¿LEOCADIA ACEPTARÁ una PROPOSICIÓN INDECENTE? || REVIEW y ANÁLISIS de La Promesa capítulos 703-704
Título: “La proposición indecente de Ángela sacude La Promesa: caos, secretos y una semana sin rumbo”
Esta semana en La Promesa ha sido como una tormenta que amenaza con estallar, pero que nunca termina de descargar. Ángela, movida por un impulso que mezcla desesperación, deseo y desafío, lanza una bomba inesperada: quiere pasar dos días sola con Curro, lejos de todo, especialmente del palacio. Dos días de libertad, de pasión y, sobre todo, de peligro. Su propuesta deja a todos perplejos, empezando por Leocadia, quien parece haber perdido el control de su propio juego. La villana por excelencia, la mujer que ha manipulado, mentido y asesinado sin pestañear, ahora se enfrenta a un dilema que podría destruir todo lo que ha construido: aceptar o no el deseo de su hija.
Y lo increíble es que, contra toda lógica, Leocadia cede. Nadie entiende por qué. Ni siquiera los espectadores que semana tras semana intentan descifrar sus intenciones. Porque si algo ha caracterizado a Leocadia últimamente, es el caos. Su trama se ha vuelto un laberinto sin salida, lleno de incoherencias y decisiones que ni los más fieles seguidores logran justificar. Un día manipula a Jacobo con insinuaciones y medias verdades, al siguiente parece olvidarse de lo que dijo. La carta misteriosa que parecía el eje de su poder, va y viene sin rumbo claro. Todo en su entorno es confusión, como si la guionista que maneja su destino también estuviera perdida entre borradores.
La única explicación posible es que Leocadia esté intentando atraer a Jacobo hacia su bando, quizá convencida de que Martina es la mente que mueve los hilos en su contra. Pero ni eso está claro. Los personajes hablan, actúan, cambian de dirección, y nosotros como espectadores nos quedamos sin brújula. Lo único certero es que la relación entre Ángela y Curro se acerca a un punto sin retorno. Que se vayan juntos —con el permiso de Leocadia— suena más a suicidio narrativo que a una decisión lógica. Porque todos sabemos lo que pasará: la pasión será inevitable, y con ella, las consecuencias.
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¿De verdad Leocadia, que desprecia a los bastardos con tanto odio, permitirá que su hija termine embarazada del hombre que más detesta? No tiene sentido. Ella sabe perfectamente cómo es Ángela, conoce su carácter impulsivo y su forma de desafiar los límites. Pretender que la joven obedezca una orden tan absurda como “no te acuestes con él” sería una ingenuidad monumental. Y aun así, parece que esa será la dirección de la historia. Por eso, muchos fans sienten que la trama de Leocadia ha perdido su esencia: ya no es la fría manipuladora que movía los hilos desde las sombras, sino una figura errática, atrapada entre contradicciones.
Lo peor es que esta confusión ya no solo afecta a los personajes, sino también a la audiencia. Cada episodio deja más preguntas que respuestas, y el argumento parece girar en círculos. Tres capítulos esta semana y nada ha cambiado. Todo sigue donde estaba el lunes. Lo único que mantiene viva la expectativa es la posible llegada de Margarita, una figura que podría revolucionar las tramas estancadas del palacio. Todo apunta a que su aparición está cerca, y muchos esperan que sea el impulso que reactive el corazón narrativo de La Promesa.
Pero mientras esperamos a Margarita, hay otro tema que ha generado conversación: Manuel. El personaje vive un presente extraño, casi desconectado del resto del elenco. Tras la marcha de Ana (Hann), su papel parece reducido a aventuras paralelas, sin rumbo ni peso emocional. Algunos comparan su situación con la de un Indiana Jones perdido en el tiempo: protagoniza su propio spinoff dentro de la serie. Ni trama amorosa, ni grandes dilemas. Solo misiones aisladas, movimientos dentro del palacio que no llevan a ninguna parte. Se siente como un adorno, un eco de lo que fue. Y todo indica que esto no cambiará pronto.
Los guionistas parecen haber decidido que Manuel se mantenga al margen, mientras el resto de personajes se hunden en el caos. Es una elección consciente, tal vez impuesta desde la producción, pero que deja a muchos espectadores con un sabor amargo. Porque Manuel fue, durante mucho tiempo, el corazón heroico de la historia, y ahora es apenas una sombra.
Por otro lado, la tensión crece en la trama de Adriano, Martina y Jacobo. Este triángulo necesita urgentemente una sacudida, y la única capaz de hacerlo es Margarita. Todo apunta a que su llegada ocurrirá en los próximos diez episodios, si no antes. Su aparición no solo traerá conflicto, sino también un nuevo equilibrio entre los tres. Porque Martina ya no puede seguir navegando en aguas tan turbias sin que algo —o alguien— la obligue a definirse.

Y mientras el palacio hierve de rumores, otra historia se roba la atención del público: el supuesto embarazo —o aborto— de María Fernández. Una trama incómoda, que ha dividido opiniones y levantado más críticas que empatía. Muchos espectadores no logran conectar con la joven ni entender sus decisiones. La idea de que pueda abortar, especialmente en el contexto histórico en que se ambienta la serie, resulta difícil de asimilar. Y la forma en que se está manejando el tema, entre silencios y exageraciones, no ayuda.
Algunos fans incluso prefieren pensar que todo se trata de un malentendido, de un diagnóstico erróneo, o simplemente de una broma narrativa mal colocada. Sería más fácil aceptar que María ha ganado peso que verla enfrentarse a una tragedia de ese calibre. Porque si algo está claro, es que la historia de La Promesa necesita volver a su equilibrio, dejar atrás las líneas oscuras y reencontrar su tono de drama clásico, sin tanto desconcierto.
Esta semana corta, con apenas tres episodios, ha dejado la sensación de que nada avanza. Las tramas están congeladas, los personajes actúan sin coherencia, y la audiencia observa impotente cómo las promesas que un día emocionaron parecen disolverse entre contradicciones.
Aun así, la esperanza persiste. La llegada de Margarita, los secretos de Leocadia, el destino incierto de Ángela y Curro, e incluso las aventuras de Manuel, podrían dar un nuevo aire al palacio. Pero por ahora, La Promesa atraviesa una etapa confusa, una especie de limbo argumental donde todo se repite y nada se resuelve.
El sábado, Día de Todos los Santos, termina con más dudas que certezas. Pero los fans, fieles como siempre, se preparan para la próxima semana con la esperanza de que por fin algo cambie. Porque si algo mantiene viva a La Promesa, incluso en su caos, es precisamente eso: la promesa de que el siguiente episodio podría ser el que lo cambie todo.