LA PROMESA – Petra revela que no pueden despedirla tras descubrir el peor crimen de Leocadia. Avance
🔥“Petra rompe el silencio: la confesión que hará temblar La Promesa”🔥
Los próximos capítulos de La Promesa prometen ser una auténtica tormenta emocional y moral, donde el poder, la venganza y la verdad se enfrentarán en un duelo sin precedentes. Lo que comienza como un simple despido se transformará en una lucha por la justicia y la supervivencia, encabezada por una mujer que, cansada de callar, está dispuesta a hacerlo todo explotar: Petra Arcos.
La historia arranca con Leocadia de Figueroa, más fría y calculadora que nunca, atravesando los pasillos del palacio con su habitual paso firme. Su objetivo está claro: deshacerse de Petra de una vez por todas. Con un gesto autoritario, llama a Cristóbal Ballesteros, su cómplice y mayordomo, y le ordena ejecutar el despido sin demora. El hombre, aunque acostumbrado a las órdenes de su señora, siente un nudo en el estómago. Sabe que Petra, más allá de ser una empleada, es el alma del servicio. Pero Leocadia no admite objeciones. Quiere a Petra fuera y exige silencio absoluto sobre el asunto.
Cristóbal, resignado, se dirige a su oficina para cumplir el mandato. Horas más tarde, Petra aparece frente a él, con la mirada firme, sin imaginar la sentencia que está por recibir. Cuando el mayordomo le comunica la decisión, el tiempo parece detenerse. Ella se queda inmóvil, apenas respirando, hasta que logra articular una pregunta: “¿Hoy mismo?”. La respuesta afirmativa la atraviesa como un cuchillo. Su rostro no grita, pero su alma sí. En un murmullo cargado de dignidad y rabia, le recuerda a Cristóbal sus veinte años de entrega a la casa, los sacrificios, las noches de enfermedad, los inviernos duros. Y ahora, después de todo eso, la echan como si fuera un mueble viejo.
Petra abandona la oficina conteniendo las lágrimas. Camina sin rumbo por los pasillos, sintiendo el peso del desprecio y la traición. Hasta que, por instinto o por destino, se detiene frente al despacho de Leocadia. La puerta está entreabierta. Y lo que escucha detrás cambiará su vida y el rumbo del palacio para siempre.

Dentro, Leocadia habla con Cristóbal sin saber que cada palabra es una daga que se le volverá en contra. “Ya era hora de librarnos de esa mujer —dice la viuda con su voz gélida—. Siempre husmeando, siempre mirando más allá de lo permitido. Por fin tendré paz”. Pero entonces pronuncia una frase que deja helado incluso a su cómplice: “Y ahora nadie podrá relacionarme con lo que pasó con Hann”.
Petra siente que el aire le falta. “¿Hann?”, repite mentalmente, aterrada. Se queda paralizada, escuchando cómo Leocadia describe con naturalidad cómo eliminaron a la joven para consolidar su poder. “Era demasiado querida —prosigue la marquesa—. Mientras ella viviera, Cruz nunca caería. Había que eliminar a una para derribar a la otra”. Las manos de Petra tiemblan. Su corazón late tan fuerte que teme ser descubierta.
Pero Leocadia no se detiene. Con un tono triunfal, le recuerda a Cristóbal que ambos comparten un secreto que los ata: “Tú me debes la vida que tienes. Y yo te debo tu silencio”. Petra comprende, horrorizada, que todo el sistema que ha servido durante décadas está construido sobre la mentira y el crimen.
El suelo cruje bajo sus pies. Por un instante, cree que la han descubierto, pero logra esconderse tras un tapiz mientras Leocadia, desconfiada, revisa el pasillo. Cuando la puerta vuelve a cerrarse, Petra se desliza fuera del corredor, pálida, temblando. En ese momento toma una decisión que lo cambiará todo. No más miedo. No más silencio.
Irrumpe en el despacho con una fuerza inesperada. La puerta golpea la pared y su voz resuena por todo el lugar: “¡Lo he oído todo!”. Leocadia intenta mantener la compostura, pero su rostro se descompone. “¿De qué estás hablando?”, finge ignorancia. Petra no cede. La acusa directamente de haber eliminado a Hann y de conspirar para destruir a la familia del marqués. Cristóbal intenta intervenir, pero Petra lo señala también como cómplice. “Tú limpias la sangre que ella derrama”, le espeta con una mezcla de rabia y desprecio.
Leocadia cambia de estrategia. Primero amenaza, luego intenta comprar su silencio con promesas y dinero. Pero Petra ya no es la mujer obediente de antes. Con voz firme le responde: “No me vendes, Leocadia. Me temes”. La viuda palidece. Por primera vez, su poder parece resquebrajarse. Petra abandona la sala jurando que la verdad saldrá a la luz, y deja a los dos culpables temblando.
En los días siguientes, el ambiente en La Promesa se vuelve irrespirable. Leocadia, aunque intenta fingir normalidad, no puede dormir. Pasa las noches caminando por su habitación, imaginando cuándo y cómo Petra la destruirá. Cristóbal trata de calmarla, pero sabe que la ama de llaves no es mujer de amenazas vacías. “Ella no olvida”, repite Leocadia con voz quebrada.
Mientras tanto, el palacio se prepara para la boda de Ángela, la hija de la marquesa. Un evento majestuoso con flores blancas, luces doradas y música en vivo. Todo parece perfecto, pero bajo esa fachada late el miedo. Petra camina entre los invitados con la serenidad de quien ya ha tomado una decisión definitiva. Observa a Leocadia reír, brindar, actuar como si nada pasara. Hasta que el reloj marca las cuatro.
Entonces, el silencio cae. Petra da un paso al frente y alza la voz: “Antes de que empiece esta ceremonia, hay algo que todos deben saber”. Todos giran hacia ella, sorprendidos. Leocadia palidece. Petra continúa sin titubear: “Esa mujer que hoy se presenta ante ustedes como una madre ejemplar y una viuda generosa es, en realidad, la responsable de la muerte de Hann. La escuché con mis propios oídos confesar su crimen y su deseo de destruir a esta familia”.
El salón estalla en murmullos. Cristóbal baja la mirada, incapaz de sostener la culpa. Leocadia intenta gritar que todo es mentira, que Petra ha perdido la razón, pero nadie parece creerla del todo. La ama de llaves, con lágrimas en los ojos, pero voz firme, concluye: “Durante años callé por miedo. Pero hoy el miedo se acabó. La Promesa debe saber quién la gobierna desde las sombras”.
El rostro de Leocadia se descompone. Por primera vez, su poder se desmorona frente a todos. El futuro del palacio queda suspendido en un silencio helado. Lo que venga después será consecuencia directa de ese acto de valentía: el día en que Petra, la mujer invisible del servicio, se convirtió en el alma de la justicia.
Y así, entre verdades expuestas, alianzas rotas y secretos al descubierto, La Promesa se prepara para su giro más oscuro. ¿Pagará Leocadia por sus crímenes o encontrará una forma de vengarse? ¿Podrá Petra sobrevivir al monstruo que acaba de despertar? El destino del palacio está sellado, y nada volverá a ser como antes.