Primer desencuentro entre Damián y Cloe – Sueños de Libertad
El tenso encuentro que sacude a Perfumerías de la Reina: un nuevo capítulo de Sueños de Libertad
El próximo episodio de Sueños de Libertad promete ser uno de los más intensos y dramáticos hasta la fecha. Los focos se centran en un encuentro cargado de confrontación, tensión y emociones encontradas, donde los intereses empresariales y los sentimientos personales chocan sin piedad. Todo comienza cuando Cloeda, representante de la perfumera Bogos, llega con un retraso que aumenta la expectación. Su entrada, pausada y calculada, marca el inicio de una reunión que quedará en la memoria de todos los involucrados.
Con un gesto formal, Cloeda se presenta: “Permítame que me presente. Soy Cloeda.” Su voz es firme, segura, casi imponente, como la de alguien que sabe perfectamente el terreno que pisa. Andrés, por su parte, intenta mantener la calma: “Encantado de conocerle. Me imagino que usted es don Andrés.” La formalidad del saludo es solo la antesala de lo que será un enfrentamiento de voluntades y principios.
Aunque la cordialidad inicial parece ofrecer una tregua, la tensión es inmediata. Cloeda, con una sonrisa controlada, solicita un gesto de cortesía: “¿No me va a invitar a que me siente?” La respuesta de Andrés, sencilla y cortés, abre paso a la conversación: “Sí, claro, por supuesto.” La calma inicial, sin embargo, es engañosa, porque ambos saben que lo que se dirá a continuación podría cambiarlo todo.
Cloeda deja claro el motivo de su visita: “Bien, como saben, represento a la perfumera Bogos y ustedes son los dos únicos accionistas a los que no he conocido. Tenían muchas ganas de saludarlos e intercambiar impresiones.” Sus palabras son medidas, buscando establecer un control sobre la reunión antes de que los sentimientos de injusticia y rabia tomen el protagonismo.
Pero Andrés, visiblemente indignado, no tarda en expresar lo que muchos piensan: “¿Qué piensan hacer con mi fábrica, con la empresa que yo fundé?” Sus palabras resuenan con fuerza en la sala, cargadas de incredulidad y dolor. Cloeda, con un gesto calculado, responde intentando suavizar la situación: “Quizás sería más adecuado hablar de nuestra empresa, ¿no le parece?” La tensión crece con cada palabra, porque lo que ella considera una oportunidad, él lo ve como una afrenta personal.

La representante de Bogos intenta transmitir sus intenciones con diplomacia: “Y lo que vengo a transmitirles es que la intención de Bosag es colaborar y trabajar en Concordia para hacer que Perfumerías de la Reina vuelva a ser un referente en el sector.” Pero la reacción de Andrés no se hace esperar: “¿Cómo se atreve a hablarme de Concordia cuando si están aquí es porque nos han arrebatado la empresa de la forma más vil y detestable?” La ira y la frustración de años de trabajo y sacrificio se condensan en una sola frase.
Cloeda no pierde la compostura y se mantiene firme, con un tono casi paternalista: “Nos la han jugado con el trato que teníamos con Masina, aprovechándose de que no estábamos pasando nuestro mejor momento por una serie de desgracias. Pero por favor, por favor, tranquilícese. Lamento muchísimo todas esas desgracias y sobre todo las consecuencias que tuvo la explosión para usted. Pero tienen que entender que hemos venido para ayudarle.”
El cinismo de la situación no pasa desapercibido para Andrés, quien no puede evitar responder con sarcasmo y desdén: “Qué cinismo.” Cada palabra de Cloeda es medida, cada gesto calculado; su estrategia es clara: convencer sin confrontar directamente, imponer sin mostrar superioridad. Ella continúa, tratando de apaciguar los ánimos: “Tenemos muchas ganas de colaborar con ustedes y lograr el éxito que ambas empresas buscan. Como soy una mujer práctica, les pediría, por favor, que dejásemos nuestras diferencias a un lado, porque tenemos mucho trabajo por delante.”
Andrés, sin embargo, se mantiene firme, consciente de lo que está en juego: “¿Y qué es lo que propone? ¿Qué papel vamos a jugar los legítimos accionistas de la junta directiva?” Cloeda, con paciencia, responde: “Bueno, legítimos somos todos, señor de la Reina.” Pero la palabra legítimos no calma la ira de Andrés. Él recuerda con claridad todo lo que su familia ha sacrificado: “Pero yo fundé esta empresa y junto con mi familia elevé a esta perfumera a lo más alto. Y ustedes son también los que la han llevado a la ruina.”

El diálogo se intensifica, y la música de fondo subraya cada tensión, cada silencio incómodo. Cloeda explica su visión: “Lo que pretendemos es arreglar estas deficiencias y lograr que Perfumerías de la Reina siga siendo un referente en el sector.” Andrés no puede contener la incredulidad: “¿Y cómo?” La respuesta de Cloeda es directa, mostrando su seguridad y pragmatismo: “Pues empezando una nueva era y propiciando los cambios que nos piden los nuevos tiempos y el mercado. Es evidente que la empresa lleva un tiempo dando tumbos y que un negocio no puede seguir funcionando como lo hacía hace 20 años. Deberían estar contentos de que nosotros sí que estemos preparados para el futuro.”
El enfrentamiento no se limita a palabras; refleja la colisión de ideales, de visiones sobre el trabajo, la tradición y la innovación. Andrés siente que lo presentan como si fuera una simple oportunidad: “Nos lo vende como si fuera una oportunidad.” Cloeda responde con firmeza: “Es que es una oportunidad, señores de la Reina.” La tensión llega a su punto máximo cuando Andrés decide poner fin a la reunión: “Si no le importa, prefiero dar esta reunión por terminada.”
El desenlace es un momento cargado de dramatismo. Teresa acompaña a Cloeda hacia la puerta, pero Andrés la detiene: “No hace falta. Conozco el camino. Muchas gracias, de verdad. Seguiremos hablando. Este es nuestro final.” La escena finaliza con un diálogo interno, donde el padre e hijo se enfrentan a la cruda realidad: “Padre, padre, que no lo vea así.” “Se acabó, hijo. Se acabó todo aquello por lo que he trabajado. Todo tanto sacrificio, para nada. Lo hemos perdido todo, hijo. Ya no pintamos nada aquí. Nada.” La música subraya el dramatismo, mientras la cámara refleja rostros abatidos y corazones cargados de impotencia.
Este episodio marca un antes y un después en la historia de Perfumerías de la Reina y de Sueños de Libertad. La llegada de Cloeda no solo desafía la autoridad y el legado de los de la Reina, sino que también pone en evidencia la fragilidad de los imperios familiares frente a los cambios del mercado y las estrategias empresariales. La combinación de emociones, tensión y confrontación promete mantener a los espectadores al borde del asiento, ansiosos por ver cómo se desarrollarán los próximos capítulos.