María impide que Gabriel mate a Andrés en el último momento – Sueños de Libertad

💥 La noche de la verdad: María se enfrenta a Gabriel en el hospital y desvela su traición más oscura 💥

La oscuridad del hospital parece más densa que nunca. Los pasillos, vacíos y silenciosos, apenas se iluminan por la tenue luz que entra por las rendijas de las persianas. Afuera, la lluvia cae con la calma de quien presiente la tormenta interior que está a punto de estallar. Dentro de la habitación, Andrés yace inmóvil, con el rostro pálido y la respiración débil. Es el silencio de un hombre suspendido entre la vida y la muerte. Pero esa quietud se rompe de golpe cuando María entra sin previo aviso y descubre una escena que cambiará todo lo que creía saber.

Allí, junto a la cama de su marido, está Gabriel, con una jeringuilla en la mano y la mirada perdida. María no necesita explicaciones. Su instinto, alimentado por días de sospecha, le grita la verdad antes de que nadie la pronuncie. “¡Guarda tus manos de mi marido!”, exclama, temblando de rabia. El sonido de su voz retumba en la habitación, cortando el aire como un cuchillo. Gabriel intenta acercarse, pero ella retrocede, mirándolo con un desprecio feroz. “¿Qué ibas a hacer?”, le exige. Él tartamudea, intentando encontrar palabras que lo salven, pero la verdad ya se ha hecho visible.

“Espera, María, por favor…”, suplica él, mientras da un paso hacia atrás. Ella, cegada por la furia, no escucha razones. “Nunca pensé que serías capaz de llegar a ese extremo”, dice, con una mezcla de incredulidad y asco. El rostro de Gabriel se contrae en un gesto de derrota. “Déjame explicarte”, ruega, pero María corta su intento con una frialdad que hiela la sangre: “No hay nada que explicar. Ibas a matar a mi marido. Por eso has venido aquí esta noche”.

Avance semanal de 'Sueños de libertad': María, en el último instante, salva  la vida de Andrés - Sueños de libertad

El silencio se rompe con la respiración acelerada de ambos. La música del corazón de Andrés en el monitor acompaña el tenso intercambio, marcando el ritmo del miedo. “Yo no soy un asesino”, intenta defenderse Gabriel, pero María lo interrumpe con la frase que lo condena: “No, no lo eres… porque yo lo he impedido”. Su mirada arde con determinación. “Eres un miserable y un cobarde. Si llegas a tocarlo, te juro que no vivirías para contarlo”.

Gabriel levanta las manos en señal de rendición. Su voz se vuelve temblorosa, casi desesperada. “Escúchame, María… estoy desesperado, por eso he venido esta noche. Andrés lo sabe todo.” Ella frunce el ceño, sin entender. “¿De qué hablas?”, pregunta. “Sabe que tú estás detrás del sabotaje de la caldera”, confiesa él, con los ojos enrojecidos. “Se lo tuve que decir justo antes de la explosión. Era la única manera de que saliéramos con vida los tres. Por eso no puede despertarse.”

El rostro de María palidece. No sabe si creerle. La revelación la golpea como un latigazo. “Eres un malnacido”, escupe entre dientes, temblando de ira. “Tú también tienes mucho que perder si se despierta —le lanza Gabriel—, y mucho que ganar si sigue en coma.” Las palabras son veneno. María lo mira horrorizada, comprendiendo que Gabriel no ha venido solo a rematar a Andrés, sino a chantajearla con su propio pasado.

“Dame esa jeringuilla”, le ordena. Gabriel retrocede. “María, por favor, no hagas locuras. Ahí dentro hay peligro. Puedes salir herida.” Ella se acerca con decisión. “El único que va a salir herido aquí eres tú”, responde. El brillo de sus ojos es el de una mujer dispuesta a todo. Gabriel intenta razonar con ella: “No lo entiendes, María, yo solo quiero ayudarte. Estamos en el mismo barco.” Pero ella lo detiene con una frase que marca el final de toda alianza: “No, ya no.”

El aire se vuelve irrespirable. La tensión se corta con un suspiro. “No lo eches todo a perder —insiste él—. Brosar está a punto de comprar la empresa.” María lo mira con desprecio. “Entonces déjala en paz. ¿Crees que voy a permitir que uses a mi marido como moneda de cambio?” Gabriel sonríe con amargura. “¿Por qué lo defiendes? Tu marido te detesta. Tanto te cuesta entenderlo.”

Pero María no retrocede. Su mirada brilla con una mezcla de rabia y ternura. “Mira —dice—, voy a hacer guardia día y noche si hace falta, para que tú no te acerques a él. Y ahora largo.” Su voz se quiebra al final, pero no pierde firmeza. “María…”, intenta replicar Gabriel, pero ella levanta la mano, ordenando silencio. “Que te vayas”, sentencia.

María descubre que Gabriel trabaja para Brossard y acaba aceptando un pacto  con él, pero con condiciones

Él la observa unos segundos, sabiendo que la batalla está perdida. Su expresión pasa del miedo a la resignación. Deja caer la jeringuilla al suelo y se retira lentamente, sin dejar de mirarla. Al salir, el sonido del portazo resuena como el cierre de un ciclo de engaños. María, aún temblando, se acerca a la cama de Andrés. Toma su mano fría y susurra: “Lo siento, mi amor. Lo siento mucho.”

La cámara se detiene en su rostro: lágrimas silenciosas resbalan por sus mejillas, mientras el pitido constante del monitor acompaña su culpa. María sabe que no es inocente, pero tampoco está dispuesta a dejar que otro decida el destino de su esposo. Afuera, la tormenta arrecia. Cada trueno parece reflejar el caos interior que la consume.

Gabriel, por su parte, se aleja del hospital con el alma en ruinas. Sus pasos suenan huecos sobre el suelo mojado. Sabe que ha cruzado un punto sin retorno. Ya no tiene aliados, ni refugio, ni perdón posible. Mientras la lluvia empapa su rostro, murmura para sí mismo: “Todo está perdido.”

Esa noche, el hospital de Toledo se convierte en escenario del enfrentamiento más intenso y revelador de Sueños de Libertad. María, movida por la fuerza del amor y la culpa, se transforma en una leona dispuesta a proteger lo poco que le queda. Gabriel, consumido por la desesperación y la codicia, termina mostrando su verdadero rostro.

Y mientras Andrés continúa dormido, el futuro de todos pende de un hilo. Si despierta, la verdad saldrá a la luz y arrasará con todo. Si no lo hace, los secretos seguirán pudriéndose bajo el silencio.

💔 “El odio, la traición y la culpa se entrelazan en una noche que cambiará para siempre el destino de los Merino. Y María, una vez más, tendrá que decidir entre el amor… y la verdad.”