiento y estaría perdida. Cuando finalmente se marcha, Ángela escapa corriendo, temblando, con el trofeo en su bolsillo.

En los jardines, Curro la espera junto a un hombre desconocido. Ella entrega el gemelo; el plan está en marcha. “Ya no hay vuelta atrás”, dice él, antes de desaparecer en la oscuridad. Ángela regresa a su habitación, con las manos temblando y la mente en llamas. Entonces, el ruido estalla: un estruendo, un grito, el sonido de cristales rotos. El caos se apodera del palacio. “¡Han atacado al señorito Curro!”, grita alguien. Los pasillos se llenan de gente, las luces se encienden, el horror se instala.

La trampa está tendida. El gemelo de Lorenzo, cuidadosamente colocado entre los restos, será la chispa que encenderá una guerra silenciosa en La Promesa. Una guerra donde cada sonrisa esconderá una puñalada, cada secreto será un arma, y donde la línea entre la justicia y la venganza se borrará para siempre.

Porque en La Promesa, nadie está a salvo. Petra trama en las sombras, Manuel juega a ser dios, Enora llora por amor, María se enfrenta al abismo… y Curro y Ángela, unidos por el miedo y el coraje, acaban de desafiar a un monstruo.

El amanecer siguiente traerá sangre, mentiras y consecuencias imposibles de detener. Lo que comenzó como un acto desesperado está a punto de transformar el destino de todos. La venganza ya está en marcha… y Lorenzo aún no sabe que su caída ha empezado.